La venganza de los iletrados
Todo debi¨® empezar cuando el se?or Reagan y la se?ora Thatcher urdieron un golpe de mano contra la educaci¨®n p¨²blica en sus pa¨ªses respectivos. Hoy en Espa?a ya se producen se?ales. Una de ellas es el arrinconamiento de los estudios de orden human¨ªstico, que est¨¢ a cargo de los que deciden y sus funcionarios, los cuales han hallado en la complaciente complicidad de los iletrados la ocasi¨®n de oro. Pero yo no creo en las teor¨ªas conspirativas, as¨ª que debo adelantar que el frente para el arrasamiento de la literatura y otras humanidades carece de mando ¨²nico y de log¨ªstica; es, simplemente, la para ellos feliz colusi¨®n entre una situaci¨®n de ventaja y una venganza.?Qu¨¦ tiene la cultura human¨ªstica para que le hayan cogido esa man¨ªa? Nada: riqueza espiritual y acceso a un modo refinado de conocimiento. Adem¨¢s, la otra caracter¨ªstica es que posee un notable valor pero carece de precio: no es posible comprarla, hay que adquirirla con esfuerzo y dedicaci¨®n y su beneficio ni es inmediato ni es de orden material. Pero, sobre todo, no es tecnol¨®gica, lo cual produce mucho desd¨¦n. Me recuerda mi tiempo de adolescencia, cuando todos los padres obligaban a sus hijos a hacer el bachillerato de Ciencias porque el de Letras no ten¨ªa porvenir. O sea, que no es tan nuevo el desd¨¦n.
El lector habr¨¢ adivinado, tras el exordio inicial, que pertenezco, con modestia pero con firmeza, al mundo de la cultura. Pero debo a?adir que soy uno de esos que, como el del chiste, ya no se extra?a de nada: a m¨ª me dicen que el pr¨®ximo domingo debuta en la plaza de toros de Las Ventas el cardenal primado y lo ¨²nico que pregunto es que con qu¨¦ ganado. As¨ª pues, cuando lo que siempre hemos llamado el mercado ha pasado a ser el Dios Mercado, es decir, un ente superior con vida propia, yo me he limitado a reconocerlo y a plantearme, eso s¨ª, una sola pregunta: "?Qui¨¦n debe servir a qui¨¦n, el ciudadano a Dios o el Dios al ciudadano?" (Y el sacerdote del Dios se dice, con raz¨®n: "Pero ?este ni?o no sabe que esas cosas no se preguntan?").
Es l¨®gico: si la funci¨®n del beneficio arrasa, si el beneficio en s¨ª es la luz que nos ilumina desde lo alto, si el beneficio es la principal raz¨®n de la existencia, ?por qu¨¦ demonios tenemos que perder el tiempo en el territorio de la Cultura someti¨¦ndonos a la lectura de novelas o poemas o contemplando cuadros modernos o escuchando m¨²sica del siglo XX como quien se enfrenta a la cresta de una monta?a cuando podemos recrearnos en un valle tan lineal y asequible como la gente normal y corriente? Entonces, la irritaci¨®n del hombre normalizado cuando descubre que la cultura no es asequible con dinero ni se alcanza por el mero hecho de mejorar el estrato social, se le sube a la cabeza y, como buen animal, cocea lo que no entiende. En cuanto interioriza el coceo, la conclusi¨®n es clara: si los cultos dicen que lo suyo es arte, acabemos de una vez e impongamos nuestro propio c¨®digo. Y ahora sucede que el iletrado se est¨¢ empezando a atrever a pensar lo que antes, amedrentado por el peso hist¨®rico de la Cultura, no se atrev¨ªa a formular: "?Por qu¨¦ tengo que aceptar como un valor superior lo que no entiendo?", piensa. Al deseo de sacudirse el yugo de la Cultura, los iletrados a?aden la necesidad de ser ellos mismos los que la reemplacen en el cielo del aprecio universal. "?Con que ten¨ªamos que aguantar que Mondrian es un artista y no un delineante de colores? ?Con que hab¨ªa que ahogarse entre las oraciones subordinadas de la prosa de Faulkner en vez de darle una buena patada en el culo? Pues ahora mandamos nosotros; ahora, cultura es lo que nosotros decimos que es cultura. Y como somos inmensamente m¨¢s, os fastidi¨¢is los cultos". ?ste ser¨ªa un resumen de la venganza de los iletrados.
