"Vine a Barcelona por culpa de Caetano Veloso" RAM?N DE ESPA?A
Pregunta. Eres la segunda Sigrid que conozco; y la primera, que era la novia del Capit¨¢n Trueno, ni siquiera era un ser real.Respuesta. Era el nombre de mi abuela. Nac¨ª en Alemania, pero mis antepasados ven¨ªan de Letonia y Estonia. En casa nunca nos acabamos de considerar totalmente alemanes, y supongo que a eso contribuy¨® bastante mi padre, que era ge¨®logo, cuando se llev¨® a la familia en sus viajes de trabajo.
P. ?De qu¨¦ lugares se trataba?
R. Bueno, pas¨¦ mi infancia en Angola y mi adolescencia en Brasil, en la ciudad de S?o Paulo. Me llevaban al colegio alem¨¢n, pero me daba pereza hablar alem¨¢n, prefer¨ªa el portugu¨¦s y me gustaba m¨¢s el tipo de vida brasile?o que el de mi pa¨ªs. Escuchaba a Caetano Veloso y, en cierta medida, suya es la culpa de que yo acabara en Barcelona, con aquellas canciones en las que hablaba de La Rambla, de Gaud¨ª, de la horchata...
P. El mundo es extra?o: chica alemana de origen let¨®n cuya adolescencia transcurre en Brasil acaba de editora en Barcelona.
R. Estudi¨¦ para editora en Alemania. Eso estaba bien y es algo de lo que otros pa¨ªses podr¨ªan tomar nota.
P. No me digas que no empezaste de escritora. Es lo que les ha pasado a casi todos los editores que conozco.
R. Pues a m¨ª no. Siempre me gustaron los libros y desde muy joven quise editarlos. El problema de esa buena educaci¨®n alemana consist¨ªa en que te preparaban para un ¨¢rea concreta del mundo de la edici¨®n y te recomendaban que no la abandonaras nunca. Es decir, que la buena noticia es que era f¨¢cil encontrar un trabajo y la mala que no te pod¨ªas mover de ah¨ª el resto de tu vida. As¨ª que me dio por irme a un sitio en el que las cosas no estuvieran tan bien ordenadas.
P. Y viniste a Barcelona. Por culpa de Caetano Veloso.
R. Exacto. Aqu¨ª consegu¨ª algunos trabajitos y conoc¨ª a Pedro del Carril, mi marido y socio en Emec¨¦.
P. Y te quedaste para siempre.
R. No exactamente. Durante cinco a?os mantuve con Pedro un noviazgo intermitente. Yo estudiaba en la Universidad de Hamburgo y ¨¦l sobreviv¨ªa haciendo traducciones en Barcelona. Para venir a verle me apuntaba a los viajes m¨¢s baratos, que eran algo as¨ª como los del Inserso alem¨¢n. Me sub¨ªa a un autob¨²s lleno de abueletes, me pon¨ªa el walkman, clavaba la vista en un libro y trataba de pasar inadvertida. Y para colmo, el autob¨²s no me dejaba en Barcelona, sino en Lloret de Mar.
P. Me descubro ante un noviazgo que sobrevive a experiencias tan traum¨¢ticas. Encima, ahora trabaj¨¢is juntos: si esto no es amor, que baje Dios y lo vea.
R. Me resist¨ª un tiempo a trabajar con Pedro. Su padre llevaba en Argentina la editorial Emec¨¦ y le propuso crear la filial espa?ola. Yo pensaba que si adem¨¢s de vivir con alguien tienes que aguantarle en la oficina la cosa pod¨ªa llegar a ser insoportable, pero no lo ha sido. Venc¨ª mi resistencia inicial, me apunt¨¦ a la aventura y hasta hoy.
P. Empezar teniendo de fondo las obras completas de Jorge Luis Borges no est¨¢ mal.
R. No, pero era pr¨¢cticamente lo ¨²nico que ten¨ªamos. Borges y El principito de Antoine de Saint-Exup¨¦ry. Con eso empezamos. Y hubo que desmarcarse enseguida de la casa madre, pues nos dimos cuenta de que el concepto de filial no funcionaba. No pod¨ªas aprovechar las traducciones argentinas de los libros porque en Espa?a la gente habla de otra manera. No pod¨ªas publicar aqu¨ª cosas que funcionaban all¨¢ porque no hab¨ªa ninguna garant¨ªa de que el ¨¦xito de un libro fuera exportable a otro pa¨ªs. O sea, que enseguida acabamos volando por nuestra cuenta, colaborando con mi suegro en asuntos concretos.
P. A veces las editoriales peque?as pillan productos de ¨¦xito que a las grandes se les pasan por alto. Pienso en Las cenizas de Angela.
R. La gente de Maeva puso tal cantidad de cari?o en ese libro que las cosas les ten¨ªan que salir bien.
P. Pienso en cosas que t¨² has editado, como las novelas de terror para adolescentes de R.L. Stine o la saga de Harry Potter.
R. Quiz¨¢ los peque?os editores tenemos menos presi¨®n que los grandes y nos podemos parar a mirar las cosas con m¨¢s atenci¨®n. Tener cari?o por los libros es fundamental, no todo consiste en ganar dinero. De hecho, hay gente que no entiendo por qu¨¦ se mete a editar cuando podr¨ªa ganar aut¨¦nticas fortunas en otros campos. Tampoco creas que mi olfato es infalible. Para comprar algo me tiene que gustar, no es suficiente con que intuyas que puede funcionar. A m¨ª las novelas de Stine me divierten, y las de Harry Potter me encantan por su inteligencia, porque funcionan a dos niveles y pueden gustar a los ni?os y a los adultos. Adem¨¢s, te confieso que me atrae el hecho de que sean libros pol¨ªticamente incorrectos, de esos que algunas madres desaprueban.
P. ?Cu¨¢nto llev¨¢is vendido de Harry Potter?
R. Del primero, unos 100.000 ejemplares.
P. No est¨¢ mal. Pero con otros libros os dais, supongo, las inevitables bofetadas.
R. Evidentemente.
P. Como lector, te agradezco que hayas publicado las novelas de Colin Harrison o Stephen Dobyns, pero tengo la impresi¨®n de ser el ¨²nico.
R. Espa?a tiene un problema con las novelas de intriga. Se las sigue considerando literatura barata, de quiosco.
P. Sois muy parcos publicando a autores espa?oles, ?no?
R. Prudentes, m¨¢s bien. Vamos de uno en uno, escogiendo a la gente que nos interesa. Hoy d¨ªa en Espa?a es m¨¢s f¨¢cil publicar material extranjero que nacional. Se han disparado los precios de los adelantos y se pagan cifras enormes por libros con los que nunca se recuperar¨¢ la inversi¨®n. Algunos agentes han sacado beneficios de esa situaci¨®n.
P. ?Te refieres a Carmen Balcells y su ya famoso grito de guerra: "O me das lo que te pido o me lo llev¨® a mi Aret¨¦ de mi alma"?
R. No apunto a nadie en concreto. Lo ¨²nico que digo es que se pagan cifras absurdas por libros que no recuperar¨¢n la inversi¨®n. Tambi¨¦n sucede con los autores extranjeros: ?sabes lo que hay que vender para recuperar inversiones de un mill¨®n de d¨®lares, que es lo que cobr¨® hace a?os Tom Wolfe por una novela que no hab¨ªa escrito? De todos modos, esta historia no puede durar eternamente. Para bien o para mal, el mercado siempre te pone en tu sitio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.