Querido Coliseum
El Cine Coliseum es considerado por los arquitectos como m¨¢stil de la modernidad madrile?a. Data de 1930. La sobria elegancia de su fachada y la ¨²til racionalidad desplegada en el tratamiento de sus espacios interiores, brindan a la Gran V¨ªa buena cuota de esa distinci¨®n cosmopolita que la ha convertido en se?a de identidad capitalina. Compendio de estilos y de tendencias, fue proyectado por Casto Fern¨¢ndez-Shaw, uno de los mejores arquitectos espa?oles del siglo XX.Con ¨¦l colabor¨® Pedro Muguruza. El encargo les fue hecho por el Maestro Guerrero.Hoy, el Coliseum sufre un dilema irresoluble: su arquitectura, la unicidad de su sala, se halla en peligro; pero, si logra mantenerla ¨ªntegra, peligra su viabilidad comercial como negocio de espect¨¢culos. ?ste es el enredo en el que el Coliseum se ve atrapado. Y tambi¨¦n el meollo del debate celebrado el jueves en la Fundaci¨®n del Colegio de Arquitectos de Madrid. Bajo el lema Arquitecturas en peligro, Javier Garc¨ªa-Guti¨¦rrez Mosteiro, responsable de la Comisi¨®n colegial de Cultura, invit¨® al debate a Alejandro Colubi, presidente de la Asociaci¨®n de Empresarios de Locales de Teatro, y a los arquitectos F¨¦lix Cabrero, profesor y experto en la arquitectura de Fern¨¢ndez Shaw, Amparo Berlinches, de la Comisi¨®n colegial de Patrimonio, ?ngel Sanz, t¨¦cnico municipal experto en gesti¨®n urban¨ªstica, y Juan Miguel Hern¨¢ndez de Le¨®n, director de la Escuela de Arquitectura de Madrid.
Entre todos trazaron el relato, inconcluso, del Coliseum: en mayo de 1990, el cine fue adquirido por el empresario Bautista Soler. Cuando lo compr¨®, el edificio contaba con una categor¨ªa de protecci¨®n urban¨ªstica que permit¨ªa a su propietario, en ¨²ltimo t¨¦rmino, su vaciado interior. El discurrir del negocio llev¨® al empresario levantino a replante¨¢rselo en su conjunto. Su mantenimiento le resultaba en exceso caro, tanto por el gasto de calefacci¨®n invernal como por la refrigeraci¨®n veraniega, asegura. Adem¨¢s, la querencia de los espectadores por ocupar s¨®lo localidades de patio de butacas proyectaba sobre el cine la penumbra de su inviabilidad econ¨®mica. Para atajarla, su due?o plante¨® fragmentar la sala en media docena de minicines. Persegu¨ªa as¨ª el reflotamiento comercial del Coliseum, pero ello implicaba, obligadamente, la fractura del espacio arquitect¨®nico del que la maestr¨ªa de Casto Fern¨¢ndez-Shaw lo hab¨ªa dotado.
Paralelamente, los planes urban¨ªsticos del Ayuntamiento y las normas de la Comunidad de Madrid fueron modificando al alza la protecci¨®n del cine. El due?o intent¨® adaptar a ellos sus reformas: cinco salas, una de ellas grande, convertible en teatro. Denegado. Recurri¨®. Recibi¨® promesas. Retir¨® el recurso. Hoy, el cine se halla en tr¨¢mite de ser considerado Bien de Inter¨¦s Cultural, rango que convertir¨ªa su arquitectura en intocable. Todos dicen amar el Coliseum. Pero unos y otros pueden acabar mat¨¢ndolo.
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