Poetas y patrias ANTONI PUIGVERD
Miquel Mart¨ª i Pol, poeta en lengua catalana que est¨¢ siendo postulado por alcaldes y parlamentarios a premio Nobel, escribi¨® en 1981 el libro ?mbit de tots els ¨¤mbits, una versi¨®n l¨ªrica de lo que hoy denominamos nacionalismo: "Apleguem totes/ les voluntats i fem-ne/ una sola bandera". Seg¨²n la acerada opini¨®n de Bru de Sala, el autor pidi¨® a Salvador Espriu un pr¨®logo. Sol¨ªcito y sarc¨¢stico como sol¨ªa, Espriu escribi¨® una cr¨ªtica disfrazada de elogio y Mart¨ª, inocentemente, lo estamp¨® en su libro. Rele¨ªdo el pr¨®logo, compruebo que es posible encontrar en ¨¦l un sarc¨¢stico distanciamiento. Endulzado, sin embargo, con tal cantidad de grasos adjetivos que s¨®lo partiendo del implacable sentido cr¨ªtico de Espriu es posible considerar reproches las abundantes frases de sobremesa y las puntillosas acotaciones.No quiere ser el presente art¨ªculo una contribuci¨®n a la pol¨¦mica que Bru de Sala promov¨ªa con su br¨ªo habitual sobre el innecesario voto del Parlament a la candidatura de Mart¨ª Pol al Nobel. Sucede que, releyendo por morbosa curiosidad el mencionado pr¨®logo y los versos de ?mbit de tots els ¨¤mbits, se encendi¨® sobre mi cabeza una bombilla. ?Qu¨¦ es lo que permite etiquetar como nacionalista la obra de un escritor (o un intelectual)? ?Que es lo que impide a la ideolog¨ªa del nacionalismo poseer la obra de un escritor que (como en los casos de Pla o Espriu) est¨¢ muy arraigada en determinado territorio, en un paisaje, entre una gente? El talento, responder¨¢ m¨¢s de uno. No. Enorme talento tiene J. V. Foix y puede ser definido y usado como un poeta nacionalista (aunque no s¨®lo, claro est¨¢, con esta ¨²nica etiqueta: es demasiado bueno). Lo que impermeabiliza frente al -ismo nacional a un escritor comprometido con los problemas de su pueblo es su capacidad cr¨ªtica y, por consiguiente, la imposibilidad de encontrar en su patria, en su historia o en su lengua un b¨¢lsamo de complacencia y un camino de salvaci¨®n personal. Creo haber le¨ªdo bastante a Espriu para poder afirmar que el reproche principal que subyace en su pr¨®logo a Mart¨ª i Pol no era solamente est¨¦tico. He dicho que ?mbit de tots els ¨¤mbits es un libro nacionalista. Traducir¨¦, prosific¨¢ndolos, unos versos del primer poema: "Tenemos apenas lo que tenemos, nada m¨¢s: el espacio de historia concreta que nos toca; y un min¨²sculo territorio para vivirla. Pong¨¢monos en pie, de nuevo, y que se escuche la voz de todos solemne y claramente. Gritemos lo que somos y que todos lo escuchen. Y despu¨¦s que cada cual se vista como buenamente quiera; y via fora!, que todo est¨¢ por hacer y todo es posible". As¨ª empieza el libro. Que termina con tankas de este estilo: "En puro silencio preservamos unos ¨¢mbitos. Construyamos en ellos, tenaces, una patria, ¨¢mbito de todos los ¨¢mbitos". "Tierra -no sue?os- y tambi¨¦n mar inmensa: cosas tangibles. Y una lengua com¨²n; y la gente que la habla". Una m¨¢s: "Al o¨ªdo repetimos las mismas claras palabras. Vuelve la vida y vuelve la dignidad, la fuerza".
