"Espero que est¨¦n con vida"
Podr¨ªa ser simplemente un n¨²mero, una estad¨ªstica m¨¢s en los informes sobre la guerra en Guatemala: el caso n¨²mero 87; apenas cuatro p¨¢ginas entre los 12 tomos impregnados de sangre que agrupan los datos de la represi¨®n.Podr¨ªa ser eso, un n¨²mero, pero en realidad es la vida de una mujer rota por las desapariciones. Adriana Portillo, de 47 a?os, perdi¨® la misma tarde a sus dos hijas mayores, Rosaura, de 10 a?os, y Glenda, de 9; a su hermana peque?a, Alma Argentina, de 18 meses; a su padre, Adri¨¢n Portillo, de 70; a su madrastra, Rosa Mu?oz, de 25, y a su cu?ada Edilsa, de 18. Estos seis eran los invitados m¨¢s tempraneros a la fiesta de cumplea?os de un sobrino que jam¨¢s se celebr¨®.
"La desaparici¨®n es la forma m¨¢s perfeccionada de tortura. Si te sacan los ojos, sabes que eso se terminar¨¢. Pero el dolor de una desaparici¨®n nunca tendr¨¢ fin", asegura Adriana en Madrid, donde hoy se personar¨¢ como acusaci¨®n ante la Audiencia Nacional en la querella de Rigoberta Mench¨² por genocidio y terrorismo de Estado contra dirigentes guatemaltecos.
En la tarde del viernes 11 de septiembre de 1981, a las dos, Adriana Portillo se acercaba a la casa de su padre, con otra cu?ada, con la idea de celebrar ese cumplea?os. Ven¨ªa de su pueblo, Juliapa, y sus dos hijas mayores se le hab¨ªan adelantado la v¨ªspera, tra¨ªdas hasta la capital guatemalteca por el abuelo. De pronto, se toparon con un operativo de polic¨ªas, militares y agentes de civil que rodeaban la cuadra y que las pararon en seco. "Nos apuntaron con subametralladoras y nos empezaron a interrogar all¨¢ en la puerta. Quer¨ªan saberlo todo, nuestra relaci¨®n con los que all¨ª viv¨ªan, si conoc¨ªamos al perro, en qu¨¦ trabaj¨¢bamos, de d¨®nde ven¨ªamos".
A ratos, los uniformados les dec¨ªan que pod¨ªan pasar, que all¨ª les esperaba su padre. A ratos, que su familia ya hab¨ªa marchado a su pueblo y que se habr¨ªan cruzado en el camino. Y a ratos, que estaban bromeando.
La prensa dijo que el operativo hab¨ªa desarticulado un "reducto guerrillero".
La verdad se la cont¨® a su hermano un testigo, el tendero de enfrente, que hab¨ªa escuchado los gritos de mujeres y ni?os durante la operaci¨®n. Tambi¨¦n se vieron mangueras limpiando el patio.
"Supongo que a mi pap¨¢, mi madrastra y mi cu?ada los han matado", dice con voz temblorosa Adriana Portillo 18 a?os despu¨¦s. "Pero las ni?as..., tengo la esperanza de que est¨¦n vivas. Tengo periodos en que lo veo todo negro, pero, en general, guardo la esperanza".
Son 6.000 los ni?os desaparecidos durante la guerra civil en Guatemala, contabilizados por la Comisi¨®n de Esclarecimiento Hist¨®rico que ha clasificado a Adriana como "el caso ilustrativo n¨²mero 87". De ellos, la mayor¨ªa ha muerto. Pero todos creen que los menores de 5 a?os eran vendidos en adopci¨®n; los que ten¨ªan entre 5 y 13 a?os eran entregados a cuarteles militares para su explotaci¨®n, y los mayores de 13, simplemente liquidados como subversivos.
A diferencia de Argentina y Uruguay, donde las madres ya se han organizado y conseguido las primeras identificaciones de v¨ªctimas, en Guatemala el proceso apenas empieza.
"Yo estuve muchos a?os callada. Lo denunci¨¦ por primera vez en Guatemala en enero de 1997, despu¨¦s de los acuerdos de paz. Hasta entonces, abrir la boca habr¨ªa sido firmar su sentencia de muerte".
Aunque Adriana se mud¨® con otros familiares a la capital guatemalteca tras aquella tarde fat¨ªdica, para "perderse y pasar inadvertidos entre tanta gente", apenas dur¨® tres a?os all¨ª. Pronto el Ej¨¦rcito les encontr¨® y empez¨® a intimidarles: cad¨¢veres frente a su puerta, arresto de su marido, asalto de madrugada. "La pr¨®xima vez no vivir¨¦is para contarlo", les dijeron la ¨²ltima vez. Y unos d¨ªas despu¨¦s, "con lo puesto y una bolsa pl¨¢stica con fotos", cruzaron la alambrada de p¨²as que separa M¨¦xico de Arizona. Hoy, Adriana Portillo dirige en Chicago una organizaci¨®n para buscar ni?os desaparecidos. No cree en la justicia de su pa¨ªs, pero ahora tiene dos cosas en la mano: la primera, el auto por el que el juez de la Audiencia Guillermo Ruiz Polanco admiti¨® la querella de Mench¨²; y la segunda, uno de los participantes en la operaci¨®n contra su familia est¨¢ dispuesto a hablar. Esto es lo que, hoy, Adriana Portillo pondr¨¢ en bandeja al juez.
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