El abrazo de la Uni¨®n.
El presidente Chirac acaba de proponer una Constituci¨®n europea. Es un giro fundamental, pero hay que enmarcarlo en un debate m¨¢s amplio sobre el futuro de la UE y de sus instituciones.Por fin el debate europeo sale de su aton¨ªa. En los ¨²ltimos meses, voces tan autorizadas como los presidentes de Alemania, Johannes Rau, y de la Rep¨²blica Italiana, Carlo Azeglio Ciampi, el veterano t¨¢ndem Giscard d'Estaing-Schmidt, la voz siempre vigilante de Jacques Delors, y otros que hemos aportado nuestro granito de arena, hemos contribuido a animarlo, hablando casi todos de federalismo. Pero el m¨¦rito de colocar la cuesti¨®n en primera p¨¢gina de actualidad corresponde a Joskha Fischer, que ha sabido despojarse de la rigidez del cargo y expresar su pensamiento. Sea bienvenida su provocaci¨®n; Goethe dijo que cada generaci¨®n debe ganarse lo que ha heredado.
De hecho, afrontamos dos debates: uno pol¨ªtico, el ?quo vadis Europa?, consistente por fin en la consagraci¨®n de la UE como comunidad de valores, a trav¨¦s de la Carta de Derechos Fundamentales, acentuada por los acontecimientos en Austria y por la ampliaci¨®n; el segundo, el federativo, se refiere al m¨¦todo. Una vez m¨¢s, el dilema de la construcci¨®n europea, eterno Dios Jano, se repite. Una "Uni¨®n cada vez m¨¢s estrecha entre nuestros pueblos", como reza el art¨ªculo A de los Tratados, deber¨¢ concluir, sin duda, en un abrazo final frente a la temida disoluci¨®n en una zona de libre cambio. De momento, esta Uni¨®n se basa en dos pilares: las altas partes contratantes que son los Estados y los ciudadanos, con unos objetivos compartidos y unas instituciones (el tri¨¢ngulo b¨¢sico Comisi¨®n-Parlamento-Consejo), m¨¢s el ojo vigilante del Tribunal de Justicia. El debate no se produce, pues, ex-novo o en un marco acad¨¦mico, sino que el futuro tiene que construirse sobre la base del presente.
En relaci¨®n con el peso de la Historia, conviene recordar algunos elementos. El primero es que el pasado no est¨¢ hecho s¨®lo de Estados-Naci¨®n. La Historia de Europa es el infierno y el para¨ªso de Braudel, en el que compartimos valores (la concepci¨®n griega del hombre, el derecho de Roma, la herencia judeocristiana -e isl¨¢mica tambi¨¦n-, el Renacimiento y la Ilustraci¨®n) y tragedias debidas a la reiterada pretensi¨®n de reyes, emperadores o dictadores de imponer su hegemon¨ªa. Carlomagno, Carlos V y Napole¨®n compartieron una concepci¨®n de la unidad europea como un negocio familiar. Ciertamente, tenemos nuestra propia identidad, pero si hici¨¦semos balance de nuestro contenido mental (opiniones, normas, deseos, presunciones), notar¨ªamos que la mayor parte de todo eso no le viene al franc¨¦s de su Francia, ni al espa?ol de su Espa?a, sino del fondo com¨²n europeo, como dijo con raz¨®n Ortega y Gasset.
En este caleidosc¨®pico y dram¨¢tico proceso, la relaci¨®n franco-alemana -"una historia, dos memorias", ha dicho expresivamente Rudolf von Thadden- es central, pero no ¨²nica. Hoy es el destino compartido de 15 Estados con 380 millones de ciudadanos, y pasado ma?ana de 27 o 28 con 480 o 580 millones.
