Un 'picasso' in¨¦dito, descubierto en Sitges MONIKA ZGUSTOV?
"?Es un picasso desconocido!", exclama Josep Palau i Fabre, y su grito parece ahuyentar a una bandada de golondrinas que desde la playa de San Sebasti¨¢n echan a volar hacia el casco antiguo de Sitges. Si fueran palomas, pienso, la escena ya no podr¨ªa ser m¨¢s picassiana.O sea que ?in¨¦dito, sin catalogar! Cre¨ªa que, para matar el tiempo que le quedaba antes de su recital de poemas en la biblioteca de Sitges, Josep Palau, uno de los mayores especialistas en Picasso del mundo, adem¨¢s de poeta, me har¨ªa de gu¨ªa en el Museo del Cau Ferrat, donde, como dos visitantes cualesquiera, echar¨ªamos un vistazo a los cuadros de Picasso que all¨ª cuelgan. Pero para Palau no hay tiempo que matar, sino s¨®lo que vivir. Y m¨¢s ahora que, a sus 83 a?os, vive todas las cosas como si tuviera que ser la ¨²ltima vez. Infatigable como un joven que no renuncia a nada, Palau aprovecha la visita al Cau Ferrat para indagar si es cierto lo que le han apuntado unos amigos de Par¨ªs: que, escondido en el dorso de un cuadro, hay un dibujo de Picasso, oculto y olvidado. ?Puede ser cierto? ?C¨®mo es posible que durante m¨¢s de sesenta a?os nadie haya visto el picasso oculto?
Unos d¨ªas m¨¢s tarde, en Barcelona, acompa?o a casa de Josep Palau a la conservadora y al director del Museo del Cau Ferrat. En la cartera, bien escondido, llevan el cuadro. Ese en cuyo dorso, al desmontar el marco, unos d¨ªas m¨¢s tarde en Sitges efectivamente encontramos un dibujo, o mejor dicho un estudio de dibujo, de Picasso, desconocido. Hoy, Palau debe confirmar su autenticidad. En su casa nos acomodamos en una terraza que da a un patio interior del Eixample. Josep Palau se acerca el esbozo a los ojos, lo examina detenidamente durante unos minutos y da un salto de j¨²bilo. ?S¨ª, efectivamente es de Picasso!
Y nos cuenta c¨®mo, hace un siglo, Picasso, joven y escaso de dinero, en la taberna Els Quatre Gats aprovechaba cualquier trozo de papel para trazar en ¨¦l un dibujo. El tambi¨¦n pintor Santiago Rusi?ol le observaba y, d¨¢ndose cuenta del valor art¨ªstico de lo dibujado, se lo compraba a Picasso por cuatro chavos o unos cuantos vasos de vino. Tres d¨¦cadas m¨¢s tarde, en el Cau Ferrat de Sitges, Rusi?ol leg¨® su colecci¨®n al museo que all¨ª iba a establecerse. Y entre una cosa y otra alguien se olvid¨® de la existencia de un esbozo, el estudio de una cabeza y una mano de mujer.
Escuchando las palabras de Palau i Fabre y dej¨¢ndome mecer por el movimiento de las s¨¢banas blancas tendidas en un balc¨®n vecino, como las que Rusi?ol sol¨ªa retratar en sus lienzos ambientados en los patios barceloneses, mi mente va trazando el escenario del cuento de Palau: una taberna llena de humo: Els Quatre Gats. All¨ª, unos alegres y sabios lun¨¢ticos, sentados alrededor de unas mesitas de m¨¢rmol, dibujan lo que ven en su entorno y en su cabeza. Con ilusi¨®n, con iron¨ªa, defienden los l¨ªmites de la individualidad, imprimi¨¦ndola en unos fragmentos hechizados por una realidad fr¨¢gil e irrepetible.
En el universo picassiano todo es irrepetible, porque todo est¨¢ en perpetuo movimiento. El rostro de mujer joven que ahora parece angelical, pintado cinco minutos m¨¢s tarde adquiere matices de mal¨¦vola perfidia. Observo el esbozo reci¨¦n descubierto y lo comparo con la foto de otro dibujo que tambi¨¦n procede del Cau Ferrat. Los dos representan la misma mujer. El esbozo: una cabeza femenina, un triste rostro de mujer sin belleza; la mano reposa, vac¨ªa. El dibujo: la misma chica, con una copita de licor en los fr¨¢giles dedos. La muchacha se ha transformado en una mujer bella. La sonrisa enciende su rostro, sus ojos se cierran, placenteros: la mujer experimenta un momento de felicidad ext¨¢tica, uno de esos estados que s¨®lo pueden apreciarse en su totalidad tras una profunda tristeza. Y es evidente que ese estado de beatitud no durar¨¢ mucho: cuando, tras su vuelo entre las nubes de alcohol, la chica baje al suelo de la cotidianidad, se volver¨¢ a apoderar de ella la desolaci¨®n retratada anteriormente. La desolaci¨®n, el desconsuelo esbozado en lo que parece ser el estudio preparatorio, que en Sitges descubri¨® Josep Palau. Hoy, un nuevo picasso alumbra el mundo, el hechizo de un instante de existencia huidiza e irrepetible.
En el fluir de las metamorfosis de la vida y del mundo existe un sinn¨²mero de im¨¢genes, todas ellas buenas, todas ellas hermosas. No hay mayor felicidad que pasearse entre ese sinf¨ªn de transformaciones. ?sa es la sabidur¨ªa de los poetas, los bebedores, los lun¨¢ticos y los solitarios. ?sa era la sabidur¨ªa de Picasso. ?sa era la felicidad de Picasso.
Y las s¨¢banas blancas, colgadas de una cuerda, flotan en el aire matinal de un patio barcelon¨¦s, soleadas, sensuales, serpenteantes.
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