"En ese momento, me quer¨ªa morir"
Molina asume el error en el gol de los noruegos, pero considera que la responsabilidad en los fallos es asumida por todo el equipo
El pico izquierdo del ¨¢rea de Espa?a, esos cuatro metros cuadrados, fueron el escenario verde y austero de la tragedia de Molina. Un "infortunio" futbol¨ªstico, en el t¨¦rmino que emple¨® Camacho. "Un error m¨ªo", seg¨²n la confesi¨®n del portero. Cuesti¨®n de cent¨ªmetros. Del gesto de una mano. De un cabezazo. De dos hombres que saltan contra una pelota, y quedan suspendidos durante un instante en el aire. En el pico del ¨¢rea izquierda de Espa?a. La tragedia se resolvi¨® en un acto, fugaz, vertiginoso, cargado de gritos, de ¨®rdenes, de movimientos impetuosos. Con el ruido de 40.000 hinchas gritando en medio del fragor del estadio Die Kuip, bajo los voladizos de hojalata recalentados por un sol que declinaba. Un sol que dio de lleno en la cara de Molina cuando intent¨® agarrar ese bal¨®n que ca¨ªa en picado. Antes de que Steffen Iversen diera uno, dos, tres pasos y saltara a por ¨¦l. ?Bum! Con un golpe de cuello, la pugna estaba ganada. El bal¨®n vol¨® en par¨¢bola hacia el arco. Molina cay¨®. Se gir¨® y vio el gol. Noruega se hab¨ªa salido con la suya. A fuerza de balones a¨¦reos y esas armas del f¨²tbol primigenio que se le dan de perlas, hab¨ªa golpeado a Espa?a hasta dejarla tumbada. Y de pronto, Molina apareci¨® en el c¨ªrculo luminoso, como el culpable m¨¢s aparente. Estaba hundido. Se quiso morir."En ese momento, me quer¨ªa morir", murmur¨® al salir del vestuario. "Sientes que el mundo se te viene encima. Que has cometido un error y que la culpa es tuya, y nada m¨¢s. Ahora estoy normal, bien. S¨¦ que la responsabilidad por los fallos se asume entre todos, igual que los triunfos. Para eso somos un equipo. Pero en ese momento, me quise morir. Est¨¢s hundido". La frase m¨¢s manida con que le socorrieron sus compa?eros fue aquello de que lo ocurrido son "cosas del f¨²tbol". Eso es lo que asegur¨® Ra¨²l, por ejemplo, despu¨¦s del partido.
El t¨¦cnico, Jos¨¦ Antonio Camacho, se dirigi¨® a Molina tras el encuentro. "T¨² no eres culpable de nada", le espet¨®. M¨¢s tarde, el seleccionador asegur¨® ante la prensa que la responsabilidad de Molina por lo ocurrido era muy relativa. Y dio un ejemplo: "Es como el jugador que debe lanzar un penalti para decidir un partido y lo falla. Eso no significa que sea responsable del mal resultado de su equipo. Lo que le ocurre, como lo que le ocurre a Molina, es que ha tenido mala fortuna. Ha sido una acci¨®n de mala fortuna. Una jugada aislada".
"Todo lo que ha hecho Noruega es defender con ocho, o con nueve detr¨¢s de la l¨ªnea del bal¨®n. Eso es todo lo que ha hecho, adem¨¢s de colgar balones al ¨¢rea de Espa?a. Nosotros hemos sido mejores. Hemos tenido el bal¨®n, hemos atacado permanentemente, hemos intentado hacerlo bien... pero el f¨²tbol es as¨ª", se?al¨® Molina.
El f¨²tbol tiene esas cosas, seg¨²n el guardameta internacional. Y esas cosas son paradojas. No tienen l¨®gica. "Por m¨¢s y m¨¢s que lo repase, nunca lograr¨¦ comprender lo que hice, ni por qu¨¦ fall¨¦... el f¨²tbol tiene esas cosas", se lament¨® Molina, que dej¨® el estadio p¨¢lido y en apariencia relajado. Su nariz torcida hacia la izquierda parec¨ªa m¨¢s torcida que nunca. No se le escapaba un gesto extra?o, un rictus de tristeza ni de abatimiento. Era la m¨¢scara. Porque Molina se hace dar una hora de masajes para liberar la angustia cada vez que se entera de que no ser¨¢ titular al d¨ªa siguiente. Pertenece a la clase de futbolista que observa su oficio con detenimiento. Es un competidor obsesivo. Se tensa, se traga el odio, o se come la alegr¨ªa, seg¨²n el caso. Seg¨²n los detalles m¨¢s m¨ªnimos que hacen al f¨²tbol. Vive en la introversi¨®n, pero con intensidad. Detr¨¢s de su aspecto tranquilo, se esconde una gran preocupaci¨®n por cumplir siempre.
Y ayer, Jos¨¦ Molina no dud¨® en asumir el riesgo cuando vio que el portero sueco, Thomas Myhre, sacaba la falta y lanzaba el bal¨®n hacia su ¨¢rea a 70 metros de distancia. "Lo v¨ª claro, fui a por el bal¨®n, pero me lo com¨ª", dijo despu¨¦s. La bola surc¨® el cielo. "?Es m¨ªa!", le grit¨® a Paco, pidi¨¦ndole la pelota. El central se detuvo y no alcanz¨® a reaccionar cuando vio a Iversen pasar como una bala. Iversen se lanz¨® hacia el pico izquierdo del ¨¢rea de Espa?a. El resto fue pura tragedia.
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