Ulster
Como todo el mundo sabe, Irlanda nos coge bastante lejos -nada menos que el mar de por medio-. Pero nuestra siempre encomiada condici¨®n de europeos y la trascendencia que tiene la, al parecer, definitiva pacificaci¨®n del Ulster merece que, como espa?oles, le dediquemos una reflexi¨®n.Irlanda, es bien sabido, ha sufrido un conflicto secular. Al principio en toda la isla y reducido, desde 1921, a los condados norte?os del Ulster. Un conflicto surgido de la dominaci¨®n inglesa primero y del asentamiento anglo-escoc¨¦s despu¨¦s. Un conflicto internacional que termina convirti¨¦ndose en otro civil, hasta el punto de que las tropas brit¨¢nicas, ocupantes hasta 1922, han de regresar al Ulster en 1969 para proteger a los nacionalistas cat¨®licos al comienzo e impedir el choque entre ¨¦stos y los unionistas protestantes al fin.
El conflicto es eminentemente pol¨ªtico entre los partidarios de la separaci¨®n del Reino Unido e integraci¨®n del Ulster en Irlanda y los unionistas, fieles a Londres. Pero la gravedad del problema se enra¨ªza en otras muchas oposiciones. La nacional se dobla de enfrentamientos religiosos y sociales, porque los irlandeses, hoy nacionalistas, eran cat¨®licos y pobres, frente a los unionistas filobrit¨¢nicos, protestantes y ricos. El enfrentamiento armado, entre nacionalistas y unionistas, entre todos, especialmente los primeros y el Ej¨¦rcito brit¨¢nico, ha producido, de 1969 a 1996, 3.212 muertos, m¨¢s del triple que el m¨¢s violento movimiento terrorista en Europa occidental. Valga todo esto para mostrar la gravedad y complejidad del problema, ante el cual la pol¨ªtica de fuerza se ha mostrado insuficiente.
Y, sin embargo, la habilidad de unos gobernantes, especialmente Tony Blair, el realismo de unos nacionalistas, la sagacidad de unos pol¨ªticos, han puesto cuesti¨®n tan espinosa y sangrante en v¨ªas de pac¨ªfica soluci¨®n. Estos ¨²ltimos, de los que Hume es paradigma, propugnando durante 20 a?os una opci¨®n negociada; aqu¨¦llos, con G.Adams al frente, embutiendo el movimiento armado en una fuerza pol¨ªtica capaz de dialogar en tales t¨¦rminos; el Gobierno brit¨¢nico, mostr¨¢ndose presto a negociar por encima de cualquier presi¨®n unionista o nacionalista, pol¨ªtica o violenta.
El fruto de ello fueron los acuerdos del Viernes Santo. En su entorno, antes y despu¨¦s, surgieron dificultades sin n¨²mero. El IRA ha dilatado y condicionado su desarme; el ala m¨¢s radical de los unionistas, puesto dificultades tanto de principio como de fundamento; el Gobierno aut¨®nomo, suspendido y restaurado y vuelto a suspender; la violencia interrumpi¨® en 1996 el primer alto el fuego de dos a?os, y en Omagh dej¨® de nuevo sangriento testimonio de su irreductible voluntad de muerte. Pero sobre ella triunfa d¨ªa a d¨ªa una voluntad de paz, que prefiere ceder lo accesorio y obtener lo principal, eliminar condiciones previas a convertirlas en obst¨¢culos, dialogar a luchar, convencer a vencer, integrar a mandar. Y eso que se ha hecho, incluso, con quienes eran enemigos radicales del orden brit¨¢nico.
?C¨®mo se ha concretado esta victoria? La autonom¨ªa del Ulster es lo de menos. En 1921 no la quer¨ªa nadie salvo Londres; en 1972 hubo que suspenderla porque la manipulaban los unionistas y, si hoy vuelve a tener alg¨²n valor, es meramente instrumental: sirve nada m¨¢s y nada menos que para convivir. Lo importante son otras tres cosas: primero, el reconocimiento del derecho de autodeterminaci¨®n del Ulster, esto es, que su futuro s¨®lo pueda ser cambiado por voluntad democr¨¢tica de sus habitantes (no los de toda Irlanda o los del Reino Unido) y, dicho sea de paso, esta victoria de la democracia frente a toda imposici¨®n del IRA o de Londres es la mejor garant¨ªa del futuro brit¨¢nico del Ulster. Segundo, un Gobierno en el que participan unionistas y nacionalistas. Tercero, una pol¨ªtica penitenciaria que tiende a una amnist¨ªa total.
El proceso de paz en el Ulster se encamina hacia el ¨¦xito porque es un proceso pol¨ªtico de negociaci¨®n y entendimiento.
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