Alternancia alegre en M¨¦xico.
Hay revoluciones que se hacen con sangre y hay revoluciones que se hacen contra la sangre. Las primeras acaban r¨¢pidamente en desgracia. Las segundas cortejan lentamente la felicidad. Siempre es un espect¨¢culo maravilloso ver a un pueblo disfrutar de su democracia despu¨¦s de que haya carecido tanto de ella. Al pasar suavemente de un r¨¦gimen cerrado a un sistema pol¨ªtico abierto, el Gobierno, los partidos de la oposici¨®n y el pueblo mexicanos acaban de dar ejemplo de una transici¨®n pol¨ªtica lograda. La victoria del Partido de Acci¨®n Nacional (PAN) y de sus aliados debe ser interpretada por lo que es: una segunda revoluci¨®n institucional. El poder omn¨ªmodo del Partido Revolucionario Institucional (PRI) desde hace 71 a?os parec¨ªa no tener salida. Fue precisamente ese terrible inconveniente lo que el 2 de julio se transform¨® en una voluntad irreprimible de cambio. ?El cambio! Es una palabra que estaba en boca de todos desde hac¨ªa a?os y que ha terminado por hacer explotar la opresi¨®n que el PRI ejerc¨ªa sobre la sociedad mexicana. La v¨ªspera de las elecciones, un sondeo revelaba con crudeza que m¨¢s del 60% de la poblaci¨®n deseaba el cambio. Sin definir su contenido: ?ante todo era necesario un cambio! Punto. El domingo 2 por la noche ya se hab¨ªa logrado. Hab¨ªa que hablar con los mexicanos esa noche para medir su alcance. Lo que venci¨® no fue un programa, ni siquiera un hombre -Vicente Fox-, sino el "basta". El PAN logr¨® captar el "hartazgo generalizado". No fue un voto mayoritario a favor del PAN, fue un voto contra el PRI, a favor de la apertura del sistema pol¨ªtico, a favor de que se debatan los problemas de la sociedad mexicana. Desde hace demasiado tiempo, los mexicanos no pod¨ªan resolver los problemas a los que ten¨ªan que enfrentarse; el PRI se opon¨ªa a cualquier cambio. No era posible creer a su candidato, Francisco Labastida, cuando dec¨ªa lo contrario: entre su partido y la sociedad, el contacto hab¨ªa quedado roto. ?Qu¨¦ es lo que han rechazado definitivamente los electores? Fundamentalmente, lo siguiente: la fusi¨®n corruptora entre el partido y el Estado. A lo largo de todo el siglo XX, el PRI se apropi¨® del Estado: ¨¦ste se convirti¨® en la fuente de todas las corrupciones, de todas la cortapisas, de todas las humillaciones, extorsiones y vejaciones. Desde 1929, el PRI siempre supo digerir las sacudidas que su propio sistema corrupto generaba. El Gobierno mexicano se convirti¨® en maestro en el arte del doble lenguaje: en el interior, represi¨®n, clientelismo y ausencia total de honestidad pol¨ªtica; en el exterior, sonrisa progresista y apertura ideol¨®gica. Con la contestaci¨®n interna dirigida por Cuauh-t¨¦moc C¨¢rdenas contra el partido-Estado, la d¨¦cada de los ochenta revel¨® una gran ruptura; la de los a?os noventa se teji¨® alrededor de la revuelta de los santos de Chiapas, con la efigie del subcomandante Marcos. La primera desestabiliz¨® al PRI y la segunda lo desacredit¨® ante la opini¨®n p¨²blica internacional. La primera le llev¨® a aceptar un sistema electoral m¨¢s democr¨¢tico, despu¨¦s de que la victoria real de C¨¢rdenas en 1988 le fuera confiscada de forma fraudulenta. La segunda queda por resolver: ser¨¢ una de las pruebas de la verdad para el PAN. Viejo opositor del PRI que re¨²ne a las fuerzas sociales y pol¨ªticas m¨¢s diversas, que van desde algunos sectores de la aristocracia latifundista a la intelectualidad modernista y democr¨¢tica, pasando por la burgues¨ªa financiera, el PAN ha recuperado en los tres ¨²ltimos a?os la protesta global: las clases medias e importantes sectores de trabajadores se han unido a ¨¦l. El resultado es elocuente: siete puntos de diferencia a su favor. El voto ¨²til fue devastador. Incluso el partido de C¨¢rdenas, el Partido Reformista Democr¨¢tico (PRD), fue v¨ªctima de ello. Por su parte, el PRI tal vez no salga vivo de ello. Su descomposici¨®n se precipitar¨¢, se producir¨¢n reestructuraciones y s¨®lo podr¨¢ sobrevivir si cambia de forma radical. Esta onda de choque tambi¨¦n tendr¨¢ repercusiones en todos los pa¨ªses de Latinoam¨¦rica.Pero la victoria del PAN supone asimismo su mayor desaf¨ªo. Las expectativas de la sociedad son muy fuertes; las ilusiones, todav¨ªa m¨¢s. Ahora hay que responder a las aspiraciones de la juventud, que reclama una mayor movilidad social; a las de las capas medias, que sue?an con un Estado limpio; a las de los trabajadores, que quieren que su situaci¨®n social mejore; a las de los campesinos, que quieren disfrutar de un bienestar m¨ªnimo, y a las de los ind¨ªgenas, que quieren, adem¨¢s de su derecho a la alimentaci¨®n y a la educaci¨®n, el reconocimiento como ciudadanos de pleno derecho.
Vicente Fox ha prometido que luchar¨¢ contra las mafias, los carteles de la droga, la corrupci¨®n, el paro, la evasi¨®n de capitales y por el reconocimiento del derecho de voto de los millones de mexicanos emigrados a Estados Unidos. Ha prometido el advenimiento de un verdadero Estado de derecho. Pero la principal pregunta sigue siendo la siguiente: ?qu¨¦ hacer con el Estado-PRI? Para cambiarlo, ?hay que atacarlo de forma brutal o buscar un compromiso? Se adivinan los peligros de ambos m¨¦todos: pueden provocar enfrentamientos muy duros o frustraciones muy grandes. Pero, sea cual sea la v¨ªa elegida, podemos apostar por que el pueblo mexicano deber¨¢ pagar con sudor de dinero lo que ha ganado en democratizaci¨®n. Vicente Fox est¨¢ bien visto por la Bolsa, que subi¨® al d¨ªa siguiente de su elecci¨®n; por los medios ultraliberales de la econom¨ªa mundial; por el tutor estadounidense y por todos aquellos que tienen una sonrisa en la boca y los bolsillos repletos de acciones. ?Significa esto una pol¨ªtica liberal que pretender¨¢ destruir las conquistas sociales del Estado-PRI? Tras la revoluci¨®n electoral que el presidente Zedillo, jerarca del PRI, inici¨® y que condujo a la victoria del PAN (gracias a la notable y ejemplar vigilancia del Instituto Federal Electoral), ?c¨®mo pasar a luchar contra la corrupci¨®n, contra la pobreza y a favor de la participaci¨®n ciudadana? ?No se opondr¨¢ a todo esto el car¨¢cter muy conservador del aparato del PAN al hacer prevalecer su deseo de revancha sobre la lucha contra la pobreza? De todos modos, esta gran victoria del pueblo mexicano deber¨¢ afrontar las desilusiones del ma?ana. Pero, por el momento, nadie puede negar la evidencia: la historia ha puesto sus ojos en M¨¦xico. Y el nuevo poder, haga lo que haga, deber¨¢ tenerlo en cuenta.
Sami Na?r es eurodiputado y profesor asociado de la Universidad Carlos III.
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