El torero Francisco Marcos
La gran sorpresa fue el torero Francisco Marcos. El calificativo se emplea con absoluta propiedad y a conciencia: torero.Metido en el cartel como a presi¨®n, entre dos figuras, sin otra categor¨ªa aparente que la de convidado de piedra, desconocido para el p¨²blico y pr¨¢cticamente tambi¨¦n para la afici¨®n conspicua, Francisco Marcos hizo la ¨²nica interpretaci¨®n verdadera del arte de torear que se vio en la tarde y les dio a sus compa?eros figuras una completa lecci¨®n de aut¨¦ntica torer¨ªa.
Se ha dicho compa?eros y no es cierto: conocidos de la guerra y gracias. Las dos figuras del at¨ªpico cartel -Enrique Ponce y El Juli nada menos- no se comportaron como compa?eros en ning¨²n momento. Antes al contrario, Enrique Ponce y El Juli abusaron de su posici¨®n de dominio y le dejaron a Francisco Marcos lo peor de la moruchada que envi¨® el ganadero a la pomposamente llamada Feria del Toro.
Guti¨¦rrez / Ponce, Juli, Marcos
Toros de Pedro y Ver¨®nica Guti¨¦rrez Lorenzo, cuatro con discreta presencia, sospechosos de pitones, flojos y aborregados. Dos (exactamente el lote del diestro Francisco Marcos), grandes, cornalones: 3? flojo manejable; 6? de aparatosa presencia, hondo y badanudo, fuerte, desarrollando mansedumbre y moruchez en todos los tercios.Enrique Ponce: estocada corta (oreja); tres pinchazos bajos, estocada corta trasera -aviso- y dobla el toro (aplausos y salida al tercio). El Juli: estocada (minoritaria petici¨®n, aplausos y salida al tercio); pinchazo y bajonazo infamante (silencio). Francisco Marcos: dos pinchazos y estocada baja (oreja); pinchazo, estocada corta escandalosamente baja, rueda de peones y descabello (palmas). Plaza de Pamplona, 13 de julio. 9? corrida de feria. Lleno.
Cuatro torillos sin fuste, sospechosos de pitones, flojos y aborregados les correspondieron a Enrique Ponce y El Juli, a partes iguales, mientras los dos torazos de la corrida, cornalones y de imponente invergadura le tocaron en el sorteo a Francisco Marcos.
Pero ?qu¨¦ sorteo? ?Puede creer alguien que por azar se haga un lote con los toros de mayor respeto y le vaya a corresponder, justamente, al torero m¨¢s modesto del cartel? Y si nadie lo cree ni parece posible tanta casualidad, lo que se deduce de aqu¨ª es un pucherazo, un fraude, una corrupci¨®n generalizada; pues para ama?ar los lotes y el sorteo han de estar de acuerdo los toreros y sus representantes, el ganadero, la empresa, el presidente de la corrida, la autoridad gubernativa, Cristo que los fund¨®.
El d¨ªa que los tribunales de Justicia entren a fondo en los entrebastidores y muevan el tinglado de la fiesta de los toros, buena parte de los taurinos van a disfrutar de unas largas vacaciones en la sombra.
No hab¨ªa d¨®nde elegir, claro: estas son lentejas. O sea, que se conforma usted con esos toros o sigue en el paro. Y Francisco Marcos -que vendr¨¢ a torear media docena de corridas al a?o, si llegan- se hubo de conformar. Entraba en la feria de San Ferm¨ªn casi por conmiseraci¨®n, tras muchas s¨²plicas, y teniendo en cuenta que es navarro, hijo del matador de toros asimismo navarro que se anunciaba Marquitos.
Y, llegada la hora de la verdad, dio la sorpresa. En cuanto se abri¨® de capa la dio, lanceando embraguetado a la ver¨®nica. Y sigui¨® mostrando una excelente t¨¦cnica en la brega y en los lances con que pon¨ªa a los toros en suerte. Y muleteando valeroso para dominarlos con utilizaci¨®n estricta de las reglas del arte.
Los muletazos iniciales de su primera faena se sal¨ªan de lo com¨²n por la pureza con que los instrument¨® y entusiasmaron al p¨²blico. Igualmente las dos tandas de redondos y otras dos de naturales en el transcurso de una faena impecablemente constru¨ªda, progresiva e intensa, que remat¨® mediante una teor¨ªa de ayudados y kikirik¨ªes muy dif¨ªciles de ver en estos tiempos de aburridos pegapases. De ah¨ª que le concedieran la oreja pese a que mat¨® mal.
El sexto toro fue uno de los m¨¢s grandes de la feria. Alto y largo, aparatoso cornal¨®n, musculoso y hondo, enmorrillado y badanudo, desarroll¨® en todos los tercios la mansedumbre caracter¨ªstica de los moruchos con mal estilo. A Francisco Marcos no le arredr¨® el regalo envenenado que le dejaron para que supiera lo que vale un peine y lo lidi¨® personalmente con el capote, lo traste¨® con valor sereno apurando las muy remotas posibilidades de lucimiento.
Menuda lecci¨®n les dio Francisco Marcos a las figuras. Dos figuras pelmazas, ventajistas, en la agotadora cosumaci¨®n de su furor pegapasista. Ya se sabe de Ponce, corret¨®n toreador de muchas posturas con las que pretende disimular su toreo fuera-cacho, distante, desligado, provechoso pues le suele valer orejas -una le dieron de su primer toro-, interminable pues le suelen mandar avisos -uno oy¨® en su segundo-, y acaba aburriendo al lucero del alba.
Lo de El Juli aun result¨® peor porque los mozos de las pe?as le trasloar¨ªan con sus ovaciones y sus ?julijuli!, que ya han convertido en coro triunfalista para gloriar al torero, pero se le apreci¨® un serio descenso art¨ªstico y an¨ªmico respecto a la anterior temporada. Lance¨® con torpeza, banderille¨® sin acierto, mulete¨® superficial, mat¨® de infamante manera. Este no es El Juli que inflam¨® la fiesta de variedad, espontaneidad, valor y alegr¨ªa. Este no es aquel Juli sino su caricatura.
Ni Juli ni Ponce. Francisco Marcos: un torero.
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