El profesor Rojo.
Durante estos a?os de democracia, en distintas ocasiones los ciudadanos hemos cre¨ªdo tener mal fario. Eso es lo que dijimos cuando estall¨® con toda su crudeza el esc¨¢ndalo de Luis Rold¨¢n: qu¨¦ mala suerte hemos tenido con el primer civil director de la Guardia Civil, que nos ha salido rana. Pocas veces, al contrario, nos hemos sentido estimulados con la presencia de funcionarios p¨²blicos honrados a carta cabal, sobresalientes en su profesi¨®n y paradigma para los dem¨¢s funcionarios y para el p¨²blico en general. Y mucho menos en estos tiempos en que ser servidor p¨²blico no est¨¢ precisamente de moda. Pocas veces, pero las ha habido: c¨®mo no recordar, por ejemplo, en esta categor¨ªa al inolvidable Francisco Tom¨¢s y Valiente, al frente del Tribunal Constitucional. O a Luis ?ngel Rojo. Ambos dignificaron la funci¨®n p¨²blica.Ma?ana, el profesor Rojo se jubilar¨¢ como gobernador del Banco de Espa?a. Es ¨²til pararnos y hacer balance de la presencia de Rojo en la vida p¨²blica espa?ola. Una trayectoria que invita a considerarle el economista m¨¢s influyente de la misma en sus diferentes facetas: como profesor, como servidor p¨²blico, como intelectual comprometido a trav¨¦s de sus libros, conferencias, intervenciones; y como acad¨¦mico. Todas juntas hacen emerger el dif¨ªcil maridaje del pensamiento y la funci¨®n p¨²blica en una sola persona, cuyo recorrido ha tenido una l¨ªnea de coherencia: modernizar la sociedad espa?ola y hacerla normal despu¨¦s del terrible par¨¦ntesis del franquismo. Rojo se ha subrogado en Aza?a, que escrib¨ªa que el problema espa?ol radica en saber si nuestro pa¨ªs ser¨¢ capaz de sacudirse la modorra e incorporarse a la "corriente general de la civilizaci¨®n europea": marchar hacia su destino de naci¨®n civilizada a trav¨¦s de la secularizaci¨®n del Estado, la soberan¨ªa del poder civil y las mejoras sociales.
Como profesor (catedr¨¢tico de Teor¨ªa Econ¨®mica), Rojo dict¨® su primer curso de macroeconom¨ªa en 1962, en el viejo caser¨®n de San Bernardo que alberg¨® la Facultad de Ciencias Econ¨®micas. Ha contado en alguna ocasi¨®n su nivel de exigencia uno de sus disc¨ªpulos favoritos, Julio Segura, que recuerda la introducci¨®n del pensamiento anal¨ªtico keynesiano en Espa?a por parte de Rojo en un seminario para sus alumnos m¨¢s aventajados. Quiso ¨¦ste incorporar en sus clases la teor¨ªa econ¨®mica dentro de una visi¨®n del conjunto de los conceptos pol¨ªticos y sociales de los que, en ¨²ltima instancia, depende la econom¨ªa. Desde entonces, hasta que la ley de incompatibilidades le impidi¨® proseguir su labor docente -ni a¨²n dando clases gratis-, el profesor Rojo multiplic¨® la calidad y el n¨²mero de sus disc¨ªpulos. Tambi¨¦n fue introductor de Popper, a quien conoci¨® en la London School of Economics, e hizo los primeros an¨¢lisis de la teor¨ªa econ¨®mica marxista de forma anal¨ªtica. Pocos recuerdan que un jovenc¨ªsimo Rojo hizo la traducci¨®n al castellano del inencontrable libro Producci¨®n de mercanc¨ªas por medio de mercanc¨ªas, del economista italiano del C¨ªrculo de Cambridge, Piero Sraffa, el hombre que vincul¨® a Keynes con el ide¨®logo marxista Antonio Gramsci.
