La v¨ªa de la reconstrucci¨®n de la izquierda
El camino de la reconstrucci¨®n de la izquierda es probablemente largo y en su curso se alzar¨¢n dificultades, aunque de tr¨¢nsito posible y de horizonte alentador.Frente al resultado del 12 de marzo cabe la interpretaci¨®n de que la sanci¨®n de las urnas es el premio a las buenas t¨¢cticas y a una gesti¨®n bien presentada de los conservadores y a errores t¨¦cnicos de la campa?a, confusi¨®n de mensajes, defectos de liderazgo y fracaso de movilizaci¨®n de los apoyos esenciales de los socialistas. Cabe tambi¨¦n recurrir a ese comod¨ªn de los polit¨®logos: los ciclos. Se habr¨ªa terminado el ciclo progresista y aparecer¨ªa algo que se destac¨® antes en nuestro entorno europeo, el ciclo conservador. Los analistas y los historiadores dictaminar¨¢n.
El 12 de marzo puede ser el ineludible aldabonazo del fin de un ciclo y la llamada a escena, durante otros, de nuevos actores; pero en todo caso es la sanci¨®n a una falta de ambici¨®n ideol¨®gica, a un d¨¦ficit de fundamentaci¨®n y exposici¨®n de ideas y proyectos, una sanci¨®n no ya a arrogancias pasadas sino a resignaciones e imitaciones m¨¢s pr¨®ximas. La cuesti¨®n no era tanto qu¨¦ posibilidades ten¨ªa la izquierda, sino qu¨¦ funciones pod¨ªa esperarse cumpliese en el caso de triunfar. La pr¨¢ctica de la oposici¨®n puntual -caso por caso- y la demostraci¨®n de eficacia en la cr¨ªtica al poder no sustituyen a la necesidad de encuadrar estas cr¨ªticas y la presentaci¨®n de alternativas concretas en una alternativa general. Una elecci¨®n simplifica, y lo que ha faltado es la presentaci¨®n en dimensi¨®n suficiente de una alternativa global. La izquierda no la ofreci¨® con claridad y credibilidad suficientes, y en este sentido pudo producir la impresi¨®n o bien de adaptaci¨®n a la situaci¨®n dibujada por otros o de confianza en que el mero desgaste del poder, m¨¢s una fe en la evidencia de las deficiencias de su competidor junto con la creencia de una composici¨®n social y psicol¨®gica en la que la izquierda era predominante, producir¨ªan, natural y mec¨¢nicamente, otro resultado.
Varios procesos y diversas lecturas, presentados como evidencias -los unos, propios de nuestro desarrollo pol¨ªtico, las otras, comunes a la lectura neoliberal-, obligan a la izquierda a ofrecer su propio an¨¢lisis y a proceder a una construcci¨®n suficientemente general:
1. Se viene configurando un verdadero revisionismo hist¨®rico sobre nuestra evoluci¨®n pol¨ªtica, en especial en el tr¨¢nsito del r¨¦gimen anterior a la democracia.
2. Por razones que no puedo hoy m¨¢s que apuntar, la identificaci¨®n de la derecha como esencialmente heredera de lo anterior e incapaz de modernizaci¨®n no tiene vigencia para una parte importante del electorado.
3. Durante casi dos d¨¦cadas, en una ofensiva de mucha extensi¨®n y calado, se ha predicado que en el nivel de nuestra ¨¦poca solamente existe un an¨¢lisis y una pol¨ªtica econ¨®mica coherentes con los datos imperantes e inevitables.
4. La izquierda ha admitido sin respuesta las pretendidas consecuencias de la transici¨®n, pero aplaz¨® abordar temas y concepciones esenciales; entre ellos, el del concepto y vertebraci¨®n de la naci¨®n.