No hay que ser un gran lector para reconocer en estos versos de Mart¨ª i Pol (a pesar de mi precipitada traducci¨®n) una clara influencia de la poes¨ªa c¨ªvica de Espriu: la b¨ªblica asimilaci¨®n entre patria y templo; una manera de dictar el verso a un lector colectivo; e incluso expresiones como "pur silenci" o "clares paraules" que son ecos espriuanos. Existe, sin embargo, una profunda diferencia entre la literatura c¨ªvica de Espriu y la de Mart¨ª i Pol. Ambas tienen un fort¨ªsimo acento nacional, pero la de Espriu no entra en radical oposici¨®n a lo hisp¨¢nico (recomendaba reforzar los puentes del di¨¢logo o apelaba al necesario respeto entre las "diverses lleng¨¹es i parles dels teus fills"). La gran diferencia, sin embargo, es de concepto literario. El civismo de Mart¨ª i Pol tiende siempre a la abstracci¨®n patri¨®tica. El de Espriu, en cambio, llega a la abstracci¨®n de la Pell de brau partiendo de lo muy concreto: de la Sinera (Arenys) de su infancia: con la abuela Maria Castell¨® cocinando un fricand¨®, con el grupo de ni?os jugando y pele¨¢ndose en las calles, con el oso y el lenguaje de los gitanos, con la presencia fantasmag¨®rica de los muertos que duermen en un cementerio marino, con las historias b¨ªblicas del sacrist¨¢n, con los tacos, las miserias y los gozos que vomita un federal borracho, con el imparable chismorreo de las mujeres, el paisaje del mar, la arena... Sinera es un mito sensacionalmente construido y coherente (como han explicado J. M. Castellet y Rosa Delor) que explora la memoria personal para ensancharse hacia la memoria colectiva. Una memoria centrada en unos muertos privados que le conducir¨¢n a la conciencia civil: no hay peor crimen "que la lluita entre els germans". Partiendo del recuerdo infantil, por la doble v¨ªa de la s¨¢tira y el lirismo, Espriu acaba adoptando la forma prof¨¦tica, condicionado por las especiales circunstancias pol¨ªticas de su pueblo. El acento nacional de Espriu, finalmente, no puede desconectarse de un no menos fuerte, ¨¢cido, casi bilioso ¨¦nfasis cr¨ªtico. El poeta quiere "salvar las palabras", pero no deja de caricaturizar con inmisericorde tenacidad los chismorreos, dimisiones, superficialidades, vanidades y grandilocuencias de su pueblo. Este esp¨ªritu severo, implacable, casi feroz, no anida en la obra c¨ªvica de Mart¨ª Pol (argumento que nada niega o afirma sobre sus calidades literarias).
Cuando Jordi Pujol se pregunta por qu¨¦ raz¨®n los escritores no responden a su cacareado llamamiento a la "autoestima", demuestra que no ha le¨ªdo mucho a Espriu. En situaci¨®n mucho m¨¢s precaria, nadie fue tan implacable con los defectos de la catalanidad como Salvador Espriu, poeta que, gracias a su profundidad c¨ªvica, goz¨®, como antes Verdaguer y Joan Maragall, de la condici¨®n de "poeta nacional". La autocr¨ªtica (personal y colectiva) es su mejor y m¨¢s obsesiva lecci¨®n. De ah¨ª su timidez social, su hermetismo literario, su enfermizo perfeccionismo estil¨ªstico. Lean, todos los que buscan en la patria una tierra de promisi¨®n intelectual, el cuento llamado El pa¨ªs moribund. L¨¦anlo los forofos de las diversas patrias que pugnan en esta recalentada piel de toro. El narrador encuentra al pa¨ªs agonizando, ya sin alma, frente a las sucias aguas del puerto y para reanimarlo le regala las orejas: "No puedes escupir m¨¢s, no puedes movilizar m¨¢s limosneros, no puedes ignorar m¨¢s de lo que ignoras".
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