Alguien muy especial.
"Me asquea no tener el valorde no ser nadie en absoluto".
J. D. Salinguer, Franny
y Zoey.
Entre los m¨¦ritos m¨¢s destacados de las llamadas revistas del coraz¨®n figura el de ser capaces de producir un tipo de famosos muy caracter¨ªstico. Son esos famosos de los que se acostumbra a desconocer el motivo real de su fama, al margen del hecho mismo de aparecer en esos medios. Para encontrar el motivo de la primera aparici¨®n (que es la que, si acaso, necesitar¨ªa ser explicada), hay que remontarse muy atr¨¢s, hasta alg¨²n lejano matrimonio anterior, un familiar de primer o de segundo grado, una amistad juvenil o cualquier otra contingencia de parecido estilo. Hace pocas semanas entrevistaban en un programa de televisi¨®n dedicado a tales asuntos a uno de estos personajes. Era una mujer de mediana edad que llevaba a sus espaldas un n¨²mero no despreciable de matrimonios y uniones sentimentales (por aceptar el eufemismo al uso). Parec¨ªa evidente que su notoriedad actual le ven¨ªa de ah¨ª, puesto que el argumento de la conversaci¨®n era precisamente la evocaci¨®n de sus sucesivas parejas.
Lo que en principio me llam¨® la atenci¨®n -deformaci¨®n profesional, sin duda- fue un aspecto puramente formal. Ante la recurrente pregunta "?qu¨¦ ha significado en tu vida... ?", las respuestas de la mujer -que desde luego no terminaba de manejar muy bien el tempo de la entrevista- iban perdiendo fuelle ostentosamente: "Fue mi primer amor", "me hizo conocer la aut¨¦ntica pasi¨®n", "mantenemos una buena amistad: a fin de cuentas, es el padre de mis hijos", "me ayud¨® en unos momentos muy dif¨ªciles para m¨ª", "tiene mucho sentido del humor", etc¨¦tera. Mientras la escuchaba, constatando que la relaci¨®n comenzaba a hacerse larga, pens¨¦ que hab¨ªa empezado demasiado fuerte -hab¨ªa echado el resto a las primeras de cambio- y que, conforme se acercara al presente, empezar¨ªa a tener serios problemas para mantener el ¨¦nfasis ret¨®rico inicial.
En efecto, cuando lleg¨® el momento de valorar la importancia que para ella ten¨ªa su pareja actual, la cosa se le puso complicada. Doblemente complicada, en realidad. De una parte, ya hab¨ªa utilizado los argumentos m¨¢s sonoros. De otra -seg¨²n pude deducir de los mal¨¦volos comentarios que hab¨ªa hecho una voz en off al principio de la entrevista-, su compa?ero de ahora parec¨ªa un tipo poco elogiable, sin oficio ni beneficio conocidos. (Probablemente, un hermeneuta m¨¢s experimentado que yo en estos temas opinar¨ªa que lo que el individuo en cuesti¨®n estaba pretendiendo obtener con el emparejamiento era la legitimaci¨®n inicial para incorporarse de pleno derecho a esa peculiar noria de la fama a la que me refer¨ªa al principio, pero el acierto o desacierto de esa interpretaci¨®n no afecta a lo que ahora pretendo plantear).
La cuesti¨®n es que, tras largas vacilaciones y titubeos, a la entrevistada, por fin, le cambi¨® la expresi¨®n de la cara. Perdi¨® el gesto de profunda concentraci¨®n que durante demasiados segundos le hab¨ªa embargado y se distendi¨®, ya relajada. Era evidente que hab¨ªa dado con la idea y que eso le hac¨ªa sentir al mismo tiempo aliviada y satisfecha. "?Que qu¨¦ significa para m¨ª ?", repiti¨®. "Pues, mira, te lo voy a decir con pocas palabras: es alguien muy especial". Confieso que la frase me dej¨® estupefacto. No consegu¨ªa entender qu¨¦ pod¨ªa significar, razonablemente, tal enunciado. Si, pongamos por caso, intentaba establecer la diferencia con las valoraciones precedentes, no alcanzaba yo a percibir por d¨®nde pasaba la l¨ªnea de demarcaci¨®n. ?Quer¨ªa decir aquella mujer que sus anteriores parejas no eran especiales? ?O tal vez que ¨¦sta era m¨¢s especial que las anteriores? Pero, si ¨¦sa fuera la respuesta correcta, entonces de ella se desprende, inexorable, la siguiente pregunta: ?y qu¨¦ demonios podr¨ªa significar que alguien es m¨¢s especial que otro?
Como no encontraba la forma de salir del estupor en el que yo mismo me hab¨ªa metido con tan inapropiados interrogantes, opt¨¦, como de costumbre, por la traducci¨®n. Di en pensar que, con ese lenguaje tan vac¨ªo como engolado, lo que pretend¨ªa la famosa en cuesti¨®n era atribuir a su ¨²ltimo compa?ero alguna variante de lo que los fil¨®sofos o los historiadores prefieren llamar irrepetibilidad. Vano empe?o, ciertamente. Ella no se daba cuenta de que la dificultad con la que se estaba topando no ten¨ªa que ver con su torpeza para acertar con las palabras precisas, sino que era, en el fondo, una dificultad casi metaf¨ªsica: quer¨ªa atribuirle a aquel individuo un rasgo imposible, autocontradictorio. Todos somos repetibles e irrepetibles, al mismo tiempo y sin remedio. No hay soluciones m¨¢gicas ni manera de ponerse a salvo de lo com¨²n para elevarse a los cielos de la excepci¨®n absoluta.
D¨ªas m¨¢s tarde tropec¨¦ en este mismo peri¨®dico con un anuncio que -pens¨¦- tal vez ofrec¨ªa la formulaci¨®n adecuada y contundente de esta cuesti¨®n. Correspond¨ªa a una cadena catalana de emisoras de radio y utilizaba como lema de su campa?a una frase sin duda feliz: somos singulares porque somos plurales. Lo que probablemente sea como decir que todos estamos hechos de los mismos materiales, dise?ados de manera extremadamente parecida: lo ¨²nico que cambia de uno a otro es, como hubiera dicho Henry James, el casi imperceptible dibujo de la alfombra. No hay pretensi¨®n m¨¢s generalizada que la de querer ser diferente, ni, en consecuencia, base m¨¢s fr¨¢gil sobre la que establecer una relaci¨®n personal que buscar en el otro una tal especificidad. El protagonista de American Beauty lo formula con amarga lucidez cuando, en el transcurso de un c¨®ctel, su interlocutor se excusa por no haberlo reconocido. "No se preocupe, yo tampoco me recordar¨ªa", le responde con una sonrisa. An¨¢logamente, si la entrevistada que dio pie a esta modesta reflexi¨®n hubiera sido capaz de decirse a s¨ª misma "lo que m¨¢s me gusta de ¨¦l es su perfecta, absoluta, vulgaridad" (lo cual, por otra parte, era el caso), quiz¨¢ no se hubiera sentido mejor, pero se habr¨ªa colocado, seguro, en el buen camino. Que no conduce a la felicidad, pero por lo menos aleja del enga?o.
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa en la Universidad de Barcelona.
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