?Ha llegado, por tanto, el momento del gran salto adelante, frente al paso a paso de Monnet? Tiene cierta iron¨ªa el considerar a Monnet como un funcionalista pacato cuando toda su vida hizo propuestas revolucionarias; en 1940 consigui¨® que Churchill y De Gaulle aceptaran su propuesta de Uni¨®n pol¨ªtica francobrit¨¢nica, organiz¨® el sistema de transporte aliado en las dos guerras mundiales, lanz¨® la CECA y la Comunidad Europea de Defensa y, tras su defenestraci¨®n como jefe de la Alta Autoridad, acab¨® sus d¨ªas fundando la Asociaci¨®n por los Estados Unidos de Europa. Si algo necesita la construcci¨®n europea es de militantes tenaces de la interdependencia como Monnet, que reiteradamente, desde su exilio en Argel hasta la Declaraci¨®n del 9 de mayo de 1950, hablaban de una Federaci¨®n europea como objetivo com¨²n. Resulta parad¨®jico que 50 a?os despu¨¦s, y con la mayor parte del edificio construido, hablar de Federaci¨®n siga resultando casi subversivo, lo que representa un gran ¨¦xito de la llamada prensa anglosajona, y de la sistem¨¢tica enemistad de los conservadores brit¨¢nicos que han logrado convertir en tab¨² la expresi¨®n.
Dado que en este terreno las palabras y las definiciones son enga?osas -no en vano, la Confederaci¨®n Helv¨¦tica es un modelo de Federaci¨®n y la URSS era una Federaci¨®n, al menos en su t¨ªtulo-, conviene definir lo que entendemos por federalismo.
Para hacerlo, nada m¨¢s pr¨¢ctico que retomar la cl¨¢sica definici¨®n de Madison en ese gran cl¨¢sico de la literatura pol¨ªtica que son los Federalist Papers, al debatir sobre si la Uni¨®n americana ser¨ªa perpetua:
-La no centralizaci¨®n. El poder reside en una alianza de estados soberanos, y est¨¢ deliberadamente repartido para salvaguardar la libertad y vitalidad de los mismos.
-La negociaci¨®n continua. Las decisiones se adoptan en un proceso continuo de negociaci¨®n entre los estados federados y el poder federal y, a menudo, entre los asociados.
-Constitucionalismo. Con una norma que compromete la lealtad de las partes a los principios, filosof¨ªa, objetivos y misi¨®n, as¨ª como las competencias, derechos y responsabilidades de las partes.
-Territorialidad. Existen fronteras precisas entre las unidades constituyentes, con una "doble ciudadan¨ªa", del propio estado federado y la federaci¨®n, lo cual conduce a un sistema bicameral.
-Equilibrio de poderes. Tanto entre el poder central y los federados, como de ¨¦stos entre s¨ª, con la garant¨ªa de un Tribunal Constitucional.
-Autonom¨ªa. Los estados federados son muy libres de autogobernarse en la medida en que no violen los principios de la uni¨®n.
El federalismo parte, pues, de la existencia de un consenso de base y una cooperaci¨®n conflictiva y leal entre individuos e instituciones que tienen a orgullo la preservaci¨®n de sus respectivas integridades. No es un m¨¦todo para resolver problemas de diversidad, sino m¨¢s bien un medio para encauzar un potencial positivo de fuerzas que podr¨ªan volverse destructivas si se confrontaran, como ocurri¨® demasiado a menudo en el pasado.
Por eso, el debate entre lo que est¨¢ en el telar, los temas de la Conferencia Intergubernamental en curso y el horizonte federalista, no se pueden separar. Si se examina el temario, se comprueba que las cuestiones clave son de reparto de poder federativo:
La composici¨®n de la Comisi¨®n, en donde las tesis en presencia oscilan entre una opci¨®n m¨¢s intergubernamental (un comisario por pa¨ªs) y una m¨¢s comunitaria (20 comisarios con rotaci¨®n).
La regla de la mayor¨ªa en el Consejo, como m¨¦todo de decisi¨®n, con una reponderaci¨®n de los votos que tenga en cuenta la poblaci¨®n, es una propuesta federativa.
