Maestro Caetano
Guitarra y voz
Caetano Veloso
Caetano Veloso (voz y guitarra), Jaques Morelenbaum (chelo), Luiz Brazil (guitarras), Rowney Scott (saxo), Joatan Nascimento (trompeta), Roberto Silva (tromb¨®n), Alberto Continentino (bajo), Ronaldo Silva (bater¨ªa), Josino Eduardo, Eduardo Josino, M¨¢rcio Victor y Andr¨¦ Junior (percusi¨®n). Patio Central del Conde Duque. Madrid, 3 de julio.
Un tel¨®n de fondo de color rojo, luces anaranjadas de buscado efecto teatral y, colgando de la estructura met¨¢lica, el m¨®vil plateado en forma de pez abstracto creado por el artista pl¨¢stico H¨¦lio Eichbauer. A la izquierda del escenario, los cuatro j¨®venes percusionistas; a la derecha, violonchelo, guitarra y secci¨®n de metales. En un flanco, la herencia r¨ªtmica africana, y al otro lado, la huella del jazz y la m¨²sica cl¨¢sica europea.Mientras en Brasil se discute si la ense?anza del espa?ol debe ser materia obligatoria en las escuelas, Caetano Veloso dej¨® o¨ªr anoche en Madrid el suave sonido del idioma portugu¨¦s que se habla en Brasil. Aparc¨® en la memoria las canciones hispanoamericanas de Fina estampa y trajo el repertorio de sus dos espl¨¦ndidas grabaciones en estudio -Livro- y en directo -Prenda minha-.
No hubo sorpresas. S¨®lo la confirmaci¨®n de que en Caetano Veloso encontramos a uno de los creadores de m¨²sica popular m¨¢s importantes. Con una obra reciente construida con tanta inteligencia como atrevimiento.
Abri¨® el recital con Minha voz, minha vida: "S¨®lo es porque yo traigo la vida aqu¨ª en la voz". Acompa?ado por una banda notable en la que brilla con luz propia Jaques Morelenbaum, su alter ego para orquestar y dirigir a los m¨²sicos: un chelista estratosf¨¦rico al que Ryuichi Sakamoto est¨¢ esperando impaciente que se re¨²na con ¨¦l para su inminente gira.
Tocan el maracat¨² en decas¨ªlabos de Livros ("Casi no ten¨ªamos libros en casa..."), la en¨¦rgica Jorge de Capadocia, de Jorge Ben (Jor), la l¨ªrica Terra o Prenda minha, la canci¨®n folcl¨®rica del sur de Brasil que Miles Davis grab¨® en un disco de principios de los a?os sesenta, olvid¨¢ndose de darle el cr¨¦dito debido. Precisamente aquellos refinados arreglos de cuerda y vientos que Gil Evans escribi¨® para el trompetista y los tambores panafricanos de las calles de Salvador de Bah¨ªa definen la partitura del concierto.
Luego se queda solo. Una guitarra y una voz. El momento que casi todos anhelan: el Caetano susurrante e intimista. El disc¨ªpulo amoroso de Jo?o Gilberto, que mece con la bell¨ªsima Quando o samba ¨¦ samba o un desgarrador Lamento borincano. Elegante en el gesto, convincente en la voz y la intenci¨®n.Y regresan los m¨²sicos para mezclar su Baby tropicalista con la Diana de Paul Anka, interpretar una samba infantil a partir de una frase en ingl¨¦s (How beautiful could a being be?), acercarse a la dodecafon¨ªa dance en Doideca o llevarnos hasta las luminosas tierras de Bah¨ªa con Na baixa do sapateiro. Un maestro este hijo de Oxossi.
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