Un viaje a Mallorca
?rase una pareja de hecho que viv¨ªa entre mondas de naranja y c¨¢scaras de pl¨¢tano, dentro de una vivienda sucia, llena de ratas y goteras. Ella estaba siempre desgre?ada, sin asear, y un poco aturdida por los ansiol¨ªticos que consum¨ªa para aplacar los remordimientos de no estar lo suficientemente comprometida con su c¨®nyuge.En cuanto a ¨¦l, iba de un lado a otro en camiseta de tirantes, sin afeitar, con la colilla pegada a la comisura de los labios y profiriendo toda clase de blasfemias o descargando su ira contra unos ni?os fam¨¦licos, que como producto de aquella uni¨®n de hecho, eran tambi¨¦n sucios, haraganes y mentirosos. La pareja de hecho discut¨ªa continuamente por cosas nimias y a veces se golpeaban mutuamente la cabeza con sendas hachas que guardaban en el maletero del autom¨®vil. Por la noche, para que los ni?os no les molestaran, los pasaban por el horno al objeto de que se atontaran con los vapores del gas y les dejaran emborracharse a gusto hasta el amanecer. El m¨¢s peque?o s¨®lo ten¨ªa una oreja, pues la otra se la hab¨ªa devorado una rata, y a la mayor, de tan solo 8 a?os, le faltaban todos los dedos del pie derecho que su madre, en un arrebato, le hab¨ªa recortado con las tijeras de podar.
Justo enfrente de ellos hab¨ªa una gran mansi¨®n donde viv¨ªa una pareja de cohecho que era todo lo contrario. Sus ni?os no s¨®lo estaban enteros, sino que dispon¨ªan de hermosas pr¨®tesis cromadas, conocidas como bicicletas, que multiplicaban la capacidad de sus ¨¢giles piernas. Eran rubios y de ojos azules. En realidad, eran suecos, no porque hubieran nacido en aquel lejano pa¨ªs, sino porque su esencia era la suecieidad, si pudiera decirse este modo, de ah¨ª que se acostaban a las diez sin que fuera preciso pasarlos por el horno. La pareja de cohecho amaba a sus hijos y los educaba en los valores propios de la tradici¨®n. Jam¨¢s discut¨ªan entre s¨ª y se necesitaban tanto que eran incapaces de estar separados el uno del otro un solo instante. ?l trabajaba en el Ayuntamiento y ella ten¨ªa el hogar como los chorros del oro, pese a acompa?ar a su marido a todos los viajes de trabajo para fortalecer el compromiso que les un¨ªa.
Un verano, la pareja de hecho y la de cohecho decidieron irse juntos de vacaciones a Mallorca. Al principio, parec¨ªa que todo iba a ir bien, pero ya en el barco se empezaron a notar las diferencias de clase. Los hijos de la pareja de cohecho compraban todo cuanto les ven¨ªa en gana, mientras que los de la pareja de hecho se ten¨ªan que conformar con un helado al d¨ªa.
-?C¨®mo es que pod¨¦is dar a vuestros hijos todo lo que quieren? -pregunt¨® la pareja de hecho a la de cohecho.
-Es que cargamos la cuenta al Ayuntamiento -respondieron al un¨ªsono, no sin cierto orgullo.
Por lo visto, la pareja de cohecho era pareja de cohecho las 24 horas del d¨ªa, lo que les obligaba a vivir del presupuesto municipal. Aquel viaje en concreto les hab¨ªa salido gratis, pero no era la primera vez que viajaban a costa del contribuyente, ya que su compromiso conyugal era de tal calibre que ellos no habr¨ªan podido coste¨¢rselo individualmente.
-En realidad -dijo la mujer perteneciente a la pareja de cohecho-, nosotros somos muy partidarios del compromiso y para el compromiso no hay nada como una uni¨®n de cohecho. Mi marido y yo llevamos unidos 30 a?os y no nos cansamos.
Durante los d¨ªas siguientes la pareja de hecho pudo comprobar que la pareja de cohecho ten¨ªa un patrimonio considerable gracias en parte al tipo de uni¨®n que hab¨ªan elegido. Adem¨¢s, pod¨ªan hacer innumerables obras de caridad, puesto que la caja municipal parec¨ªa no tener fondos.
-El a?o pasado regalamos un televisor al centro de ancianos del pueblo en el que tenemos el chalet de fin de semana -dijo ¨¦l.
-Y entregamos un donativo a una cofrad¨ªa de M¨¢laga -dijo ella.
-Y pasamos una pensi¨®n a una costurera que ha estado en casa toda la vida -a?adi¨® ¨¦l.
-Y cuando yo presido una mesa petitoria -presumi¨® ella-, mi marido coge sesenta o setenta mil pesetas del Ayuntamiento y las pone en mi cesta, delante de todo el mundo.
La pareja de hecho se convirti¨® en aquel viaje a Mallorca a la verdadera religi¨®n y ahora van limpios y llevan a sus ni?os aseados y tienen un patrimonio y no discuten nunca y color¨ªn colorado este cuento se ha acabado.
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