Mayor¨ªa en el Consejo implica codecisi¨®n legislativa con el Parlamento Europeo y control judicial de las decisiones por el Tribunal de Justicia. Las resistencias a pasar de la unanimidad a la mayo
r¨ªa, diversas seg¨²n los pa¨ªses, justifican que el tema de las "cooperaciones reforzadas", o, mejor dicho, la vanguardia de la integraci¨®n, haya adquirido un papel crucial.Si se suman a estos temas pendientes desde Amsterdam, no por ser restos, sino por ser cuestiones cruciales, la Carta de Derechos Fundamentales y la Identidad Europea de Defensa (temas ambos de actualidad no a petici¨®n de federalistas so?adores, sino por iniciativa del propio Consejo), se puede tener una idea cabal del alcance del debate constitucional en curso, desgraciadamente a puerta cerrada. En este sentido, la Convenci¨®n para la elaboraci¨®n de la Carta de Derechos Fundamentales, con 32 parlamentarios (16 del PE y 2 de cada pa¨ªs miembro, adem¨¢s de la Comisi¨®n y los representantes de los Gobiernos), es una f¨®rmula m¨¢s abierta y transparente.
?ste es el debate federativo en este momento. Quiz¨¢ la cr¨ªtica m¨¢s fundada que cabe hacer de las propuestas de Fischer es que hace caso omiso, en gran medida, del actual equilibrio institucional.
As¨ª, proponer un presidente de la Uni¨®n elegido por sufragio universal, cuando la l¨®gica actual es la de un presidente de la Comisi¨®n configurado b¨¢sicamente como un primer ministro parlamentario.
En Europa predominan los reg¨ªmenes parlamentarios y no conviene olvidar que somos una Uni¨®n de ocho Rep¨²blicas y siete Monarqu¨ªas, lo cual plantea dificultades para una soluci¨®n presidencialista tipo Estados Unidos.
Tampoco aclara la relaci¨®n entre el presidente electo (?del Consejo?) y la Comisi¨®n. ?Mantenemos la Comisi¨®n y la reforzamos u optamos por un Directorio basado en el Consejo?
En lo que respecta al sistema parlamentario, reconociendo la doble legitimidad, propone soluciones confusas y contradictorias. As¨ª, plantea para el Parlamento Europeo una vuelta al pasado de doble mandato (en t¨¦rminos alemanes, equivaldr¨ªa a proponer que los diputados al Bundestag fueran los de su Landtag); y una segunda C¨¢mara, que ser¨ªa f¨¢cil de constituir si al Consejo en funciones legislativas se le pusiera cara y ojos, con un sistema de plenipotenciarios tipo Bundesrat. Sobre todo, no da respuestas a la crisis del Consejo, que ha explotado literalmente, sin ninguna instancia democr¨¢tica que imponga coherencia en su actuaci¨®n.
La piedra de toque del proceso es saber c¨®mo se relaciona su propuesta con el esquema actual mejorando su legitimidad y coherencia.
Todos los esfuerzos para constituir vanguardias, n¨²cleos duros, tienen que partir siempre de la igualdad de derechos de los socios y de la unidad del sistema institucional. No caben matriuskas rusas de diversos juegos institucionales.
Una ¨²ltima reflexi¨®n sobre una dimensi¨®n esencial. Hemos decidido crear el euro. Ya existe como divisa fiduciaria. Tenemos que conseguir que nuestros pueblos lo acepten y debemos defenderlo con una capacidad econ¨®mica reforzada.
Heroica misi¨®n con un presupuesto limitado al 1,27% del PNB europeo frente al 20% americano. Ello implica que incluyamos en el debate el federalismo fiscal, con criterios de contribuci¨®n y solidaridad debatidos y votados de manera p¨²blica.
La Uni¨®n Europea tiene ya una fuerte dimensi¨®n federativa, la comunitaria, y m¨¢s avanzada en instituciones como el BCE o el Tribunal de Justicia. Si cumple sus propias previsiones y compromisos creando una moneda ¨²nica, una pol¨ªtica exterior y de seguridad com¨²n, y resuelve democr¨¢ticamente su sistema de financiaci¨®n ser¨¢ un sistema federal a su manera, todos y cada uno lo son. La Uni¨®n cada vez m¨¢s estrecha no puede mantenerse eternamente como un noviazgo plat¨®nico, o un encuentro ocasional; tiene que dar paso a un destino compartido. El m¨¢s equilibrado y democr¨¢tico en la historia es el federal.
-Enrique Bar¨®n Crespo es presidente del Grupo Socialista en el Parlamento Europeo.
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