Pacto de no agresi¨®n
No es habitual que pol¨ªticos responsables acuerden mantener entrevistas para escenificar el abismo que los separa. Lo normal, m¨¢s a¨²n, lo que los ciudadanos tienen derecho a exigir de sus representantes, es que sus reuniones vengan precedidas por un clima y un trabajo que facilite la firma de acuerdos o, en su defecto, la aproximaci¨®n de posiciones. No ha sido as¨ª en esta ocasi¨®n: el clima previo fue conscientemente degradado con mutuas acusaciones y todo el trabajo anterior consisti¨® en traer de casa los textos redactados para recitarlos con mal gesto a un imposible interlocutor y hacerlo saber luego al gran p¨²blico.Tenemos todo el derecho del mundo a sentirnos estafados por semejante escenificaci¨®n. Si no ten¨ªan nada que dialogar ni de qu¨¦ hablar, si todo lo que estaban dispuestos a hacer consist¨ªa en recitar una vez m¨¢s lo que ya sab¨ªan, lo que ya se ten¨ªan dicho y repetido, mejor hubiera sido no haber celebrado la entrevista. Constituye una grav¨ªsima falta de responsabilidad aprovechar las pocas ocasiones que a¨²n quedan de hablarse para ahondar los abismos y dar estado p¨²blico a las rupturas.
De todas formas, y aunque se trate de una conducta ins¨®lita, sus razones habr¨¢n tenido Aznar e Ibarretxe para no suspender una entrevista a todas luces improcedente. En el caso del PNV, su prop¨®sito es claro como el agua: desde el incomprensible -porque nadie ha explicado todav¨ªa su oportunidad ni los temas tratados- encuentro de Xabier Arzalluz con Felipe Gonz¨¢lez, el inter¨¦s del Gobierno minoritario de Ibarretxe consiste en atraer al PSE con objeto de aislar al PP sin necesidad de enunciar ning¨²n cambio de pol¨ªtica y reafirmando sus objetivos estrat¨¦gicos. Hasta d¨®nde est¨¦n dispuestos los socialistas a ceder para volver al redil y dejar en solitario al PP lo puso muy en evidencia el hecho de no retirar su propuesta de paz cuando PNV y EA se negaron a aceptar su cuarto, y crucial, punto, el que exig¨ªa respeto a la legalidad vigente. Si aquella propuesta ten¨ªa alg¨²n sentido era el de ser aceptada o rechazada en bloque, nunca por tramos para que PNV y EA no se sintieran inc¨®modos al votarla.
De la parte del PP, es muy posible que se haya embebido tanto en su propio discurso, y se haya ofuscado tanto por su inesperado crecimiento, que no sea capaz de percibir los escollos en que puede naufragar una pol¨ªtica de sistem¨¢tica confrontaci¨®n con el PNV. El XCongreso de su agrupaci¨®n de Vizcaya ha anunciado el comienzo de una nueva etapa de "sustituci¨®n democr¨¢tica del nacionalismo", para lo que, naturalmente, el PP se proclama alternativa de gobierno y exige un adelanto de elecciones. Es una apuesta leg¨ªtima y, para un partido hasta hoy en ascenso, plausible: muchos en el PP pueden haberse convencido de que el ciclo de hegemon¨ªa nacionalista est¨¢ en declive, si no agotado, y de que tienen el Gobierno de Euskadi al alcance de la mano.
?Con qui¨¦n? Porque toda la cuesti¨®n radica en el pluralismo y la fragmentaci¨®n de las fuerzas pol¨ªticas de Euskadi, expresi¨®n de una relidad social poco modificable a golpes de voluntarismo. Si el PNV, a pesar de su arraigo centenario en la sociedad vasca, nunca ha obtenido una mayor¨ªa absoluta, con m¨¢s raz¨®n el PP dejar¨¢ de pisar terreno firme si toda su estrategia se reduce a llegar en solitario al Gobierno. Lo m¨¢s probable es que unas elecciones adelantadas den un resultado similar al actual, quiz¨¢ todav¨ªa con un ligero incremento popular a costa de la franja de votantes socialistas que castigue las confusas y cambiantes pol¨ªticas de su partido. Entonces, el PP tendr¨ªa que bajar de su nube para enfrentarse a la dura realidad de que nadie querr¨ªa formar gobierno con ¨¦l.
Contra el PNV, es imposible vislumbrar una salida al laberinto de la pol¨ªtica vasca; como lo es buscar un atajo sin el PP. ?Ser¨ªa mucho pedir que estos dos partidos, que se definen democr¨¢ticos, establecieran una especie de pacto de no agresi¨®n como primer paso antes de convocar la pr¨®xima entrevista?
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