Casi un siglo para aprender
Su t¨ªo se lo dej¨® bien claro: no quer¨ªa que estudiara para maestra. Pero ella no cej¨® en el intento. Cada poco tiempo, desde el colegio de Lorca (Murcia) en el que estuvo ocho a?os como alumna interna, enviaba una carta al t¨ªo Dionisio insistiendo en su deseo de ser maestra. La respuesta era invariable: "No. Estudia todo lo que quieras de cultura general. Aprende a bordar, a pintar... Pero no quiero que te hagas maestra para que despu¨¦s te cases con un gandul que pretenda que lo mantengas toda la vida".Argumentos de aquellos tiempos. A la joven se le despert¨® la vocaci¨®n por el magisterio a la vez que comenzaba la d¨¦cada de los a?os veinte. Pero Antonia D¨ªaz Gallardo no se cas¨® con ning¨²n gandul. Y eso que finalmente consigui¨® estudiar magisterio.
"En septiembre de 1916 la superiora del colegio de Lorca, en el que estuve desde los 14 hasta los 22 a?os, me envi¨® una carta en la que dec¨ªa que en un colegio de Cartagena necesitaban a una chica con cultura general para atender a las internas. Me dec¨ªa tambi¨¦n que ¨¦sa era mi oportunidad para estudiar magisterio. Mi t¨ªo ley¨® la carta y acab¨® por convencerse. Yo pens¨¦ que ya era un poco tarde para empezar a estudiar, pero val¨ªa m¨¢s tarde que nunca". As¨ª rememora Antonia D¨ªaz, en un relato ordenado y extenso de su longeva vida, la forma en la que al final logr¨® acceder a su sue?o.
La fe de la joven por aprender para ense?ar a otros era la misma con la que el cura Dionisio afrontaba sus misas. As¨ª que el t¨ªo -que se hizo cargo de la educaci¨®n de Antonia y de su hermano mayor, Santiago, cuando ambos quedaron hu¨¦rfanos a temprana edad- tuvo que acabar por ceder.
Hoy, el p¨¢rroco de la Rambla de Oria (Almer¨ªa) no podr¨ªa estar m¨¢s orgulloso de Antonia ni menos arrepentido de su oposici¨®n inicial. Le bastar¨ªa con escuchar a la l¨²cida mujer de 96 a?os en la que se ha convertido aquella joven rebelde recitar de corrido y sin dudas la ardua lista de todos los pueblos que conforman la geograf¨ªa postal de Espa?a. Los aprendi¨® hace unos a?os, a modo de entretenimiento, mientras uno de sus nietos preparaba oposiciones para Correos.
Al t¨ªo tambi¨¦n le sorprender¨ªa, sin duda, o¨ªr a su sobrina chapurrear en ingl¨¦s, una afici¨®n a la que se enganch¨® cuando ya hab¨ªa cumplido 90 a?os. Las notas que le arranca al piano quiz¨¢s le pillar¨ªan menos desprevenido. Antonia empez¨® a tocarlo con 12 a?os.
Muchos de los cuadros que decoran las paredes de su casa los ha pintado ella misma. El bordado de los t¨ªpicos refajos con los que se atav¨ªan las mujeres para ejecutar danzas folcl¨®ricas, tampoco ha tenido secretos para Antonia, que calla su edad como uno de sus m¨¢s preciados secretos.
Con tres hijos y cientos de chavales a los que educar a lo largo de todos los a?os en los que ejerci¨® como maestra, Antonia bien podr¨ªa haberse abandonado al placer del descanso cuando dej¨® atr¨¢s el bullicio de las aulas. Pero, lejos de eso, ha continuado estudiando cada d¨ªa en el retiro de su hogar de Albox, el municipio almeriense en el que se jubil¨® como maestra hace ya decenas de a?os.
La voluntad inquebrantable por seguir acumulando conocimientos ha reportado a Antonia D¨ªaz una agilidad mental que no se puede encontrar en f¨¢rmacos ni recetas m¨¦dicas.
Y su curiosidad por conocer cosas nuevas le permite atreverse con lo que sea. Antonia D¨ªaz nunca viajar¨¢ a Londres para practicar ingl¨¦s ni tiene intenci¨®n ya de conocer ninguno de los cientos de pueblos que integran la geograf¨ªa postal de Espa?a. Pero no importa. Es el ejemplo de que el saber no ocupa lugar ni existe una edad para dejar de estudiar.
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