Rectificaci¨®n
La exigencia de cambio de rumbo para Euskadi, formulada institucionalmente el jueves pasado por el presidente del Gobierno, merece ser no s¨®lo aplaudida, sino adem¨¢s suscrita tanto en su esp¨ªritu como en su letra. Tras el "?V¨¢yase, se?or Gonz¨¢lez!" que profiri¨® en un sonado debate sobre el estado de la naci¨®n, precipitando la subsiguiente alternancia pol¨ªtica, Aznar nunca hab¨ªa vuelto a parecer tan convincente como ahora. Confiemos, por tanto, que este nuevo "?V¨¢yase, se?or Arzalluz!", sea tan eficaz como aqu¨¦l, obligando al PNV a rectificar.Las objeciones formuladas contra la dureza del tono de confrontaci¨®n utilizado por Aznar no parecen pertinentes. Es verdad que se podr¨ªa haber usado otro estilo m¨¢s comprensivo, facilitando la rectificaci¨®n en curso del PNV. Pero eso hubiera supuesto contemporizar, cayendo en la tentaci¨®n de hacer unas concesiones que en realidad implican consentir e incentivar la escalada de la ambig¨¹edad moral. ?ste mismo es el pecado cometido por la ejecutiva del PNV, al incentivar con sus concesiones la escalada del chantaje criminal de ETA. Y, frente a semejante tentaci¨®n comprensiva contemporizada, Aznar se ha limitado a decir: ya no m¨¢s. Ya era hora. Si los Gobiernos de Madrid hubieran sabido (o podido) adoptar antes esa firmeza, el PNV no habr¨ªa comprendido a ETA, y ¨¦sta quiz¨¢ no existir¨ªa ya.
Otros objetan que tanta crispaci¨®n provocar¨¢ la radicalizaci¨®n del PNV, facilitando su cierre de filas e impidi¨¦ndole, en definitiva, rectificar. E incluso se sostiene que ¨¦se es el verdadero objetivo oculto de Aznar, que buscar¨ªa precipitar as¨ª el suicidio electoral del PNV. Pero ambas objeciones son contradictorias entre s¨ª. En realidad, no existe riesgo de que el PNV se radicalice, pues ahora ya no tiene margen para ello, al encontrase en un callej¨®n sin salida: o rompe del todo con Lizarra o se romper¨¢ internamente, produci¨¦ndose una aut¨¦ntica rebeli¨®n de sus bases moderadas en una especie de esp¨ªritu de Ermua bis, que terminar¨¢ por defenestrar a su direcci¨®n actual.
De modo que el PNV no puede no rectificar, y habr¨¢ de hacerlo por las buenas o por las malas, obligado por los electores. Por eso Aznar se lo puede exigir sin coste por su parte, ya que el PNV no tiene m¨¢s alternativa que cumplirlo as¨ª. Y el momento elegido es el m¨¢s propicio porque, nunca como ahora, cuando agoniza Lizarra, es tan evidente el tr¨¢gico error cometido por el PNV al pactar con ETA, error en cierta medida equiparable al que cometi¨® en su d¨ªa el PSOE tolerando la acci¨®n de los GAL. De hecho, la firma del Acuerdo de Lizarra (producida el 12 de septiembre de 1998) ha venido a suponer un aut¨¦ntico desastre del 98 para el nacionalismo vasco, al hacerlo c¨®mplice del nazismo criminal de ETA, lo que nunca hab¨ªa sucedido hasta la fecha. De ah¨ª que la actual direcci¨®n del PNV est¨¦ obligada no s¨®lo a rectificar su culpable error, sino adem¨¢s a ofrecer explicaciones p¨²blicas por ello (igual que el PSOE a¨²n sigue obligado a explicar por qu¨¦ consinti¨® los GAL, asignatura pendiente que todav¨ªa no se atreve a afrontar).
Pero a¨²n hay m¨¢s. En ¨²ltima instancia, la rectificaci¨®n que necesita hacer el PNV no debe ser t¨¢ctica, como si s¨®lo le viniese exigida por su propio inter¨¦s electoral, sino pol¨ªtica; es decir, institucional. Es su propio futuro como movimiento nacionalista lo que se juega el PNV si no rectifica su definici¨®n de la realidad. Proporcionar una coartada al nazismo criminal le ha supuesto al PNV desnaturalizarse como partido democr¨¢tico y contraer una especie de c¨¢ncer letal, predestinado a destruirle a largo plazo por muerte lenta.
Por eso debe rectificar, a fin de regenerarse de su desastre (como propuso la Generaci¨®n del 98, inventora del nacionalismo espa?ol) y refundar un nacionalismo vasco edificado sobre un inequ¨ªvoco civismo democr¨¢tico, que anteponga a cualquier otra consideraci¨®n el imperio de la ley y la garant¨ªa de los derechos individuales. Pues la construcci¨®n nacional, sea vasca o espa?ola, exige como conditio sine qua non libertades civiles, consentimiento ciudadano y escrupuloso respeto de la legalidad.
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