Francia da brillo a su candidatura
Los campeones del mundo golean a Dinamarca con un f¨²tbol directo y luminoso
Con un equipo capaz de conjugar talento y velocidad, Francia dej¨® en Brujas una huella inquietante para todos los aspirantes al trono. Gole¨® al animoso equipo dan¨¦s con una solvencia extraordinaria y dibuj¨® momentos de gran brillantez. Como los tres goles. Tres acciones relampagueantes, guiadas todas ellas por el mismo molde: el talento al servicio de la velocidad. O lo que es lo mismo: Zidane, que parece tener un l¨¢ser en el pie y m¨¢s de un microchip en el cerebro, como gu¨ªa de Henry, un pura sangre con habilidad para definir, clase para asistir y gl¨®bulos de sobra para incordiar sin desmayo. Bien arropados por la mayor¨ªa de sus compa?eros, Zidane y Henry acomodaron el partido para Francia, cuyo f¨²tbol, al menos por lo exhibido en su estreno en la Eurocopa, tiene m¨¢s recursos que en tiempos de gloria mundialista. Si no se tuerce -su juego o el destino- parece un aspirante con todos los galones.Y lo cierto es que los campeones del mundo arrancaron con cierta atrofia. Con un f¨²tbol p¨¢lido y m¨¢s grietas de las esperadas. De entrada pas¨® un mal trago, y Barthez aguant¨® al equipo. Sobre todo en un mano a mano con Tomasson tras un fallo calamitoso de Desailly a los dos minutos. El futuro portero del Manchester United acert¨® a estirar la pierna izquierda para frustrar el ingenuo remate del dan¨¦s. Un error casi inmediato de Blanc, dej¨® a Sand frente al calvorota portero franc¨¦s, que acert¨® de nuevo. La crecida del tosco equipo dan¨¦s tuvo m¨¢s que ver con la empanada mental de los franceses que con las virtudes de Dinamarca, si es que tiene alguna que no sea el coraje.
Francia s¨ª las tiene. Mantiene los distintivos del Mundial 98 -mucho sentido t¨¢ctico y Zidane, un manantial de talento- y ha mejorado notablemente su ataque. De ah¨ª sus tropezones en defensa, su l¨ªnea m¨¢s desamparada por el aire ofensivo con que Roger Lemerre ha envasado al equipo. Por las bandas, Djorkaeff y Henry apenas reculan, con lo que los laterales siempre est¨¢n en inferioridad, como les ocurre a Deschamps y a Petit por el centro. Es el precio que paga un equipo que no se concede una pausa para especular. Est¨¢ perfilado para el ataque y juega con una doble velocidad: en corta para dibujar la transici¨®n y a mil por hora en cuanto Zidane hamaca la pelota. Da gusto verle, hasta cuando se equivoca. Una vez que Zizou estruja el bal¨®n al pie, Henry, Anelka, Djorkaeff y, en muchas ocasiones los laterales, pisan el acelerador. Y Zidane interviene una y otra vez. Es solidario con todos. Lo mismo auxilia al compa?ero en apuros para trenzar el juego, que pone al delantero que se preste al borde del gol.
As¨ª se pas¨® la tarde, alegrando la vista a Henry y Anelka. Con semejante ayuda, el primero tuvo un protagonismo superlativo. Ha mejorado de forma extraordinaria su coordinaci¨®n de movimientos y ha aprendido a imantar el bal¨®n al pie lo que concede un horizonte infinito a su poderosa zancada. Encima ha aliviado sus enredos ante el gol, como desmostr¨® en el segundo tanto franc¨¦s. Escorado frente al histri¨®nico Schmeichel resolvi¨® con una delicadeza suprema. Tambi¨¦n particip¨® en el tercer gol, el que cerr¨® la jornada.
Lo de Anelka es otra cosa. Estuvo desconectado toda la tarde. Pese a eso, Francia manej¨® la mayor parte del duelo con mucha solvencia. S¨®lo la encomiable actitud de los daneses le hizo manterse alerta. Especialmente en la apertura del segundo tiempo. Lo advirti¨® Lemerre, que retir¨® a Djorkaeff, dio paso a Vieira y asunto resuelto. Con Vieira, un jugador de perfil m¨¢s defensivo, el equipo se arrop¨® mejor, pero no se encongi¨®. Porque all¨ª segu¨ªa Zidane al mando, incansable, terco hasta para equivocarse de vez en cuando. Tambi¨¦n estaba Henry, un demonio al que los daneses no pudieron exorcizar jam¨¢s. En este juego, cuando el talento alimenta la velocidad la gloria queda m¨¢s cerca.
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