Los iletrados coinciden tambi¨¦n en ser, en su mayor¨ªa, lo que Josep Ramoneda ha llamado ciudadanos Nif -es decir: ciudadanos con bolsa y sin alma-. Un apetitoso bocado para la voracidad y la codicia mercantiles. Y, la verdad, si ustedes fueran el Dios Mercado, ?no ver¨ªan un horizonte ilimitado de beneficios aprovechando y alimentando este deseo de venganza? Pues aqu¨ª empiezan a juntarse el desd¨¦n por la educaci¨®n p¨²blica, el arrinconamiento de las humanidades, la revancha de los iletrados y la teor¨ªa del beneficio.
Seg¨²n acabamos de comprobar, diez millones de espa?oles se han reunido recientemente frente al televisor para contemplar la salida del encierro televisivo m¨¢s abierto del pa¨ªs de una pareja de sinsorgos sobrexcitados. Eso s¨ª que es cultura de masas. Y no lo digo como reproche sino para mostrar c¨®mo, perdida la verg¨¹enza, la gente est¨¢ dispuesta a elevarse al papel de icono. ?ste es el gran cambio: ahora el h¨¦roe no es el que hace algo que le distingue de los dem¨¢s sino el que hace algo que le iguala a los dem¨¢s. Y advirtamos la perfidia del asunto, el Dios Mercado es democracia: lo forman todos los ciudadanos Nif del pa¨ªs convertidos en h¨¦roes de s¨ª mismos. ?No es un sue?o?
No pretendo menospreciar a los iletrados m¨¢s de lo que ellos menosprecian la cultura que desconocen; pero s¨ª quiero advertir que al aumentar su poder adquisitivo al amparo de la cultura de masas, se han crecido y, por lo mismo, son a¨²n m¨¢s carne de ca?¨®n que antes para sus explotadores, entre los que no se encuentran, desde luego, los que aprecian las Humanidades. La literatura, por ejemplo, en cuanto tiene complejidad de lectura, obliga a saber y eso es un ant¨ªdoto contra la mediocridad realmente formidable. Entonces, la minimizaci¨®n de las Humanidades en los planes de estudio tiene sentido, pues son una l¨ªnea de defensa del pensamiento plural y cr¨ªtico que ni le conviene a la religi¨®n de un Dios Mercado ni lo atiende el Estado que sirve a esa religi¨®n. El iletrado, que se ve reflejado en ese Dios, acaba por creer que ¨¦l es una representaci¨®n del Dios; por eso encuentra natural convertirse en h¨¦roe de nuestro tiempo. Aplica al mundo la tabla igualatoria de opiniones y actitudes que naci¨® en aquella famosa frase: "I'm good, You're good", sublimaci¨®n perversamente democr¨¢tica de la ignorancia. ?Conseguir¨¢n el capitalismo salvaje y la econom¨ªa global lo que no consiguieron las m¨¢s renombradas dictaduras totalitarias: acabar de una vez por todas con la Cultura? El gran fracaso de la sociedad occidental ha sido no saber integrar la Cultura en la sociedad de masas.
Pero no desesperemos. As¨ª como el Bien necesita del Mal para ser, pues sin ¨¦l no existir¨ªa, as¨ª la Ignorancia necesita del Conocimiento y la Mediocridad de la Excelencia. ?C¨®mo podr¨ªamos reconocer el Bien si no existiera el Mal? Una sociedad lo soporta todo excepto el horror vacui.
Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu es escritor.
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