Se viene desarrollando una verdadera revisi¨®n de la historia reciente del pa¨ªs, en especial de la transici¨®n. La versi¨®n revisada va cobrando aceptaci¨®n por el ciudadano medio que, por otra parte, no siente disminuida su adhesi¨®n a la democracia ni siente necesidad alguna psicol¨®gica o pol¨ªtica de defender el r¨¦gimen anterior. Algo distinto a la reivindicaci¨®n del fascismo que motiv¨® debates con ocasi¨®n del cuarenta aniversario de la Marcha sobre Roma. Son excepcionales y minoritarias las exaltaciones del Nacionalcatolicismo. No obstante, en la versi¨®n de la transici¨®n admitida acr¨ªticamente, desaparecen o se aminoran los factores de lucha social-obrera, estudiantil, de profesionales. La Junta Democr¨¢tica se enfoca como intento ideologizado, fuera de la realidad general, y el largo fermento en los cat¨®licos progresistas desde el Concilio Vaticano II casi es una nota a pie de p¨¢gina. Esperemos que la obra de Miret Magdalena abra el camino a otras que se centren en estos aportes, sin los cuales es dif¨ªcil entender la situaci¨®n actual de casi aceptaci¨®n general de la aconfesionalidad y de una cultura laica. No necesito historiar el proceso de esta evoluci¨®n, su resultado es desideologizar la pugna antifranquista y desocializarla. La versi¨®n imperante es una transici¨®n realizada por eminentes personas pertenecientes a las familias y grupos intrarr¨¦gimen, que, tras un no tan expl¨ªcito camino de Damasco, desde el poder y hacia el poder -de la ley a la ley, seg¨²n Fern¨¢ndez Miranda- crean, casi lib¨¦rrimamente, el cambio y conmutan todo intento de ruptura en reforma. La transici¨®n es obra realizada desde arriba que convirti¨® en acto pol¨ªtico lo que el cambio social y econ¨®mico realiz¨® en los sesenta, encauzado y galvanizado por los planes de desarrollo de los tecn¨®cratas. Sin duda, sin el cambio econ¨®mico, la transici¨®n no hubiese sido posible. Pero reducirlo a un epifen¨®meno es demasiado marxismo elemental. Con motivo de la concesi¨®n de los Premios Don Juan de Borb¨®n en Barcelona, dos de los galardonados acu?aron lo esencial de este revisionismo. Fabi¨¢n Estap¨¦, mi viejo, querido y tan admirado amigo, con su gusto por lo espectacular y pol¨¦mico, dijo que "la transici¨®n hab¨ªa sido el Seat 600" y, poco antes, las letras de cambio para pagar los plazos del piso. Querido Fabi¨¢n: apuntas a evidencias, pero, en el alba l¨ªvida de las ejecuciones en Hoyo de Manzanares, las calles de Madrid estaban repletas de seiscientos aparcados, tal vez hasta llevar a los ni?os al colegio o ir al trabajo, y tambi¨¦n con otros coches de mayor dimensi¨®n en la velada del 23 al 24 de febrero de 1981. Nunca los utilitarios pararon a los tanques. Y Javier Tusell, en su discurso de agradecimiento, no se separ¨® un mil¨ªmetro de esa voluntad de considerar el centrismo no como una resultante, sino como el ¨²nico caudal pol¨ªtico legitimado.
La izquierda espa?ola ha evitado glorificar su propia acci¨®n en el cambio. Ha habido m¨¢s mesura en la presentaci¨®n de la acci¨®n como resistencia que en Francia, en Italia o incluso en Portugal. Pero de ah¨ª a que las fuerzas sociales y las ideas desaparezcan de la concepci¨®n que el hombre tiene de la transici¨®n existe el espacio que separa la historia total de las versiones de lo epis¨®dico, de lo coyuntural.
Un primer elemento de la reconstrucci¨®n de la izquierda es reintegrar el juego de los valores en la historia.
En sentido complementario, la izquierda ha operado en los ¨²ltimos a?os como si toda definici¨®n conservadora fuese inevitablemente una manifestaci¨®n del substrato totalitario o autoritario. La moral estaba con la izquierda y, sociol¨®gica y culturalmente, el pa¨ªs era de izquierdas. As¨ª aparecer¨ªa en todo proceso electoral limpio. La derecha era la derechona, y sus adaptaciones, t¨¢ctica y apariencia. En campa?as electorales, en la de 1993, 1996 y en las europeas hasta 1994, yo me atrev¨ª a repetir en los m¨ªtines de mi partido que no todo era derechona, y que hab¨ªa, en mi opini¨®n, razones esenciales para votar a la izquierda y emplear un lenguaje de izquierdas sin necesidad de extrapolar lo que la derecha ten¨ªa de residuo hist¨®rico; resaltando los propios valores de la izquierda. En la pasada elecci¨®n municipal de Madrid, empleando este enfoque y presentando una plataforma de izquierdas, obtuvimos siete puntos m¨¢s que en las generales de este pasado marzo y aumentamos en todos los distritos, incluso en todos aquellos de composici¨®n social burguesa y de nivel de afluencia. Y es que en este y en todos los pa¨ªses de nuestra civilizaci¨®n hay una burgues¨ªa ilustrada que es decisiva en la creaci¨®n del clima cultural y pol¨ªtico, y muy importante electoralmente. Para ganarla no basta el reduccionismo de ir al centro.
