El infierno circular RAFAEL ARGULLOL
Se ha reeditado hace poco, en M¨¦xico, el libro de conversaciones entre Octavio Paz y Juli¨¢n R¨ªos que bajo el t¨ªtulo Solo a dos voces fue publicado por primera vez en 1973. Es un buen testimonio de los itinerarios de Paz a trav¨¦s de dos tercios del siglo XX que, desde luego, merec¨ªa la reedici¨®n. Pero lo mejor del volumen es un di¨¢logo in¨¦dito, a?adido como post scriptum, correspondiente a una ¨²ltima conversaci¨®n entre ambos interlocutores, mantenida en 1996, cercana ya por tanto la muerte del poeta mexicano.A lo largo de una docena de p¨¢ginas llenas de tensi¨®n, Octavio Paz realiza un ajuste de cuentas con sus demonios de modo que, aceradamente comprimidos, resurgen la mayor¨ªa de sus temas, a menudo con formulaciones sorprendentes por su radicalidad. Por el tono con el que se nos presenta la transcripci¨®n de sus palabras, el testimonio se convierte f¨¢cilmente en testamento.
Testamento o testimonio, hay un momento especialmente memorable, que ilumina todos los dem¨¢s, en el que Octavio Paz recuerda aquella enigm¨¢tica afirmaci¨®n de Ramon Llull de que en el infierno la pena era circular. Paz la asocia, en su ¨²ltimo di¨¢logo con Juli¨¢n R¨ªos, a un capitalismo crecientemente descarnado. El mercado, despojado de sus m¨¢scaras, es, as¨ª, un mecanismo ciego que gira sin cesar. En palabras textuales de Octavio Paz: "Un c¨ªrculo endemoniado... producir para consumir para producir...".
Acusado tantas veces de contrarrevolucionario -o "antirrevolucionario"-, el poeta mexicano realiza una postrera deriva de apasionado rechazo del capitalismo y, de modo muy particular, del lucro generalizado. A Paz le preocupa, le obsesiona, el totalitarismo del lucro: no tanto, por consiguiente, el poder del dinero, al parecer inevitable, cuanto la creaci¨®n de un sistema claustrof¨®bico en el que, supuestamente abatidas todas las contradicciones, nada ni nadie escapan del demonio del lucro. Quiz¨¢ en su condici¨®n de cr¨ªtico temprano del "destino infernal" que aguardaba a los para¨ªsos comunistas, Octavio Paz se encuentra ante la obligaci¨®n, sim¨¦trica, de advertir hasta qu¨¦ punto los para¨ªsos del capitalismo se hallan abocados a su propio infierno.
Y el infierno es circular. Aunque recordada de paso, la imagen de Ramon Llull adquiere, por as¨ª decirlo, el rango de idea central que retorna continuamente, sea irradi¨¢ndose hacia la "extraordinaria y repelente uniformidad de las sociedades contempor¨¢neas", sea caracterizando el "embotamiento de la sensibilidad". En este infierno circular todo es elevado, en ocasiones hasta cumbres gigantescas, para luego ser tragado, triturado y devorado con igual fuerza.
La imagen de Llull recordada por Paz es, de hecho, una imagen tan poderosa y tan actual -tan intempestivamente actual- que suscita en el lector una cascada de im¨¢genes. En mi caso quiero evocar dos de esas im¨¢genes, una muy concreta y la otra, tan gen¨¦rica como puedan serlo las ideas.
La primera es una ilustraci¨®n de Gustave Dor¨¦, muy popular en otro tiempo, en la que se mostraba un corro de presos en el patio de una prisi¨®n: ah¨ª estaba tambi¨¦n esa circularidad infernal, ese esfuerzo bald¨ªo, ese camino encerrado sobre s¨ª mismo. Una pena circular, incluso demasiado evidente en su sombr¨ªa geometr¨ªa. La sabidur¨ªa de los mitos antiguos era menos geom¨¦trica en apariencia, pero acaso m¨¢s cruel: el suplicio de T¨¢ntalo es circular, como lo es asimismo el de S¨ªsifo, que al trasladar la roca de un lado a otro dibuja cada vez, invisiblemente, el estigma de la pena luliana sobre la frente del hombre.
La segunda imagen entra?a una paradoja que planea fantasmalmente sobre nuestra ¨¦poca y que, en cierto modo, se ha apoderado de las voluntades: el v¨¦rtigo inm¨®vil. Como impulsados por un resorte o, lo que es peor, como obedeciendo un mandato divino, nos exigimos un continuo v¨¦rtigo que, sin embargo, nos traslada a una permanente sensaci¨®n de inmovilidad. Informaci¨®n, consumo, ocio, producci¨®n, tr¨¢fico, construcci¨®n, destrucci¨®n: la cadena se desplaza cada vez m¨¢s deprisa, a velocidad de v¨¦rtigo incluso, pero siempre alrededor de un punto ciego en el que permanecemos anclados, aunque procurando ignorarlo.
No obstante, cuando antes o despu¨¦s lo descubrimos -y siempre se acaba descubriendo, pese al miedo o a la cobard¨ªa-, retorna abruptamente el patio de la prisi¨®n de Gustave Dor¨¦ y los habitantes del v¨¦rtigo se parecen, de repente, a los presos que giran en el c¨ªrculo maldito. ?Hay algo que pudiera contribuir a romperlo?
Octavio Paz, al final de su vida, piensa que s¨ª, aunque lo exprese por v¨ªa negativa, lamentando la ausencia de la cr¨ªtica y de la duda. Cuando, por fortuna, ya no hay para¨ªsos definitivos, el ¨²nico para¨ªso es interrumpir la cadena. O, al menos, poner bajo sospecha sus promesas de felicidad. Porque lo que es seguro es que el infierno es circular: producir para consumir para producir...
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