El deporte a partir de los 80 a?os
En Barcelona, 12 de cada 100 personas tienen m¨¢s de 65 a?os. Sin embargo, s¨®lo un peque?o porcentaje de ese colectivo de mayores hace deporte, una actividad que mejora su estado f¨ªsico y ps¨ªquico, les ayuda a organizarse el tiempo, les sirve de escape de la rutina y, sobre todo, les hace sentirse part¨ªcipes de una sociedad que a menudo los olvida y los margina. Tres octogenarios explican su relaci¨®n con el deporte mientras vuelven la vista atr¨¢s para mostrar la realidad a trav¨¦s de sus ojos, los sabios ojos del viejo.Mariano Mart¨ªnez creci¨® admirando a unos ¨ªdolos distintos. Sabater y Punsati no eran jugadores de f¨²tbol, sino las grandes figuras de la nataci¨®n catalana y espa?ola en los primeros a?os treinta. Trabajaba para una empresa qu¨ªmica, Foret, SA, propiedad del empresario Picornell. Y all¨ª, en las piscinas del jefe, se encontraba con sus h¨¦roes herc¨²leos. Hasta que la guerra se encarg¨® de acabar con la edad de la inocencia de un pa¨ªs que comenzaba a so?ar. Y mand¨® a Mariano al frente vestido de sargento republicano.
Hoy tiene 87 a?os y, como un chaval, va cada d¨ªa una hora a la piscina de Can Drag¨®. Diez largos a braza y otros 10 a espalda. "A veces entro muy cansado y salgo como una rosa. Me siento muy relajado". El deporte le ayuda a mantenerse optimista, aunque es consciente de los problemas que comporta su edad. "Lo peor de la vejez es la soledad", dice Garc¨ªa, "que tus hijos te metan en una residencia y no se molesten en ir a verte". La escasez econ¨®mica que estrangula a muchos jubilados es otro de los problemas a los que teme Garc¨ªa: "A un abuelo lo que m¨¢s le gusta es ser espl¨¦ndido con los suyos, el no poder dar 1.000 pesetas a tu nieto te mortifica".
El ¨²nico hombre
Quien no pudo ser abogado porque la suerte le volvi¨® la cara fue "el Serrano", un aragon¨¦s nacido en Fraga hace 85 a?os, al que la muerte de su padre cuando ¨¦l era un ni?o lo sac¨® de los campos y lo mand¨® junto con su madre a sobrevivir en la Barcelona de los veinte. Hace cuatro a?os, otra p¨¦rdida, en este caso la de su mujer, iba a marcar de nuevo la direcci¨®n de su vida. "Ahora lo hago yo todo. Por la ma?ana voy a comprar a la plaza y a charlar con las mujeres de los puestos, que ya me esperan. Hago la comida y por la tarde vengo a la piscina".
Fue la artrosis y la recomendaci¨®n del m¨¦dico lo que propici¨® que ?ngel se apuntase hace casi dos a?os a gimnasia terap¨¦utica en la piscina del polideportivo municipal de la calle del Perill. ?ngel, el ¨²nico hombre, comparte clase con casi 20 mujeres de todas las edades. El ambiente "extraordinario" y distendido de las clases es lo que m¨¢s aprecia, incluso por encima del beneficio f¨ªsico que la actividad le reporta.
Manuel Bilbao tiene 82 a?os y una sonrisa pegadiza cuando vence las preocupaciones que le atenazan -su mujer lleva varios a?os sin salir de casa por una enfermedad degenerativa-, y dos debilidades: "el irland¨¦s", el whisky de dicha procedencia, y el deporte, que necesita "tanto como el comer". No en vano lleva ocho a?os yendo a nadar cinco d¨ªas a la semana a las piscinas de Can Drag¨®. Un kil¨®metro cada d¨ªa. Al jubilarse dej¨® sus dos paquetes de cigarrillos diarios y aprendi¨® a cocinar. Para Manuel, el deporte es la v¨¢lvula de escape indispensable ante la realidad de su casa, la enfermedad de de su mujer: "Es el ¨²nico rato del d¨ªa en que no me acuerdo de que mi mujer est¨¢ as¨ª".
A los beneficios f¨ªsicos que aporta el deporte hay que a?adir que el encuentro en piscinas y gimnasios favorece la sociabilidad. Estos tres octogenarios, que aprovechan sus sesiones deportivas para "charlar sobre la vida", son un ejemplo de ello.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.