Intuiciones
VICENT FRANCHLa izquierda espa?ola est¨¢ de congresos a la b¨²squeda de una nueva identidad que le permita preparar el relevo del PP. Los nacionalismos de toda suerte y condici¨®n (a excepci¨®n del espa?ol, que explota ufano su ¨¦xito electoral y pol¨ªtico), ante la evidencia de una ofensiva ideol¨®gica y pol¨ªtica por parte del sufrido, paciente y por fin redimido concepto de la Espa?a de siempre molesto con los excesos a que habr¨ªa dado lugar una interpretaci¨®n generosa del art. 2 de la Constituci¨®n y del consiguiente T¨ªtulo VIII, se debate entre la autodefensa y la perplejidad. Son las claves del cambio, el resultado de algo que empez¨® a finales de los ochenta y que sucesivos hechos han ido corroborando: La sustituci¨®n pol¨ªtica de la mayor¨ªa socialista (o del conjunto de la izquierda) por otra de signo contrario en buena parte de los diferentes ¨¢mbitos de competici¨®n pol¨ªtica. Mientras la izquierda se muestra perpleja ante la herrumbre de su propio acervo ideol¨®gico y la consiguiente limitaci¨®n con que ¨¦ste le permite la modernizaci¨®n del discurso b¨¢sico, los nacionalismos habr¨ªan encontrado en las salidas de tono del nacionalismo espa?ol, ahora legitimado por las urnas, una raz¨®n suplementaria para mantener el fuego sagrado de la resistencia a la uniformizaci¨®n, un impulso renovado para la cr¨ªtica al ambiguo y complejo modelo de unitarismo-autonomismo que tantos malentendidos ha generado, genera y generar¨¢, y un acicate para desarrollar los viejos postulados del mal llamado victimismo nacionalista frente a posiciones oficiales o para-oficiales que dan por sentado que ya estaba bien de excesos y que es hora de reconducir las cosas a terrenos de menor ¨ªndice de autodeterminaci¨®n.
El error b¨¢sico del Gobierno del PP con la soluci¨®n a aplicar para lograr la paz en Euskadi y la tentaci¨®n confesada de hacer valer los viejos tics del noventayochismo trufado de falangismo y de descentralizaci¨®n administrativa ma non troppo, conceden a los nacionalismos vasco, catal¨¢n y gallego (en menor medida a todos los dem¨¢s) un plus, un activo muy considerable para supervivencia como movimiento a la contra. Pero en el c¨¢lculo de la mayor¨ªa gobernante no se desde?a la b¨²squeda indirecta de un encajonamiento de las oposiciones entre dos frentes muy bien trabados: por una parte, la oposici¨®n nacionalista es presentada como disociativa y ego¨ªsta; por otra, a la izquierda se le recrimina orfandad program¨¢tica y caos discursivo. Mientras tanto, el gobierno, amparado en la coyuntura econ¨®mica favorable se proyecta hacia las clases populares se?al¨¢ndose a s¨ª mismo como el ¨²nico socio ¨²til a quien confiar las pol¨ªticas para las rentas menores.
El esquema, adem¨¢s, parece propiciar una entente entre la izquierda sin discurso (y con mucho que resolver en su interior) con un nacionalismo al que la estrategia oficial coloca demag¨®gicamente en la ¨®rbita del entorno discursivo de EH. Una pi?a de todo punto inconveniente. Dado que la izquierda lo tiene muy dif¨ªcil para salir del pozo en el pr¨®ximo lustro, cuanto m¨¢s se acerque el nacionalismo a ella mayor ser¨¢ el hostigamiento ideol¨®gico del gobierno hacia ¨¦ste, mayor la confusi¨®n entre los electores y menor la capacidad de generar alternativas con trazas de ¨¦xito. Dudo mucho que el discurso cerrado y end¨®geno del nacionalismo (tambi¨¦n del nuestro, que, adem¨¢s, est¨¢ deficientemente elaborado y es poco competitivo en el mercado ideol¨®gico local) y el anquilosamiento del pensamiento de izquierdas vayan a permitir pensar en ¨¦xitos pr¨®ximos.
Vicent.Franch@uv.es
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