Don Gaetano
Conoc¨ª a don Gaetano Tiralmonti en un bar pr¨®ximo a los juzgados de la plaza de Castilla, donde sol¨ªa acudir, casi a diario, para informarse puntualmente sobre c¨®mo iban sus asuntos legales. Por lo visto, este honorable caballero ten¨ªa algunos problemas, malentendidos los llamaba ¨¦l, con la justicia italiana por un qu¨ªtame all¨¢ dos o tres docenas de asesinatos, presuntamente contratados por su modesta empresa familiar para dar una lecci¨®n a los competidores advenedizos, que se cre¨ªan que todo el monte era or¨¦gano y no respetaban las tradicionales demarcaciones territoriales, los viejos y caballerescos acuerdos familiares que garantizaban la exclusiva local o comarcal para ciertos negocios como la extorsi¨®n, la protecci¨®n, la prostituci¨®n o el tr¨¢fico de sustancias estupefacientes.Don Gaetano, hijo de una humilde familia de sicarios sicilianos, conocidos por su profesionalidad y discreci¨®n, levant¨® con sus propias manos, sin necesidad de armas blancas o de fuego, su peque?o emporio provincial y artesano. Especialmente dotado para la estrangulaci¨®n y muy eficiente en el dif¨ªcil arte de hacer desparecer los cad¨¢veres, el joven Tiralmonti se convirti¨® en poco tiempo en uno de los capos m¨¢s respetados e influyentes de la Mafia. Galardonado en 1993 con el t¨ªtulo de empresario modelo en el sector de la seguridad, doctor honoris causa por la universidad de verano de Lugano y subteniente honorario de la Guardia Suiza vaticana. Gaetano Tiralmonti, padre de familia numerosa, hombre de honor, contribuyente ejemplar y mecenas de las artes y las letras, sufri¨®, nadie es profeta en su tierra, el acoso de las autoridades judiciales de su pa¨ªs, influidas por los mendaces testimonios de criminales y delincuentes, supuestamente arrepentidos, que ya no manten¨ªan ninguna vinculaci¨®n laboral con la firma una vez finalizados sus contratos temporales.
Los testimonios de chapuceros asesinos a sueldo, matones aficionados y criminales contratados a tiempo parcial bastaron para incriminar a don Gaetano en una larga, enrevesada y torticera secuencia de procesos judiciales, que perjudicaron enormemente su buen nombre y pusieron en peligro su ya precaria salud. Aconsejado por sus m¨¦dicos y sus asesores legales, don Gaetano acept¨® cambiar de aires, aunque sin alejarse mucho de su amado terru?o, y aterriz¨® en Espa?a, tierra de promisi¨®n y de acogida para los desterrados de su cala?a desde los tiempos no muy lejanos de Bardellino y Badalamenti, mafiosos de ¨¦lite a los que en su d¨ªa apadrinaron y libraron de la c¨¢rcel y la extradici¨®n dos comprensivos e incomprendidos jueces madrile?os. La singular jurisprudencia que sentaron aquellos tolerantes magistrados prevalece todav¨ªa, por lo que se ve, en nuestras instituciones judiciales. Ah¨ª tenemos a Fungairi?o, que, aplicando el impecable principio "odia el delito y compadece al delincuente", se opone sistem¨¢ticamente a la extradici¨®n de don Gaetano y de sus colegas que solicita la justicia italiana. Ni tratados europeos ni gaitas, el fiscal Fungairi?o recomienda hacer la vista gorda con las causas de estos pr¨®fugos, a los que ¨¦l debe tomar por exiliados protegidos por la Ley de Extranjer¨ªa.
Como suscribir¨ªa su jefe, el superfiscal Cardenal, bienaventurados los que sufren persecuci¨®n de la justicia porque de ellos es el reino de los cielos, siempre que tengan recursos para financiar su para¨ªso legal, no creen alarma social y no exhiban en p¨²blico sus pistolas.
Estos delincuentes exiliados de alto nivel crean empleo contratando guardaespaldas y criados aut¨®ctonos, invierten su dinero negro en negocios legales y blanquean sus capitales y sus conciencias para hacerse perdonar sus pecadillos como buenos cat¨®licos, apost¨®licos y romanos, sicilianos, calabreses o napolitanos.
Hace unos a?os, cuando la Marbella del hoy perseguido Gil se hallaba en su apogeo, muchos jueces espa?oles celebraban jornadas de trabajo estivales en un lujoso hotel de la localidad. Mientras gozaban de la hospitalidad del r¨¦probo alcalde, los jueces pod¨ªan ver por s¨ª mismos c¨®mo la tranquilidad, el orden y la seguridad reinaban en las zonas residenciales donde se refugiaban los amigos de don Gaetano, a los que el m¨¦dico hab¨ªa aconsejado tambi¨¦n cambiar de aires. Tal vez de aquellos soleados veranos provenga tanta indulgencia.
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