30 denuncias sin respuesta
Durante la hora y media que dur¨® esta entrevista a M. A. N. V., una mujer maltratada de El Vendrell (Tarragona), de 52 a?os, su agresor la llam¨® por lo menos ocho veces por tel¨¦fono; dos al fijo y seis al m¨®vil. Lo mismo que cada d¨ªa desde hace a?os. Sus aparatos reconocen el n¨²mero del interlocutor y ella no responde. De hecho, no responde nunca si no sabe qui¨¦n llama. Si lo hace, las palabras menos soeces que escucha son dos: "Mala puta".M. A. N. V. present¨® su primera denuncia contra el que fue su compa?ero sentimental ante la Guardia Civil en noviembre de 1998. Por violaci¨®n. Desde entonces ha presentado m¨¢s de 30 en los cuatro juzgados de El Vendrell. Cinco desde el pasado mes de mayo. Ning¨²n resultado. "Una de las cuestiones que intentamos averiguar", explica su abogada, Montserrat Tur, "es por qu¨¦ las causas abiertas en su contra no se han acumulado en una sola para que el juez pudiera dictaminar medidas cautelares". Monti R.F., de 50 a?os, s¨®lo tiene dos juicios pendientes por delitos de faltas. "Si hubiera sufrido un maltrato muy grave, se hubiera actuado con contundencia contra su agresor".
M. A. N. V., divorciada y con dos hijos mayores, conoci¨® a Monti, tambi¨¦n separado, hace seis a?os en un baile en Barcelona. "Me gust¨® porque parec¨ªa un ministro. Ten¨ªa maneras y desprend¨ªa paz".
Se ve¨ªan primero los domingos, y, al cabo de tres o cuatro meses, la relaci¨®n se hizo m¨¢s seria. Pero la paz era aparente. "Las peleas se iniciaron enseguida". Y enseguida, seg¨²n explica, llegaron los golpes. Los primeros, dos bofetadas, en plena Rambla de Barcelona, por una cuesti¨®n trivial de la que ni se acuerda.
Luego, lo de siempre. "Me dec¨ªa que cambiar¨ªa, que le perdonara, que estaba nervioso, que el trabajo no le iba bien". Ella, al principio, le crey¨®. Luego ya no. "De cada siete d¨ªas, s¨®lo uno est¨¢bamos bien". No llegaron a convivir juntos porque ¨¦l trabaja en Barcelona y mantiene all¨ª su domicilio y en Comarruga, cerca de El Vendrell. O iban a casa de ¨¦l o a la de ella, que convive con su hijo de 26 a?os.
Hace ¨²nicamente nueve meses que ¨¦l ya no tiene las llaves de su casa. Pero continuaron las lesiones, amenazas, injurias y acoso telef¨®nico. "Llama, y, si no respondo, viene a ver qu¨¦ pasa".
Al principio montaba esc¨¢ndalo en la escalera y ella se ve¨ªa obligada a abrirle; una vez dentro, otra vez la escena, los gritos, empujones y bofetones. "Una vez intent¨® estrangularme, no s¨¦ qu¨¦ le hizo parar". Su agresor es corpulento y pesa m¨¢s de cien kilos. M.A. es todo lo contrario, enjuta.
La mujer busc¨® ayuda psiqui¨¢trica. Los intentos de hablar con ¨¦l no sirvieron. "Cuando le dec¨ªa que la vida que me daba me estaba matando, respond¨ªa que bueno, que bebiera un vaso de lej¨ªa o que me tirara por la ventana", lo que sucedi¨® el pasado mes de octubre. M.A. estaba tendiendo la ropa cuando vio que ¨¦l aparcaba el coche. Se lanz¨® a la calle desde el balc¨®n. Dos v¨¦rtebras rotas, la pierna quebrada por dos partes y, seg¨²n explica, a¨²n tuvo que soportar que Monti R.F. la visitara en el hospital y que, ante testigos, le cogiera el pie sano y dijera: "A¨²n lo tengo que romper".
Est¨¢ de baja en su trabajo desde hace m¨¢s de a?o y medio, primero por la depresi¨®n y despu¨¦s por las secuelas de la ca¨ªda. Se queja tanto del trato de la polic¨ªa como de la justicia. De los primeros, porque las veces que ha pedido ayuda no han hecho caso, con una sola excepci¨®n, cuando, alertados por su abogada de que el hombre se hab¨ªa presentado en el domicilio, "acudieron y le permitieron quedarse en el interior despu¨¦s de que ¨¦l asegurara que s¨®lo quer¨ªa hablar conmigo diez minutos".
La Guardia Civil s¨®lo ha detenido a R.F. una vez: por la violaci¨®n.
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