Un acto de prepotencia
A Friedrich D¨¹rrenmatt lo hemos visto poco en nuestros escenarios. Es un autor complejo que, aunque suizo, hay que encuadrar en la literatura alemana de posguerra, en la estela de Bertolt Brecht, y que con Besuch der alten Dame (La visita de la vieja dama, 1955) y Die Physiker (Los f¨ªsicos, 1961), considerada esta ¨²ltima su obra maestra, construy¨® lo que se ha llamado piezas morales. Morales, desde luego, pero de moral colectiva, social, porque en La visita de la vieja dama lo que propone D¨¹rrenmatt es un problema que ata?e a todo un pueblo: ?qu¨¦ ocurrir¨ªa si un d¨ªa llegara a su peque?o pueblo, ahora arruinado, una dama multimillonaria dispuesta a ceder una parte cuantiosa de su fortuna a cambio de un asesinato? No es un asesinato cualquiera, sino de aquel que en su juventud la enga?¨®, la ultraj¨®, la dej¨® embarazada y la abandon¨® a su suerte declarando falsamente en un juicio de paternidad.La obra empieza en la estaci¨®n. Todo el pueblo la espera con grandes preparativos para acoger a esta hija predilecta, de cuya expulsi¨®n a la ignominia que la hecho multimillonaria, tras empezar su carrera como prostituta, nadie recuerda nada. El se?or Ill, carnicero, tras la acusaci¨®n y el ofrecimiento de la dama, se ver¨¢ aterrorizado, perseguido, acorralado por una recompensa que devolver¨ªa al pueblo su esplendor. Pero lo que D¨¹rrenmatt pone en juego son los principios morales que sirven para justificar un bien que se deriva de un mal, la felicidad de muchos a cambio de la aniquilaci¨®n de uno solo.
La visita de la vieja dama
De Friedrich D¨¹rrenmatt. Traducci¨®n: Juan Mayorga. Direcci¨®n: Juan Carlos P¨¦rez de la Fuente. Protagonistas: M. Jes¨²s Vald¨¦s, Ra¨²l Fraire, Juan Jos¨¦ Otegui, Hector Colom¨¦, Joaqu¨ªn Notario. M¨²sica: Mariano Mar¨ªn. Coreograf¨ªa: Juan Carlos Santamar¨ªa. Teatre T¨ªvoli. Barcelona, 9 de julio.
Se trata de un texto interesante y que merece subir a escena, aunque no, probablemente, con el despilfarro inmenso, innecesario, con que lo ha abordado desde el Centro Dram¨¢tico Nacional el director Juan Carlos P¨¦rez de la Fuente. Para cualquiera educado en un teatro despojado, donde s¨®lo ha de estar presente en escena aquello que contiene y produce significado, el montaje de P¨¦rez de la Fuente, recargado como retablo barroco, llega incluso a ser irritante.
No es por ese exceso de actores, en torno a 50, la mitad de los cuales no tiene mayor funci¨®n que la de hacer de bulto, ni es s¨®lo por la escenograf¨ªa, hermosa pero excesiva, casi cinematogr¨¢fica, de Lloren? Corbella, ni por el lujo del vestuario; no es por la gratuidad de esa acumulaci¨®n ni el mal gusto de una carta a los Reyes demasiado larga, sino por la lentitud que provoca tanto dispendio, que rompe un ritmo esc¨¦nico que podr¨ªa ser m¨¢s ¨¢gil y que se acaba viendo lastrado por el faraonismo de la puesta en escena.
Las interpretaciones son superficiales, e inevitablemente destacan dos por su protagonismo casi exclusivo: la de M. Jesus Vald¨¦s, la vieja dama, y Juan Jos¨¦ Otegui, el carnicero Ill. En conjunto, es un montaje que, por decirlo con suavidad, peca de inmodestia, o, m¨¢s brutalmente, de prepotencia.
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