Derek Walcott cree que una de las tareas del poeta es mostrar la maldad del hombre
El Nobel de Literatura dice que Europa es un modelo de civilizaci¨®n y de barbarie
Suave y afilado; comprometido y afable, bromista y profundo. Derek Walcott es un hombre de paradojas. Un poeta, quiz¨¢ con eso basta. Ayer estuvo en El Escorial, donde habl¨® sobre creaci¨®n po¨¦tica, sobre las fuentes en las que bebe su obra m¨¢s c¨¦lebre, Omeros. Por la ma?ana atendi¨® a la prensa, sin l¨ªmite de tiempo, ni de temas. Dijo que Europa, que ha sido un modelo de cultura, lo es tambi¨¦n de barbarie. Apel¨® a la compasi¨®n de los gobiernos con los inmigrantes. Y reivindic¨® la poes¨ªa como un instrumento cr¨ªtico y combativo para mostrar la maldad humana.
Nacido en 1931 en la isla antillana de Santa Luc¨ªa, donde vive todav¨ªa una gran parte del a?o (el resto lo pasa en Nueva York, o en Boston, en cuya universidad es profesor de literatura), Derek Walcott alcanz¨® fama mundial en 1992, cuando recibi¨® el Premio Nobel.Fue entonces cuando se asom¨® al mundo su poes¨ªa mestiza y potente, mezcla de vivencias, lecturas y mitolog¨ªas occidentales (desde Homero a Joyce, Neruda o Brodsky) con mitos y personajes caribe?os, para formar un nuevo paisaje contempor¨¢neo (por cierto que Walcott tambi¨¦n pint¨® de joven), donde todo cabe y se absorbe con naturalidad, sin perder en absoluto el elemento ind¨ªgena (oral y c¨¢lido).
Una nueva riqueza, un nuevo mundo de sentimientos que ayer ¨¦l volvi¨® a reivindicar, aclarando que en literatura no existe la pureza. "Cualquier cultura en la que conviven razas distintas, incluso aquella donde una raza se considera corrompida por otras, es, por su propia mezcla, una sociedad m¨¢s rica que cualquier otra. En literatura, la pureza ¨¦tnica no existe. Y buscarla ser¨ªa el cuento de nunca acabar. Porque, ?d¨®nde est¨¢ el fin de la pureza?".
Nuevas voces
Su voz peculiar¨ªsima, capaz de sonar igual de personal en la poes¨ªa y en el teatro ("nunca he cambiado de g¨¦nero, todo es lo mismo"), abri¨® paso a la literatura de frontera, de cruce, y ayud¨® a que surgieran nuevas voces, procedentes de ¨¢mbitos literarios y vitales muy distintos. ?l lo explica quit¨¢ndose todo atisbo de m¨¦rito. "El Caribe tiene detr¨¢s una tradici¨®n muy tr¨¢gica. El genocidio de los indios, el esclavismo... Pero de ah¨ª surgieron tambi¨¦n muchas lenguas, dialectos, razas, m¨²sicas, religiones. Un brebaje muy fuerte, y muy rico, que ahora est¨¢ aflorando en todas partes. Cada isla guarda una asombrosa cantidad de genio".Pero Walcott no tiene mucha fe en que el futuro vaya a permitir que el mundo se parezca a su peque?o para¨ªso. "Tras el Holocausto pens¨¦ que ¨¦sa ser¨ªa la ¨²ltima gran tragedia de la humanidad, pero me equivoqu¨¦. Kosovo nos ense?¨® que era posible repetirlo. Se supone que Europa es el modelo de la civilizaci¨®n, pero resulta que lo es tambi¨¦n de la barbarie. Y no parece que las cosas est¨¦n mejorando, ni que la mezcla de razas se est¨¦ produciendo. Todos los pa¨ªses, incluso mi diminuta isla, tienen leyes de inmigraci¨®n. La soluci¨®n no es f¨¢cil, porque depende de la compasi¨®n de los gobiernos, que muchas veces son la fuente de sufrimiento de esa gente. Pero, entretanto, las luchas tribales contin¨²an, en ?frica y Europa. Horribles, repetitivas, aburridas".
Eso es lo m¨¢s peligroso, seg¨²n Walcott: la repetici¨®n sistem¨¢tica del horror. Y ah¨ª es d¨®nde debe actuar el poeta. "Ense?ar la maldad del hombre, amar el mundo incluso en su dolor, crear belleza aunque sea a partir del horror. Eso es lo que salva a los poetas".
Ya que en tiempos de paz, de bienestar, "la poes¨ªa parece no tener sentido", dice Walcott. Aunque "no hay felicidad, orgullo y entusiasmo semejante al que se siente cuando uno aprende el oficio de poeta. Y si uno tiene ese don, debe conservarlo, ejercitarlo, porque siempre habr¨¢ una guerra, una revoluci¨®n, un pa¨ªs que necesite a un poeta para expresar sus sentimientos".
Ni optimista ni pesimista
?Es usted un poeta optimista o pesimista?, le pregunt¨® alguien a Walcott. "No creo que sea posible encontrar ning¨²n poeta pesimista", respondi¨®. "Incluso los poetas locos, o los que se suicidaron, pusieron su vida al servicio de la poes¨ªa. Y el triunfo de escribir un buen poema no cancela su sufrimiento, pero es una afirmaci¨®n de la belleza y de la verdad. La poes¨ªa no es optimista ni pesimista. La poes¨ªa es su propia verdad".
La verdad de Walcott parece ser inteligencia y buen humor. Por ejemplo, cuando cont¨® su primer encuentro con su amigo Joseph Brodsky, el fil¨®sofo, que se?al¨® a Walcott como el mejor poeta en ingl¨¦s del siglo XX. Fue en el funeral de otro gran poeta americano, Robert Lowell. "Brodsky estaba sentado a mi lado, pero yo no sab¨ªa qui¨¦n era. Poco a poco, me fui dando cuenta de que era ¨¦l, y pens¨¦: 'Si es Brodsky y no llora, yo tampoco voy a llorar'. Los dos logramos evitar las l¨¢grimas, y desde ese momento fuimos grandes amigos".
Por cierto, que Lowell es uno de los personajes que aparecen en La voz del crep¨²sculo, el reciente libro de Alianza que re¨²ne los art¨ªculos literarios de Walcott, la mayor¨ªa de ellos, publicados en The New York Review of Books.
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