La virtud de callar
Sin la presi¨®n rupturista de la oposici¨®n tal vez habr¨ªa habido Constituci¨®n, pero no la que tenemos, sino una mucho m¨¢s continuista y seguramente redactada por el Gobierno y no por una comisi¨®n parlamentaria. Por consiguiente, tiene raz¨®n Felipe.La tendr¨ªa, es decir, si no fuera porque todos sabemos que no se trata de eso; que cuando invoca el nombre de Su¨¢rez no es s¨®lo para ilustrar lo que se puede hacer desde la oposici¨®n con el 30% de los votos, sino para expresar una amargura y una reivindicaci¨®n. La amargura de que al otro se le ha perdonado todo, y a ¨¦l nada; reivindicaci¨®n de s¨ª mismo, demanda de reconocimiento.
La de pol¨ªtico es una de las profesiones que Paul Val¨¦ry calificaba como "delirantes". Aqu¨¦llas "cuya materia prima es la opini¨®n que los otros tienen de uno". Las personas que la ejercen est¨¢n siempre "afligidas de un cierto delirio de grandeza que un cierto delirio de persecuci¨®n atraviesa y retuerce sin cesar". La dureza de ese oficio requiere un ego blindado frente a las asechanzas de pol¨ªticos rivales, periodistas y humoristas sin entra?as. Durante a?os, muchas personas han proyectado contra Gonz¨¢lez sus propias frustraciones. Una persecuci¨®n tan despiadada tiene que afectar al equilibrio emocional de cualquiera.
Piero Rocchini, el psiquiatra que se hizo famoso hace unos a?os con su estudio de la clase pol¨ªtica italiana, utiliz¨® la expresi¨®n "s¨ªndrome del indispensable" para definir, en un art¨ªculo publicado en EL PA?S en 1994, la personalidad de Felipe Gonz¨¢lez. Sus ¨²ltimas apariciones transmiten un fuerte resentimiento. Contra Aznar, lo que no es nuevo, pero ahora tambi¨¦n en relaci¨®n a sus compa?eros. Da la impresi¨®n de haberse identificado de tal manera con los dos cargos que tan largamente encarn¨® (en el PSOE y en el Gobierno) que se resiste a dejar de actuar como si a¨²n permaneciera en ellos; ri?e a los suyos en t¨¦rminos que ¨¦l mismo no tolerar¨ªa, y tiende a la descalificaci¨®n de sus esfuerzos por salir de la crisis y encontrar un nuevo l¨ªder. En el homenaje a Garnacho les reproch¨® su falta de valor para expresarse sin temor a las cr¨ªticas (de la prensa), pero dirigentes destacados reconocen en privado que nadie se ha atrevido nunca a contradecirle seriamente dentro del partido; ni siquiera a rogarle que se callara cuando se consideraba conveniente.
Es verdad que los socialistas lo tienen muy dif¨ªcil y que su debate refleja vicios endog¨¢micos, pero no parece que la exigencia de reivindicaci¨®n del pasado y de las se?as de identidad de Suresnes sea la mejor forma de poner en el centro las "preocupaciones reales de los ciudadanos". De momento lo ¨²nico que ha salido de su andanada es una pol¨¦mica bastante anacr¨®nica sobre el papel de Su¨¢rez en la transici¨®n, con carta filial y manifiesto de antiguos alumnos incluidos, y una pol¨¦mica bastante absurda sobre si los ex presidentes tienen derecho a participar en los debates con plena libertad.
Faltar¨ªa m¨¢s, pero a veces la participaci¨®n m¨¢s eficaz (y m¨¢s generosa) es el mutis o el silencio. O bien piensa volver, en cuyo caso deber¨ªa decirlo claramente, o lo descarta, y entonces debe hacer lo posible por no interferir en los intentos de resolver los problemas de reorientaci¨®n y liderazgo. La nostalgia de Suresnes ser¨¢ leg¨ªtima, pero no puede ser m¨¢s inoportuna. ?l mismo fue un dirigente m¨¢s pragm¨¢tico que respetuoso con las tradiciones y mitos establecidos.
El exabrupto del hijo de Su¨¢rez -corrupci¨®n, traici¨®n, deslealtad- es comprensible como desahogo, pero resulta injusto. Esas palabras en absoluto pueden resumir 13 a?os en los que se estabiliz¨® la democracia, se complet¨® la descentralizaci¨®n auton¨®mica, se produjo la incorporaci¨®n a Europa y se construy¨® un Estado del bienestar homologable. Es casi seguro que los errores de Gonz¨¢lez tendr¨¢n menos peso en la historia que esos indudables logros. Los ex ministros de UCD reivindican a Su¨¢rez, a quien en su d¨ªa tanto combatieron muchos de ellos. Dicen que no se puede "reescribir una historia que ya est¨¢ escrita". Esa historia fue menos lineal de lo que ellos (ahora) parecen dar por supuesto, pero as¨ª es la vida. Felipe no deja de decir que Su¨¢rez es su amigo, pero su ego herido le jug¨® una mala pasada y ahora se ve en una situaci¨®n desairada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.