Caminal 'ritorna vincitor' AGUST? FANCELLI
El regreso de Josep Caminal a la direcci¨®n general del Liceo deja al descubierto la imprevisi¨®n con la que gobiernan las administraciones los temas de cultura, si es que de verdad los gobiernan. No se olvide que el teatro de La Rambla constituye, por presupuesto, la primera instituci¨®n cultural de Catalu?a.Caminal present¨® su dimisi¨®n irrevocable el 19 de febrero de 1997 al conocerse la inculpaci¨®n de cuatro trabajadores en el juicio abierto por el incendio del teatro. La dimisi¨®n fue r¨¢pidamente aceptada por las instituciones, que la lamentaron mucho, toda vez que rogaban al director que permaneciera en el puesto hasta el d¨ªa de la inauguraci¨®n. No pusieron otras condiciones. Quedaba por delante una eternidad para planificar la sucesi¨®n, ya se ocupar¨ªan de ello a su debido tiempo.
El teatro se inaugur¨® el 7 de octubre de 1999, con Caminal al frente. Transcurrieron tres meses m¨¢s sin movimientos apreciables. El 10 de enero de 2000, poco antes de la apertura del juicio, la dimisi¨®n se hizo efectiva. Como si la cosa les cogiera por sorpresa, las administraciones nombraron entonces a Aurora Sanz, secretaria general del Departamento de Cultura de la Generalitat, para cubrir interinamente el cargo y obtener un nuevo plazo de tres meses -al parecer no les hab¨ªan bastado los dos a?os y medio dados por el director general- para buscar "una especie de cl¨®nico de Caminal", seg¨²n el sonrojante anuncio lanzado por el consejero de Cultura, se?or Jordi Vilajoana. Un ex publicista deber¨ªa saber que ¨¦sa no es una manera seria de lanzar una oferta de trabajo: a ver qui¨¦n es el guapo dispuesto a asumir tan rid¨ªcula herencia gen¨¦tica.
Los tres meses de interinidad, mediando una convocatoria electoral, se han convertido finalmente en seis. Como era previsible, durante todo este tiempo la b¨²squeda del cl¨®nico fracas¨®: por la propia insensatez de la empresa y porque los mecenas, encabezados por La Caixa, presionaron para poner fin a la tonter¨ªa y restablecer en el cargo a Caminal, bajo la velada amenaza de retirar las subvenciones en caso contrario. Ahora las administraciones anuncian jubilosas que han llegado a un acuerdo sobre el nombramiento y los tertulianos radiof¨®nicos habituales se congratulan por ello. Caminal, el retorno. Habr¨ªa que decir el retonno, pues el asunto contiene una guasa muy superior a la que nunca hubieran imaginado Martes y Trece en uno de sus guiones.
La consecuencia que se deriva de la sucesi¨®n de los hechos pone los pelos de punta. Que las empresas presionen es perfectamente natural: han aportado cerca de 8.000 millones de pesetas para reconstruir y hacer funcionar el teatro, y su obligaci¨®n es tratar de que la gesti¨®n de esa bonita suma no vaya a parar a unas manos en las que no conf¨ªan. Pero de aqu¨ª a que sean ellas las que decidan qui¨¦n debe ser esa persona... eso equivale a cederles el gobierno de la cultura del pa¨ªs, por lo menos de la cultura l¨ªrica, cuando ¨¦se es un mandato intransferible de las instituciones democr¨¢ticamente elegidas. Dicho de otro modo, se ha producido una peligrosa dejaci¨®n de funciones del poder pol¨ªtico al econ¨®mico.
Es obvio que la iniciativa deb¨ªan haberla llevado las administraciones. Que ¨¦stas consensuaran previamente con las empresas el perfil del gestor cultural hubiera sido perfectamente l¨®gico y leg¨ªtimo, ya que el modelo que nos hemos dado combina lo p¨²blico con lo privado. Pero para que eso fuera as¨ª, hac¨ªa falta antes creerse pol¨ªticamente ese modelo y aplicarlo con eficacia desde mucho tiempo atr¨¢s. Es decir, gobernar. Si tan bien lo hac¨ªa Caminal, no hab¨ªa que dejarle marchar tan alegremente. Y si tan obstinado se mostraba en irse, hab¨ªa que tratar de vincular su decisi¨®n a la resoluci¨®n judicial. Nada de eso ocurri¨® porque no es un hombre afecto al r¨¦gimen, sino que pertenece a una rama, la roquista, cortada en su d¨ªa de cuajo del ¨¢rbol convergente. Es por esa visi¨®n clientelar de las cosas por la que la politiquer¨ªa acaba sustituyendo al Gobierno, y ¨¦ste, hundido en su propia desidia, acaba por ceder sus atribuciones democr¨¢ticas al poder econ¨®mico.
Dicho sea todo ello sin menoscabo de la figura de Caminal. Que es la persona adecuada para ocupar la direcci¨®n general del Liceo, cuyos retos de futuro son considerables -empezando por gestionar un presupuesto que se ha quedado corto frente a la realidad-, lo ha confirmado incluso la prensa internacional, en caso de necesitar bendiciones exteriores. Que su expediente est¨¢ limpio para el regreso no cabe dudarlo: Caminal hubiera tenido que cerrar el teatro y reformarlo para que no se quemara, es cierto, pero a la postre ha sido el ¨²nico que ha dimitido por ello, no sin antes liderar su exitosa reconstrucci¨®n. Muchos de los que se felicitan hoy al volverle a nombrar no pueden sentirse con el Liceo tan en paz como ¨¦l.
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