Desfiles caducos, nuevos errores CARLES CAMPUZANO
La decisi¨®n tomada por el equipo del ex ministro Eduardo Serra de celebrar en la ciudad de Barcelona el desfile del D¨ªa de las Fuerzas Armadas y ratificada apresuradamente por el presidente Aznar es evidente que ha constituido un grave error, que tan s¨®lo podemos entender desde una concepci¨®n desfasada y caduca de cu¨¢l debe de ser el modelo de relaciones del Ej¨¦rcito con la ciudadan¨ªa en una sociedad democr¨¢tica.Mas all¨¢ del origen del D¨ªa de las Fuerzas Armadas, de las razones hist¨®ricas que nos pueden hacer explicar la realizaci¨®n de una marcha militar por las calles de una ciudad, y que podemos compartir o no, est¨¢ bastante claro que desde hace tiempo no tiene demasiado sentido efectuar una exhibici¨®n de estas caracter¨ªsticas por las calles de una gran ciudad. Los desfiles militares siempre han estado con relaci¨®n a dos necesidades. O bien en la celebraci¨®n de una victoria militar o de una gesta heroica protagonizada por militares, o bien en una exhibici¨®n armament¨ªstica destinada a impresionar a alguien, ya sea una potencia enemiga o una determinada poblaci¨®n civil. Y creo que todos coincidiremos en que, por lo que sabemos, el pr¨®ximo 27 de mayo en Barcelona no hay ninguna victoria que celebrar, ni existe potencia enemiga que amedrentar, ni poblaci¨®n civil que asustar. Las ¨²nicas victorias de estos meses han sido democr¨¢ticas y su expresi¨®n es el desfile de la ciudadan¨ªa ante las urnas. Ni Espa?a afronta sus relaciones con sus vecinos desde la l¨®gica de la guerra, bien porque son aliados ( Portugal, Francia), amigos entra?ables (Andorra) o hermanos fraternales ( Marruecos). Y es evidente que la sociedad catalana no puede ser tratada desde una l¨®gica exhibicionista.
Es un error, pues, mantener a estas alturas el desfile, como expresi¨®n del encuentro ciudadanos-fuerzas armadas. Un error que es m¨¢s grave, si cabe, en la capital de Catalu?a. Ni el Ej¨¦rcito ha podido encontrar las f¨®rmulas que permitan a una sociedad que se afirma como naci¨®n reflejarse en ¨¦l mismo, ni la sociedad catalana de la democracia ha mostrado demasiado inter¨¦s por la cosa militar, m¨¢s bien lo contrario.
Y lo m¨¢s curioso de este error es que se produce en pleno proceso de profesionalizaci¨®n, con una necesidad m¨¢s que evidente de abrir unos ej¨¦rcitos que se han de nutrir de voluntarios, y que hoy por hoy avanza de manera irreversible, pero con evidentes dificultades por la escasez de j¨®venes que optan por esta salida profesional. No creo que las f¨®rmulas del desfile sirvan a la necesaria consolidaci¨®n de este proceso, sino todo lo contrario. En Catalu?a, estoy convencido, el sentimiento de lejan¨ªa, de realidad ajena con relaci¨®n a las Fuerzas Armadas se acentuar¨¢ y las cifras de escas¨ªsimos voluntarios catalanes para ser soldados profesionales no van aumentar, eso s¨ª, sin tener el riesgo de disminuir, por su ya reducido n¨²mero.
Se impone un cambio de concepci¨®n y una clara asunci¨®n de la realidad catalana. Cambio de concepci¨®n orientada a dar respuesta a las exigencias de una sociedad democr¨¢tica de Europa de principios del nuevo siglo que quiere alejarse de expresiones decimon¨®nicas tambi¨¦n con relaci¨®n a las Fuerzas Armadas. Y la asunci¨®n de una realidad como la catalana, nacional en lo pol¨ªtico, diferente y diversa en lo cultural y ling¨¹¨ªstico, y que ha interiorizado como propios en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, los valores de la cultura de la paz.
La propuesta presentada por CiU en el Congreso ha intentado dar una salida a la situaci¨®n creada, alej¨¢ndose del formato de desfile y acentuando la dimensi¨®n humanitaria de los ej¨¦rcitos. Pero habr¨¢ que ir m¨¢s all¨¢. Deberemos asumir de verdad que hoy las Fuerzas Armadas est¨¢n compuestas de ciudadanos de uniforme, que sirven a una sociedad que aspira a relacionarse con sus vecinos desde la l¨®gica de la cooperaci¨®n y el dialogo, que ambiciona resolver sus conflictos de manera pac¨ªfica y que mantiene, a¨²n, la utop¨ªa de un mundo sin ej¨¦rcitos. Y si finalmente quieren desfilar que lo hagan sin armas. No perder¨¢n, como han demostrado eficaz e inteligentemente otros desfiles en Europa y Estados Unidos, ni virilidad castrense ni profesionalidad militar. Y en cambio ganar¨¢n la simpat¨ªa de ampl¨ªsimos sectores sociales.
Carles Campuzano es diputado en el Congreso por CiU y miembro de la Ejecutiva de CDC.
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