Como servidor p¨²blico, la vida de Rojo est¨¢ vinculada sobre todo al Banco de Espa?a. Lo describe el historiador Pablo Mart¨ªn Ace?a en su estupendo libro, reci¨¦n aparecido, El servicio de Estudios del Banco de Espa?a 1930-2000. Rojo fue director del Servicio de Estudios del banco entre 1971 y 1988: 17 a?os, lo que le significa como la persona que m¨¢s tiempo ha estado al mando del mismo y "quien le ha elevado a la altura que ocupa hoy entre las oficinas de su clase, en Espa?a y fuera de ella, y con quien ha alcanzado sus m¨¢ximas cotas de influencia". Durante ese tiempo, Rojo tuvo que trabajar con cuatro gobernadores distintos (Coronel de Palma, L¨®pez de Letona, ?lvarez Rendueles y Mariano Rubio), siete subgobernadores, diez ministros de Hacienda y cuatro vicepresidentes econ¨®micos (Fuentes Quintana, Abril Martorell, Calvo Sotelo y Garc¨ªa D¨ªez). Como director del Servicio de Estudios del banco emisor lo convirti¨® en una entidad productora de ideolog¨ªa econ¨®mica sin parang¨®n, con la que se pod¨ªa estar en desacuerdo, pero a quien nadie le negaba su calidad cient¨ªfica. Form¨® un excepcional plantel de economistas, el equipo de investigaci¨®n econ¨®mica m¨¢s numeroso e importante, e impuls¨® una informaci¨®n estad¨ªstica y la creaci¨®n de una pol¨ªtica monetaria ("la pol¨ªtica monetaria no pasaba de ser una burda suma de instrucciones intervencionistas cuantitativas, muy alejada de la regulaci¨®n desde dentro de los mercados monetarios y financieros", ha escrito Segura) de la que carec¨ªa el pa¨ªs.
De ah¨ª pas¨® Rojo a ser subgobernador y, a partir de 1992, gobernador del Banco de Espa?a. Pero aunque su obra como servidor p¨²blico siempre estar¨¢ marcada por el Banco de Espa?a, no fue all¨ª donde empez¨® su actividad. Veinte a?os despu¨¦s de la conclusi¨®n de la guerra civil, un peque?o grupo de t¨¦cnicos, provenientes en su mayor¨ªa de las reci¨¦n creadas facultades de Ciencias Econ¨®micas (Joan Sard¨¢, Jos¨¦ Luis Sampedro, Rojo, Fuentes Quintana, F¨¦lix y Manuel Varela, Fabi¨¢n Estap¨¦, etc¨¦tera), se percataba de la imposibilidad de un modelo permanente de desarrollo basado en la introspecci¨®n e iniciaban su mirada a Europa. Rojo particip¨® en el Plan de Estabilizaci¨®n de 1959 desde el Servicio de Estudios del Ministerio de Comercio, alrededor de la revista Informaci¨®n Comercial Espa?ola, que dirig¨ªa Fuentes Quintana. Desde entonces, un nombre recorre todas las etapas de la incorporaci¨®n a Europa, desde la estabilizaci¨®n al euro: Luis ?ngel Rojo.
Hemos mencionado algunos de sus coet¨¢neos y de sus disc¨ªpulos. Entre estos ¨²ltimos hay, al menos, dos pol¨ªticos bien insignes, lo que demuestra la capacidad de influencia de nuestro economista: Adolfo Su¨¢rez y Felipe Gonz¨¢lez. Ambos se dejaron aconsejar en primera instancia por el hombre del Banco de Espa?a y aprendieron los rudimentos de la pol¨ªtica econ¨®mica en largas charlas con ¨¦l.
