'Patas' con cuernos
?Qu¨¦ dan m¨¢s miedo, los cuernos o los patas? Depende. Los for¨¢neos, aquellos que se acercan a Pamplona para saborear el sabor de la adrenalina, se rinden a la evidencia: las astas de los toros. Los mozos locales son de diferente opini¨®n. Estos, en su forma particular de cuadrar sus cuentas, aciertan a ver muchas m¨¢s de las 48 patas (seis toros y otros tantos mansos) que salen del corral de Santo Domingo. Sobre el pavimento acostumbra a haber tantos patas como incautos, incapaces de seguir el estribillo de la fiesta sin dar el cante.All¨ª donde hay un patas, el riesgo se expande como un polvor¨®n al declamar Pam-plo-na. Ayer se pudo contemplar la exhibici¨®n de uno de los ejemplares m¨¢s espectaculares de esta especie. Ataviado con un casco y unos enormes cuernos de pl¨¢stico, un mozo con aspecto de vikingo lobotomizado se empe?¨® en torear a un animal de 600 kilos justo al inicio de la calle Estafeta.
Normalmente, los patosos surgen como setas al abrigo de los vapores tibios del vino. Los fines de semana, la calle es suya. El de ayer fue una excepci¨®n; un dato m¨¢s a procesar en un encierro sencillamente muy peligroso. Tres mozos resultaron corneados y cinco m¨¢s se llevaron en sus carnes el tatuaje de contusiones, traumatismos, heridas y ara?azos. El toro Corret¨®n reclam¨® para s¨ª todo el protagonismo. ?l fue el que m¨¢s ganas demostr¨® a la hora de abandonar el corral y, una vez en la calle, decidi¨® quedarse para siempre: tard¨® seis minutos en entrar a chiqueros.
Se abre el port¨®n y ni uno solo de los que momentos antes se encomendaban al santo se ve capaz de templar el paso rel¨¢mpago de la manada. Al frente, Corret¨®n. Antes de llegar a la plaza del Ayuntamiento, Fernando San Segundo P¨¦rez, un pamplon¨¦s de 28 a?os, resulta cogido. Del embroque, le queda una herida de 15 cent¨ªmetros en el muslo derecho. Poco m¨¢s tarde, con los toros de Ni?o de la Capea estirados en fila india, los equipos de la Cruz Roja se emplean en recoger a la segunda v¨ªctima de la endiablada carrera. El leon¨¦s Francisco Gonz¨¢lez Mart¨ªn, de 38 a?os, es asaeteado en el muslo derecho. Una herida con dos trayectorias de 10 y 15 cent¨ªmetros da cuenta del encuentro.
Mientras, los toros van perdiendo las patas (las suyas) y los mozos las narices. Pese a que el suelo est¨¢ seco, todo son ca¨ªdas por culpa de la velocidad. Llega la manada a la curva de Estafeta y all¨ª que, como siempre, ruedan todos. Corret¨®n besa el adoquinado con sus compa?eros y se dir¨ªa que del golpe queda aturdido. Se dirige a la esquina contraria, donde se agolpa un buen n¨²mero de corredores, y lanza un derrote. El californiano Arthur Duff, de 59 a?os, recibe le?a: la tercera cornada del d¨ªa con destino en el muslo izquierdo abre dos v¨ªas de 10 cent¨ªmetros cada una. Los tres van al hospital donde se recuperan los siete ingresados de encierros anteriores.
En este momento, aparece el vikingo. Corret¨®n que gira sobre s¨ª mismo una y mil veces. Corret¨®n que apenas corre, que se entretiene a mirar detenidamente el lozano cuerpo de los mozos. Corret¨®n que mide, que derrota contra el vallado, que mira mal. "?Qu¨¦ mal bicho!", gritaba uno. Mentira. Todos los patas estuvieron a su merced y ¨¦l, a lo suyo. Por delante, el acelerado trotar de sus hermanos (en dos minutos, todo concluido) dejaba una larga lista de ca¨ªdos. I?aki, David, V¨ªctor, Ra¨²l, todos expertos corredores, se abrazaron al pavimento. "Queda poco de San Ferm¨ªn, todos queremos correr y hay poco sitio", resum¨ªa la situaci¨®n David con una pelota de billar naciendo sobre el ojo derecho y los codos abrasados. Mozos heridos, vikingos felices y patas con cuernos. ?Cuernos o patas? Cuernos.
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