Un hecho al que la izquierda debe responder es la legitimaci¨®n democr¨¢tica de la derecha, que no es descalificable por el recuerdo de su origen. Esta legitimaci¨®n es, ciertamente, un hecho muy positivo. Obliga no a descalificar globalmente sino a oponer proyectos, soluciones concretas, pero tambi¨¦n a una posici¨®n general: a la integraci¨®n de las alternativas concretas en una lectura general. Porque los procesos pol¨ªticos, en sus puntos electorales, simplifican y obligan a la identificaci¨®n global.
El avance de la derecha en nuestro caso, y antes en Europa, coincide con el auge de la presentaci¨®n intelectual de que en un mundo globalizado, interdependiente, no cabe sino un an¨¢lisis econ¨®mico y una sola pol¨ªtica econ¨®mica; lo dem¨¢s ser¨¢n matices, algunos retardatarios en el camino a que obliga la competencia, y en ella, la desregulaci¨®n y la instantaneidad de las decisiones financieras. Esta versi¨®n est¨¢ siendo desmontada, en los mismos c¨ªrculos intelectuales liberales, por los economistas del MIT, por los soci¨®logos que reintegran los valores culturales, por la evidencia de que la globalizaci¨®n hace m¨¢s necesario el papel del Estado y ese elemento integrador que es la naci¨®n.
La construcci¨®n de la izquierda exige aceptar los datos de la realidad y no identificarse con la sustituci¨®n en un solo acto del sistema, pero s¨ª incidir en ¨¦l para que el resultado para el hombre sea distinto. Una labor de an¨¢lisis, de proyecci¨®n, que ha comenzado en muchas sociedades liberales y que entre nosotros siempre ha tenido voces, pero no suficientemente coordinadas ni atendidas por las formaciones partidistas. Los modernizantes social-liberales y aun socialdem¨®cratas, ante la necesidad de criba, han incurrido en la operaci¨®n que los anglosajones condensan en "tirar el agua del ba?o con el ni?o dentro".
En 1982, el partido de izquierdas y centro-izquierda que lleg¨® al poder forma un an¨¢lisis suficiente y realizable de pol¨ªtica exterior. Consist¨ªa, esencialmente, en acabar con la marginalidad de nuestra posici¨®n exterior, integrando en situaci¨®n de igualdad a Espa?a en el sistema occidental. Pero manteniendo la autonom¨ªa suficiente para que la inserci¨®n nos permitiese defender nuestras posiciones, evitando el peligro, entonces muy real, de la "militarizaci¨®n del pensamiento pol¨ªtico".
Los logros en esta direcci¨®n son evidentes. Espa?a volvi¨® a estar en su sitio. Pero posteriormente ha habido un deslizamiento a justificar toda decisi¨®n por el hecho de estar, de participar. Esta renuncia al an¨¢lisis apareci¨® de manera radical en el momento de la guerra del Golfo, donde la izquierda no denunci¨® el uso, probablemente fuera de lo que permit¨ªan los acuerdos, de las bases de utilizaci¨®n conjunta.
La anemia del debate en pol¨ªtica exterior ha sido evidente. Se ha reformado la Constituci¨®n para poder aplicar los principios de Maastricht sobre el voto en municipales sin un debate. Y los grandes temas de la construcci¨®n europea han ido pocas veces al Pleno de la C¨¢maras. La falta de an¨¢lisis sobre la difuminaci¨®n del ¨¢rea de aplicaci¨®n de la OTAN, e incluso del procedimiento y supuestos de acci¨®n com¨²n, no han sido transmitidos a la opini¨®n. Una pol¨ªtica exterior es algo m¨¢s que participar. La izquierda tendr¨¢ que desarrollar su propia posici¨®n, aceptando la realidad y no reabriendo viejas pol¨¦micas, y a la vez encauzar en el terreno pol¨ªtico la cultura internacionalista y de cooperaci¨®n tan extendida en nuestra sociedad.
Solamente una reconstrucci¨®n intelectual amplia permitir¨¢ convertir el car¨¢cter plural de la izquierda en factor positivo. Los acuerdos concretos ante imperativos electorales u otros siguen, y no preceden o sustituyen a la construcci¨®n en com¨²n. El carro no puede ser colocado delante de los bueyes, porque ¨¦stos pueden hacerse remolones o resbalar.
Un camino largo, tal vez dif¨ªcil, pero imprescindible e ilusionante, el de la izquierda.
Fernando Mor¨¢n fue ministro de Asuntos Exteriores.
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