Durante los a?os al servicio de la Administraci¨®n y en la Universidad no dej¨® de escribir. Primero, su libro m¨¢s keynesiano, Keynes y el pensamiento macroecon¨®mico actual, el primer manual que se dispone en castellano del modelo macroecon¨®mico que formulara el pensador de Cambridge treinta a?os antes en la Teor¨ªa general. Diez a?os m¨¢s tarde, Keynes, su tiempo y el nuestro, en el que, manteniendo la admiraci¨®n por Keynes, Rojo se alejaba del keynesianismo hacia posiciones m¨¢s matizadas y cr¨ªticas ante la din¨¢mica del intervencionismo, y partidarias de la eficacia econ¨®mica "como valor inc¨®modo -otros valores le ganar¨¢n siempre la mano en atractivo y en capacidad para generar adhesiones-. Y, sin embargo, el criterio econ¨®mico es condici¨®n indispensable para que la realizaci¨®n de otros valores pueda progresar de modo duradero". Recordaba Rojo en ese libro que su autor, como casi todos los economistas de su generaci¨®n, se hab¨ªa educado en una firme ortodoxia keynesiana en la que estuvo instalado mucho tiempo, pero hab¨ªa procurado no ignorar las cr¨ªticas a
esa ortodoxia ni cerrar los ojos a la erosi¨®n que iba produciendo en ella la experiencia acumulada. Adem¨¢s introdujo el nuevo monetarismo en Espa?a con la publicaci¨®n de ensayos como El nuevo monetarismo, Inflaci¨®n y crisis en la econom¨ªa mundial, La pol¨ªtica monetaria en Espa?a: objetivos e instrumentos (con Jos¨¦ P¨¦rez de coautor) y otros textos. Tambi¨¦n ha publicado un an¨¢lisis de la teor¨ªa econ¨®mica de Marx, que va acompa?ado de un texto sociol¨®gico de V¨ªctor P¨¦rez D¨ªaz.
Aunque al¨¦rgico a las intervenciones p¨²blicas -sobre todo si ¨¦stas llevan incorporado un fuerte aparato medi¨¢tico (pese a ello fue editorialista de EL PA?S en su primera ¨¦poca)-, Luis ?ngel Rojo ha dado numerosas conferencias y ha participado en las sesiones de la Real Academia de Ciencias Morales y Pol¨ªticas, a la que pertenece. En ellas ha manifestado su temor a las consecuencias m¨¢s caprichosas de los mercados financieros y burs¨¢tiles. Ha explicado que estos mercados tienen capacidad para condicionar y modificar las pol¨ªticas econ¨®micas nacionales, imponer ajustes cambiarios, e incluso hacer saltar sistemas de cambios fijos, acentuar la volatilidad de los precios de los activos financieros, zarandear las econom¨ªas generando o acentuando desequilibrios que pueden acabar conduciendo a inflaciones o recesiones, y difundir las tensiones de unos mercados a otros aumentando la probabilidad de que se generen riesgos sist¨¦micos para los que el mundo no est¨¢ preparado. Ha habido un desplazamiento de poder desde los gobiernos a los mercados, cuya consecuencia es una p¨¦rdida de autonom¨ªa de las autoridades nacionales en la elaboraci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica. Por ello, Rojo, que ha tenido que sortear como autoridad monetaria cuatro devaluaciones de la peseta y la intervenci¨®n de Banesto, respirar¨¢ tranquilo cuando ma?ana, al dar posesi¨®n a su sucesor, piense que a partir de ahora las turbulencias, si las hay, las tendr¨¢ que administrar otro.
Dec¨ªamos al principio que Espa?a hab¨ªa tenido buena suerte al tener como servidor p¨²blico a Rojo. Era una forma de escribir: no ha sido buena suerte, sino su gran labor profesional y docente desde hace m¨¢s de cuatro d¨¦cadas. Ha renunciado a ser ministro en alguna ocasi¨®n; tampoco quiso ser presidente del Banco Central Europeo cuando la pugna entre alemanes y franceses impon¨ªa la l¨®gica de una tercera v¨ªa. Esperemos que a partir de ahora vuelva a escribir, a ense?ar y a reivindicar el papel intelectual del economista, como dijo en 1986 delante de los Reyes cuando recibi¨® el Premio de Econom¨ªa Rey Juan Carlos: "Cuando las gentes de mi generaci¨®n echamos la vista atr¨¢s y recordamos lo que era la econom¨ªa de este pa¨ªs hace treinta a?os, al iniciar nuestra vida profesional, encontramos alg¨²n motivo de satisfacci¨®n. Nos resistimos a pensar que los economistas -nuestros hermanos mayores, nosotros y las generaciones que nos han seguido- no hayamos tenido que ver con ese cambio profundo. Aquellos eran tiempos sombr¨ªos; los actuales no lo son, pero est¨¢n cargados de problemas. El mundo mira hoy a Espa?a con inter¨¦s y simpat¨ªa, y la repuesta a esa oportunidad habr¨¢ de pasar, como siempre, por una mejora de nuestra econom¨ªa. As¨ª que mucho me temo, Majestades, que los economistas seguiremos dejando o¨ªr nuestra voz, aunque a veces sea inc¨®moda".
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