Chincha Choma (Alejandro Garc¨ªa Dur¨¢n) PASQUAL MARAGALL
Cuando ¨¦ramos j¨®venes unos estudiaban y basta, otros conspiraban y estudiaban, y otros actuaban. Alejandro Garc¨ªa Dur¨¢n, un poco mayor, era de estos ¨²ltimos. Ya hab¨ªa estudiado. Era sacerdote escolapio. Jos¨¦ Garc¨ªa Dur¨¢n (su hermano), yo y unos cuantos m¨¢s ¨¦ramos de los segundos. Y una mayor¨ªa s¨®lo estudiaba, o lo hac¨ªa ver. Alejandro actuaba en el barrio de las Arenas, en Terrassa. En Terrassa Jos¨¦ y yo, y otros estudiantes y algunos obreros de Barcelona, junto con los l¨ªderes locales Manel Royes, Jos¨¦ Mu?oz de AEG, su hermano (El Trotsk¨ªn), Mag¨ª Cadevall, el Ar¨¢n de Ca l'Agut, un chico alto llamado El Larguillo y otro llamado El Fil¨®sofo, al que nunca conoc¨ª sino por sus escritos, conspir¨¢bamos, es decir, organiz¨¢bamos en la clandestinidad acciones contra el r¨¦gimen: huelgas, manifestaciones, reparto de propaganda, impresi¨®n de la misma, reuniones interminables para todo ello, etc¨¦tera. Igualmente actu¨¢bamos en otros lugares del ¨¢rea metropolitana con otros grupos locales similares. Alguien puede creer que eso del ¨¢rea metropolitana es un invento tecnocr¨¢tico posterior. No. Era ya entonces, en los sesenta, el escenario real de lo que llam¨¢bamos la lucha pol¨ªtica.En Terrassa, Alejandro fue mucho m¨¢s efectivo que nosotros. Ahora se ha comprobado. Mientras nosotros ¨ªbamos y ven¨ªamos -con alg¨²n acontecimiento sonado, pocos resultados y varias detenciones-, ¨¦l se instal¨® en las Arenas, empez¨® recogiendo toneladas de porquer¨ªa abandonadas en el descampado del barrio y seguidamente, seg¨²n he le¨ªdo en las cr¨®nicas que ahora se han publicado, traz¨® su plan: primero las alcantarillas, segundo la parroquia y tercero la escuela. Consigui¨® dinero para todo ello y lo realiz¨®. Tanto lo realiz¨® que despu¨¦s de ver que el barrio se'n sortia, se fue a M¨¦xico y dedic¨® casi veinte a?os a proteger a los ni?os sin techo del Distrito Federal (D. F.). Y a¨²n tuvo tiempo de ocuparse de los de Puebla. Los ni?os, que le adoraban, le rebautizaron Cabeza Calva, Chincha Choma en su azteca evolucionado.
Ahora se ha visto en el barrio vecino al de las Arenas lo que vale el esfuerzo que dirigi¨® Alejandro Garc¨ªa Dur¨¢n en su momento. Ahora las Arenas tiene problemas, pero no los mismos ni tantos, porque entonces, en la adolescencia de esos barrios, se encarril¨® con m¨¢s acierto. Y ese salto de Terrassa al Distrito Federal, de las barracas de aqu¨ª a los sin techo de all¨ª, de nuestra pobreza en v¨ªas de mejora a la miseria apabullante de la meg¨¢polis mexicana, se me antoja digno de lo que cuando ¨¦ramos peque?os cre¨ªamos que era cristianismo: una compasi¨®n infinita, sin fronteras.
Manuel V¨¢zquez, del que le¨ª una espl¨¦ndida entrevista centrada en su contacto con el subcomandante Marcos en Chiapas, hubiera podido tambi¨¦n novelar a Alejandro. Quiz¨¢ ni lo conozca. Pero si a Manolo le interesan los comisarios de polic¨ªa, le puede interesar saber que Alejandro Garc¨ªa Dur¨¢n le ech¨® un pulso a uno de los jefes de polic¨ªa m¨¢s temidos de Latinoam¨¦rica, el del D. F. Y gan¨®.
Creo que este hombre ten¨ªa dos cosas extraordinarias: la virtud de dar sin pedir a cambio, o de multiplicar energ¨ªa, eso que dicen que no se crea ni se destruye, y la insolencia de los generosos: "Oye, t¨², ayuda a ¨¦stos, que a ti no te hace falta", debi¨® de decir m¨¢s de una vez.
La Generalitat, que tiene un Gobierno al que algunos han votado en funci¨®n de creencias religiosas, deber¨ªa honrar a Alejandro Garc¨ªa Dur¨¢n. Y deber¨ªa hacerlo no s¨®lo por tratarse de un buen cristiano, ni siquiera principalmente por ello. "He aqu¨ª un catal¨¢n digno de este siglo que termina", deber¨ªa decir, y eso ser¨ªa suficiente. Honrarlo es f¨¢cil y es dif¨ªcil. F¨¢cil porque ya lo han pedido los que trabajaron con ¨¦l en las Arenas de Terrassa y le siguieron luego a distancia: que Terrassa ponga -como ha hecho- su nombre en una plaza del barrio y que colaboremos en mantener la obra de Alejandro con los sin techo del D. F. Dif¨ªcil porque M¨¦xico no est¨¢ cerca y adem¨¢s puede pensarse que tal ayuda ser¨ªa intromisi¨®n. Pero Ernesto Zedillo, el a¨²n actual presidente, y lo mismo los recientes gobernadores del D. F., Manuel Camacho y Cuact¨¦moc C¨¢rdenas, son buenos amigos de Barcelona y Catalu?a, y el actual c¨®nsul mexicano es catal¨¢n de origen y perfectamente sensible a esos temas. Seguro que lo ver¨¢n bien.
Alejandro ha muerto en Colombia. Qui¨¦n sabe qu¨¦ otra aventura de generosidad le llev¨® all¨ª. Tengo la esperanza de que alg¨²n d¨ªa pueda decirse que lo que hicimos los cuatro amigos conspiradores de los a?os sesenta en Terrassa y en el ¨¢rea metropolitana de Barcelona, y lo que Alejandro Garc¨ªa Dur¨¢n representa ya para siempre, tiene algo que ver. Tengo la esperanza, pero no la certeza. Y si no es cierto, alguien tendr¨¢ que explicar el sentido de nuestras pretensiones. Los ni?os del D. F. sab¨ªan bien lo que quer¨ªan. Que no se llevaran al Chincha Choma de la parroquia. Y lo enterraron all¨ª. Tuvo que bajar el cardenal para que se hiciera lo debido. Fue la ¨²ltima insolencia de Alejandro. La pr¨®xima vez que vaya al D. F. ir¨¦ a visitar el lugar donde reposa, esa nueva Terrassa al otro lado del mar que sedujo sin duda a nuestro hermano. El D. F. es una de las ciudades del mundo donde mejor se resume lo que es el mundo. No hay tres ciudades en el mundo como ¨¦sa, aunque todas se le parecen en algo.
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