La polic¨ªa detiene a dos hombres por el asesinato de Beatriz Agredano hace tres a?os en Vic¨¢lvaro
A Beatriz Agredano, de 21 a?os, la asesinaron el 27 de noviembre de 1996, destroz¨¢ndole la cabeza con una piedra. Su cad¨¢ver semidesnudo fue hallado al d¨ªa siguiente en el cerro de Almod¨®var, un paraje des¨¦rtico cercano a Vic¨¢lvaro. Casi cuatro a?os despu¨¦s, tras entrevistar a m¨¢s de un centenar de personas, seguir una multitud de pistas y atender una llamada reveladora, la polic¨ªa ha detenido a dos hombres -ambos est¨¢n ya en prisi¨®n por orden judicial- como presuntos asesinos de la joven. Raptaron a Beatriz en la estaci¨®n de cercan¨ªas de Vic¨¢lvaro y la llevaron a ese cerro para violarla.
Unos compa?eros de Beatriz, que trabajaba de int¨¦rprete de ingl¨¦s en una discogr¨¢fica, la llevaron en coche, el mi¨¦rcoles de su muerte, a la estaci¨®n de cercan¨ªas de Vallecas. All¨ª se perdi¨® el rastro de la joven, a la que encontraron, la ma?ana siguiente, boca abajo, con su camiseta negra y el sujetador anudados al cuello. M¨¢s de tres a?os ha empleado la polic¨ªa en aclarar lo que ocurri¨®: Beatriz se baj¨® del tren en la estaci¨®n de Vic¨¢lvaro, distrito en el que viv¨ªa, a las nueve de la noche. Pero no lleg¨® nunca a casa: dos hombres, Antonio S. L., de 33 a?os, y Antonio ?ngel B., de 40, la forzaron a acompa?arles, a campo traviesa, al cerro de Almod¨®var, situado a 800 metros de la estaci¨®n. El trayecto dur¨® 15 minutos. Antonio S. L. ha confesado que iba "muy borracho". Beatriz intent¨® escaparse corriendo, sin ¨¦xito. A rastras, la subieron hasta el cerro, donde le arrancaron las ropas. Para acallar sus gritos y reducir la resistencia de la v¨ªctima, uno de los agresores le anud¨® su jersey alrededor del cuello. Pero no llegaron a violarla. A la media hora del secuestro, Antonio ?ngel B., seg¨²n ha reconocido ante la polic¨ªa, le destroz¨® el cr¨¢neo con una piedra de gran tama?o.La polic¨ªa, en un primer momento, se confes¨® desconcertada, dada la ausencia de pistas. De hecho, se desconoc¨ªa incluso si a Beatriz la hab¨ªan raptado en la estaci¨®n de Vallecas o en la de Vic¨¢lvaro, ya que el cerro de Almod¨®var est¨¢ equidistante de ambos. Unos d¨ªas despu¨¦s del crimen, los dos agentes de la secci¨®n de Homicidios encargados del caso descubrieron que a 200 metros de la estaci¨®n de Vic¨¢lvaro y a 600 del cerro, al costado de una cementera visitada constantemente por camiones volquete, hab¨ªa una casa baja habitada por un grupo de cinco o seis hombres. "Trabajaban en chapuzas, como alba?iles en Vic¨¢lvaro; a esa casa s¨®lo iban a pernoctar", explic¨® ayer uno de los agentes. All¨ª viv¨ªa el d¨ªa del crimen Antonio S. L., separado, con antecedentes por robo, y all¨ª sigui¨® viviendo hasta el pasado lunes.
Y all¨ª tambi¨¦n viv¨ªa, en noviembre de 1996, Antonio ?ngel B., sin antecedentes, quien al poco tiempo del asesinato se mud¨® a un piso de Torrej¨®n de Ardoz.
La polic¨ªa encontr¨® a Antonio S. L. en la casa y le interrog¨® "como a otras 100 personas en este caso". Le preguntaron si hab¨ªa visto algo sospechoso la noche del crimen. Hubo un detalle que les llam¨® la atenci¨®n: Antonio S. L. neg¨® que Antonio ?ngel B. hubiera pernoctado nunca en la casa, circunstancia que los polic¨ªas aseguraron haber conocido por otros medios. Al interrogar hace tres a?os a Antonio ?ngel B., en Torrej¨®n de Ardoz, ¨¦ste dijo conocer a Antonio S. L. s¨®lo de vista y tambi¨¦n neg¨® haber vivido en esa casa. Ambos eran conocidos en Vic¨¢lvaro, sobre todo en los bares.
La residencia de Antonio es poco m¨¢s de una chabola: pintada de blanco hace much¨ªsimos a?os, fue en su tiempo refugio del guarda de la cementera cercana. Sucia, descuidada, con un tejado de uralita que amenaza desplomarse, rodeada de basura, sobre todo latas de cerveza que forman aut¨¦nticas monta?as oxidadas. Ayer, adem¨¢s del rastro de hogueras, hab¨ªa, enfrente de la puerta negra de metal cerrada con un candado, un cazo de aluminio vac¨ªo y una bolsa de pan duro. Tambi¨¦n un platito de los que se usan para dar de comer a los gatos o a los perros. Delante, a 200 metros, un t¨²nel que salva bajo tierra las v¨ªas del tren de cercan¨ªas. A la izquierda, la constante nube de polvo que expulsa la cementera. Al fondo, la silueta amarilla del recalentado, pelado y solitario cerro de Almod¨®var.
Hasta ese cerro inclemente subi¨®, cada semana durante tres a?os y siete meses, el padre de Beatriz, Julio Agredano. Le empujaban dos motivos: llevar flores al lugar donde su hija fue asesinada y encontrar pistas preguntando a la gente de la zona. La foto de la joven hab¨ªa ya aparecido en todos los peri¨®dicos y en todas las cadenas de televisi¨®n, pero el padre segu¨ªa buscando por su cuenta. Todos los d¨ªas que llevaba flores al cerro de Almod¨®var pasaba ante la chabola de Antonio, normalmente vac¨ªa.
Encuentro con el sospechoso
Un d¨ªa, el padre de la v¨ªctima se encontr¨® de frente con el supuesto asesino, al que, ignorando a qui¨¦n ten¨ªa delante, pidi¨® ayuda y ofreci¨® dinero por una pista. "Y me respondi¨®: 'No se preocupe; si yo me cruzo con el asesino, lo mato con mis propias manos", recordaba ayer Agredano, que lleg¨® a conversar con Antonio S. L. hasta 10 veces m¨¢s. En los ¨²ltimos meses, la investigaci¨®n, adormecida, se reanim¨®. El padre asegur¨® ayer que en octubre pasado recibi¨® una llamada de tel¨¦fono en su casa que volvi¨® a poner el caso en la pista buena: una persona le indic¨® que los asesinos de su hija eran algunos de los inquilinos de la casucha.
Los agentes volvieron a interrogar a Antonio y a Antonio ?ngel. Las contradicciones entre ambos fueron en aumento. Al final, ¨¦ste reconoci¨® el lunes el crimen y se arrepinti¨®. ?Por qu¨¦ la mataron? La respuesta s¨®lo la saben los detenidos y el juez. Pero la polic¨ªa cree que a Beatriz le perjudic¨® fatalmente haber reconocido a sus agresores, porque iban mucho por los bares de Vic¨¢lvaro.
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