Contrastes en el Everest
Los 'sherpas' convierten en trabajo lo que para los occidentales es placer y esfuerzo
De pie, sobre el asiento de un jeep descubierto, el sherpa Babu Chiri parece un C¨¦sar, un conquistador adorado por su pueblo. La escena es urbana, se desarrolla en el centro de Katmand¨² y tiene poco que ver con la austeridad que rodea habitualmente al mundo del alpinismo. Rodeaba, m¨¢s bien. Ahora, en la capital de Nepal se celebran los ¨¦xitos de los sherpas como en Europa festejan las conquistas de los equipos de f'¨²tbol: las autoridades y el patrocinador de Babu le exhiben por las calles de Katmand¨², le aclaman y ¨¦l, como si fuera un presidente norteamericano, saluda brazo en alto, orgulloso, un tanto altivo, quiz¨¢. Su caso es excepcional. Capaz de subir en 16 horas y 56 minutos desde el campo base hasta la cima del Everest por la cara sur y sin ox¨ªgeno, Chiri lamentaba a su regreso haber perdido una hora en el Collado Sur, 60 minutos para calentarse en una de las primaveras m¨¢s inh¨®spitas que se recuerdan en la monta?a m¨¢s alta del planeta. Este a?o, m¨¢s que nunca, el Everest, pese a lo adverso de la meteorolog¨ªa, ha permitido una extra?a sucesi¨®n de r¨¦cords en su cima. Tambi¨¦n ha habido fracasos: el sherpa que quiso convertirse en el m¨¢s precoz de los conquistadores del Everest se ape¨® con las manos congeladas: tiene 14 a?os y un futuro incierto.
Al margen del r¨¦cord de velocidad de Chiri, tambi¨¦n ha escalado el Everest la persona de m¨¢s edad: un japon¨¦s de 63 a?os que aprovech¨® uno de los cuatro d¨ªas de tregua meteorol¨®gica que se han dado en la cara norte para encaramarse hasta la cima. Sobre las formas de esta ascensi¨®n, los defensores de la ¨¦tica alpina se hacen cruces: el anciano japon¨¦s emple¨® ox¨ªgeno desde el campo 1 (7.000 m), subi¨® literalmente enganchado a un par de sherpas que portaban en sus mochilas tanto ox¨ªgeno embotellado como para asegurar la ascensi¨®n de toda una expedici¨®n y alcanz¨® el campo base sin quitarse la m¨¢scara.
Este a?o nadie ha sido capaz de pisar la cima (salvo Babu Chiri) sin ayuda de ox¨ªgeno artificial y eso que entre la ampl¨ªsima representaci¨®n espa?ola figuraban apellidos de renombre mundial. Inaki Ochoa de Olza, de la expedici¨®n navarra Retena Odisea, tuvo que reprimir un sollozo cuando supo que la polaca Zervinska (una vieja conocida) acababa de pisar la cima por la cara sur: "Es la peor alpinista que conozco, un caso de aut¨¦ntica inutilidad", se lament¨®.
D¨ªas antes, la sherpa Pemba, de 27 anos, regresaba euf¨®rica de la cima, sonriendo y canturreando. Curiosamente, Pemba jam¨¢s se hab¨ªa calzado unos crampones, ni hab¨ªa acometido ascensi¨®n alguna a una monta?a de semejantes caracter¨ªsticas. Su cultura alpina proced¨ªa del contacto mantenido durante a?os con alpinistas famosos, clientes del albergue que regentan sus padres en Namche Bazar, la capital del pueblo sherpa.
Seg¨²n Nima, el oficial de enlace del campo base chino, alrededor de 40 personas han ascendido este a?o por la cara norte. Todos con ox¨ªgeno embotellado, incluida la docena de sherpas que han acompa?ado a sus clientes hasta el final. Algunos de estos ¨²ltimos pisaban la cima por tercera o cuarta vez, aunque cada vez son menos los que se empe?an en llegar al final, y en todo caso ya no arriesgan sus dedos por alcanzar la cima a fuerza de pulm¨®n.
Cuesti¨®n de aclimataci¨®n
Los sherpas juegan en otra liga y no entienden el af¨¢n occidental por encaramarse a sus monta?as. Resultan tan superiores, en reglas generales, que uno llega a sentir verg¨¹enza cuando le adelantan por oleadas, sin jadeos ni lamentos y cargados como animales. "Es nuestro trabajo", resume Kaji, un "sherpa no muy bien dotado. Kaji y su compa?ero Sharki subieron desde el campo base avanzado (6.400 metros) hasta el campo 2 (7.700 m.) para recoger las tiendas de sus clientes, regresaron, desmontaron el base avanzado y con 35 kilos a la espalda alcanzaron el campo chino (5.300 m.) a la hora de cenar.
Simple cuesti¨®n de aclimataci¨®n y necesidad: el sherpa ve su trabajo como un simple trabajo y el hecho de haber nacido a 4.000 metros sobre el nivel del mar le concede el privilegio de ser un gran trabajador. Un sherpa que nos acompa?aba en la expedici¨®n no lograba entender que nosotros subi¨¦ramos por placer al Everest. Para ellos era una garant¨ªa de trabajo. Nada que ver con el deporte. Ganar¨¢ medio mill¨®n de pesetas en tres meses y vivir¨¢ de ello todo el a?o. Un maestro en Nepal gana 20.000 pesetas mensuales.
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