Consejero intr¨¦pido

J. J. P?REZ BENLLOCHJusto cuando cre¨ªamos que la Consejer¨ªa de Medio Ambiente era una ficci¨®n en el organigrama de la Generalitat Valenciana, su titular, Fernando Modrego, se suelta el pelo y nos obsequia con un cat¨¢logo de humedales del pa¨ªs que no se lo esperaban ni los ecologistas m¨¢s animosos. Es posible que esa relaci¨®n no incluya todos los que son y tampoco nos sorprender¨ªa que no lo fuesen -digo protegibles- todos los que est¨¢n, pero tratar de poner a buen resguardo de la depredaci¨®n m¨¢s de 45.000 hect¨¢reas es un prop¨®sito plausible que, en buena lid, debemos constatar y agradecer al silente y discreto consejero.

Pero no ha parado ah¨ª la cosa. Cuando otros colegas suyos en las tareas de gobierno ya est¨¢n mano sobre mano a la espera de la di¨¢spora vacacional, el imprevisible Modrego, al decir del diario El Mundo -abundosa y singularmente nutrido por las fuentes oficiales-, da cuenta de la labor desarrollada por su departamento y anuncia una operaci¨®n de gran alcance para reducir la contaminaci¨®n en general y en el parque natural de L'Albufera, en especial. A este respecto anota que, en tan solo los seis primeros meses del a?o, se han efectuado casi 2.000 inspecciones de las que se han decantado 182 expedientes con 139 millones de pesetas en multas por infracciones medioambientales.

No faltar¨¢n quienes opinen -y nosotros con ellos- que se trata de un correctivo muy moderado para tan gran desmadre ecol¨®gico como se constata por doquier. Pero menos o nada se hac¨ªa en este cap¨ªtulo y hemos de convenir, adem¨¢s, que estamos asistiendo al inicio de una cultura que se ahorma en torno al principio de quien contamina, paga. Lo decisivo, pues, es que los sancionados paguen y que el importe de las multas vaya creciendo hasta el punto en que contaminar sea tan gravoso que desaliente definitivamente a los empapelados, esos mismos que hasta ahora han gozado de una impunidad escandalosa.

Por eso nos parece plausible, en esta l¨ªnea, que la referida consejer¨ªa se proponga cerrar nada menos que 14 industrias y sancionar a 18 m¨¢s por no depurar sus residuos y verterlos al lago de L'Albufera. Eso son palabras mayores, tanto que quedamos a la espera, aunque no demasiado esperanzados, de ver cumplidas tales resoluciones. Un efecto tan ejemplarizante obrar¨ªa como mano de santo para disuadir a los contaminadores que se obstinan en pudrir su entorno, que es el nuestro. Tan radical correctivo bien podr¨ªa contagiar a los ayuntamientos para que aplicasen pol¨ªticas medioambientales m¨¢s eficaces, como es, por ejemplo, en el torturante cap¨ªtulo de la contaminaci¨®n ac¨²stica o el antihigi¨¦nico sembrado urbano de defecaciones caninas.

Como estas l¨ªneas est¨¢n escritas en clave de reconocimiento y aliento al mentado consejero, justamente vapuleado en otras ocasiones, queremos recordarle que su intrepidez debe proyectarse igualmente en el vasto panorama de nuestros d¨¦ficit ecol¨®gicos, como son Pego, Xeresa, los r¨ªos Segura, X¨²quer, Vinalop¨® y etc¨¦tera. Tarea en la que, junto a la fiscal¨ªa especializada en esta casu¨ªstica penal, tan parcamente utilizada hasta el momento, encontrar¨¢ el apoyo de las gentes sensatas.