Uniformes
ESPIDO FREIRE
Cuando yo asist¨ªa al colegio, las normas sobre el uniforme de las ni?as se hab¨ªan relajado. Unos a?os antes, las m¨¢s rebeldes improvisaban corbatas con el cintur¨®n del peto, y jugaban al b¨¦isbol-zapatilla con las que llevaban en clase. Yo continu¨¦ luciendo la corbana cuando ya no era obligatoria por delirio esteticista, y me sent¨ªa infinitamente superior a las ni?as que vest¨ªan de calle en la escuela, que me parec¨ªan presumidas y definidas por su atav¨ªo. Mi pichi azul me otorgaba un aire de austeridad que por entonces yo consideraba una virtud. Cuando se vot¨® la abolici¨®n del uniforme, las madres se negaron en masa: resultaba m¨¢s econ¨®mico, se limaban diferencias econ¨®micas, y se le daba al cuerpo la dimensi¨®n adecuada para nuestros a?os.
Con los a?os, mi opini¨®n sobre el uniforme se ha modificado, pero contin¨²o firme en un principio: la ropa para adolescentes y ni?os, un pr¨®spero negocio, se ha convertido, desde hace mucho tiempo en un modo de competici¨®n m¨¢s. Los hijos reciben m¨¢s dinero para ropa, o se les compra m¨¢s prendas, por lo general a su gusto, y si no resulta as¨ª, sobrevienen conflictos. Es l¨®gico que as¨ª sea. Tratan de afirmar su car¨¢cter aferr¨¢ndose a lo escandaloso, a lo extravagante. Consideran que la prenda les convierte en hermosos o en v¨¢lidos: es, de alguna manera, la prolongaci¨®n de su cuerpo.
La prohibici¨®n por parte de varios colegios, de determinadas prendas en clase, me parece correcta. No ¨²nicamente por ser el colegio un centro de estudio, y no de lucimientos. Se olvida, por turbio, un concepto que subyace en gran parte de la moda destinada a p¨²beres y adolescentes: la provocaci¨®n sexual, una precocidad en el arte de la seducci¨®n reforzada especialmente en el caso de las ni?as.
Si en el caso del cuerpo de los varones adolescentes prima la ocultaci¨®n del cuerpo (prendas holgadas, zapatos grandes o zapatillas desmesuradas, complementos exagerados, viseras, una sobrevaloraci¨®n de la tecnolog¨ªa en materia de relojes, zapatillas o tejidos deportivos), las ni?as huyen decididamente de todo lo que pueda anchar su figura. La ropa que se les ofrece es ajustada, m¨ªnima, llamativa. Marca el paso a la madurez de una manera manifiestamente sexual. Esa es la ropa que lucen sus iconos de referencia, cantantes, modelos y actrices: referentes puramente f¨ªsicos.
Las ¨²ltimas tendencias de la moda marcan un regreso a la apariencia de la lolita, la adolescente ambigua, la ni?a prostituta de Taxi Driver. Las mujeres de mayor edad tratan de falsear su edad y su aspecto y adoptar un aire adolescente. Poseen armas, como la experiencia y la madurez, de la que las jovencitas carecen. Resulta absurdo cerrar los ojos a la realidad: la difusi¨®n de im¨¢genes pornogr¨¢ficas con menores, o con muchachas de aspecto infantil constituye una realidad evidente, y el ¨¦xito de estas materias en Internet es f¨¢cilmente comprobable. American Beauty retrata con maestr¨ªa esa obsesi¨®n, que poco tiene que ver con la ni?a en s¨ª, sino con un icono, con el s¨ªmbolo que esa muchacha representa.
El ¨²ltimo estudio sobre la percepci¨®n de la moda en Europa revela que uno de cada cuatro hombres espa?oles cree que las mujeres se ponen minifalda para atraer la atenci¨®n. Y tambi¨¦n que un 30% de los estudiantes respondieron afirmativamente a la pregunta de si violar¨ªan a una mujer bajo la seguridad de que no le iban a cazar. El porcentaje sube al 58% si la frase se transforma en "forzar a una mujer para que consienta una actividad sexual". La relaci¨®n entre la moda y la incidencia de las violaciones y los abusos deshonestos comienza a plantearse de modo cient¨ªfico, y no hace falta m¨¢s que recurrir a la pol¨¦mica sentencia italiana sobre los vaqueros como atenuantes en caso de violaci¨®n.
En un momento en que se trata de proteger al menor, por un lado, y se glorifica el aspecto er¨®tico de las menores de edad, resulta adecuado, por tanto, que al menos en el colegio se potencie una imagen distinta. Lejos de apoyar una imagen no?a, o una apariencia monjil, se trata de devolver algo accesorio, como no deja de ser la ropa, a su puesto.
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