La par¨¢bola del lince
El rostro fluvial de Do?ana alterna pinares con humedales donde se atiborran los flamencos
Lo ¨²ltimo que vio Juan Sebasti¨¢n Elcano al zarpar de Sanl¨²car de Barrameda fue el faro de Bonanza. Tambi¨¦n fue lo primero que debi¨® distinguir del litoral gaditano al regresar, despu¨¦s de haber recorrido el mundo. Desde el muelle de Bonanza, el faro sigue presidiendo, como si no hubieran pasado los siglos, el tr¨¢fico de buques que remontan el Guadalquivir. El Real Fernando es un barco m¨¢s modesto, incapaz de provocar por si mismo el oleaje que generan los mercantes en su camino. A diario, parte de la playa de Bajo de Gu¨ªa para mostrar la cara fluvial de Do?ana, en sus dos m¨¢rgenes. A la izquierda, r¨ªo arriba, la del Parque Nacional; a la derecha, la del Parque Natural.El tramo inicial de la ruta muestra el claro contraste entre la ribera derecha, alterada siglo a siglo hasta modelar el paisaje urbano de Sanl¨²car, y la izquierda, una hilera vegetal trenzada por los cl¨¢sicos pinos del Parque Nacional de Do?ana, entre los que se adivinan las formaciones dunares. Frente a la masa de pinares se alzan las fachadas sanluque?as, el muelle de Bonanza, un astillero, el fuerte de San Salvador -una construcci¨®n del siglo XVII- y algunas moles urbanas que pasar¨¢n a la historia con m¨¢s pena est¨¦tica que gloria. A excepci¨®n de que hayan sido erguidos para realzar la soledad de la ribera de Do?ana, s¨®lo frecuentada por gaviotas, algunos mariscadores, ba?istas ocasionales y, m¨¢s arriba, por ciervos y jabal¨ªes que acuden al caer la tarde hasta la orilla.
Diques de contenci¨®n, construidos con madera de pino y eucalipto, cortan perpendicularmente el r¨ªo para atajar ese oleaje arbitrario que se rige por las idas y venidas de los grandes buques. Las barreras se instalaron en paralelo cuando los cient¨ªficos comenzaron a estudiar los efectos erosivos del flujo fluvial sobre la orilla de Do?ana. Una de las gu¨ªas del barco explica que ahora vuelven a instalarse diques perpendiculares, como hac¨ªan de siempre los escasos pobladores de Do?ana, despu¨¦s de comprobar que son m¨¢s eficaces.
La primera parada del Real Fernando es en la margen derecha, junto a las salinas del Parque Natural de Do?ana, donde los flamencos se atiborran de camarones. Hay tantos que el humedal, desde la cubierta del barco, se oculta bajo un manto blanco. De esta zona, una antigua marisma modificada para extraer sal, aprovechando las aguas salobres del Guadalquivir, han emigrado miles de aves que huyen del calor, aunque pueden verse algunas cig¨¹e?uelas y garzas reales. Sin embargo, una colonia de flamencos ha echado ra¨ªces, atra¨ªdos por los generosos alimentos. Son los mismos que salvan unos 200 kil¨®metros a diario para desplazarse desde la laguna de Fuente de Piedra (M¨¢laga), donde nidifican, hasta Do?ana, donde engullen camarones sin freno con un aire glot¨®n y ajeno a su elegancia natural.
El Parque Natural ocupa 55.099 hect¨¢reas en las provincias de Sevilla, C¨¢diz y Huelva. Es el colch¨®n de transici¨®n al Parque Nacional y una barrera amortiguadora de amenazas. Es tambi¨¦n un gran desconocido, fagocitado por la proyecci¨®n internacional del Do?ana m¨¢s emblem¨¢tico, donde el Real Fernando realiza su segunda parada para que los pasajeros visiten el poblado de La Plancha. La aldea, convertida casi exclusivamente en un punto de inter¨¦s tur¨ªstico, acogi¨® a varias familias durante a?os, que ahora han renunciado a vivir sin electricidad ni agua corriente (se extrae de pozos) para instalarse en Sanl¨²car.
Los pobladores -cada familia viv¨ªa en un rancho (tres caba?as de uso diferenciado)-, se ocupaban indistintamente de hacer carb¨®n vegetal, miel (el ¨²nico az¨²car al que ten¨ªan acceso), criar animales dom¨¦sticos o trabajar en el aserradero de Do?ana, el embri¨®n del poblado. Hasta La Plancha, rodeada de algunos eucaliptos, pinos y enebros (una especie en peligro de extinci¨®n), se acercan en ocasiones jabal¨ªes que olfatean comida y ciervos. Para evitar riesgos a los linces se han cerrado los pozos. La raz¨®n encierra algo de par¨¢bola. Varios ejemplares murieron al despe?arse por los pozos donde confund¨ªan el reflejo de su propia imagen con un rival amenazador.
Bodegas en la marisma
- D¨®nde. El barco zarpa de la playa de Bajo de Gu¨ªa, en Sanl¨²car. La excursi¨®n dura alrededor de cuatro horas y cuesta 2.200 (adultos). Hay dos salidas diarias: a las 10.00 y a las 17.00. Las entradas deben reservarse en el tel¨¦fono 956 36 38 13 y recogerse en el centro de visitantes de Do?ana de la f¨¢brica de hielo, en Bajo de Gu¨ªa, muy cerca del embarcadero. - Cu¨¢ndo. La mejor ¨¦poca para visitar Do?ana es a partir del oto?o, cuando comienzan a llegar miles de aves. Y en primavera, si ha llovido, la marisma est¨¢ en pleno esplendor. En esta ¨¦poca calurosa resulta especialmente agradable el paseo en barco por el r¨ªo. Es recomendable llevar repelente para los mosquitos.
- Alrededores. El paseo por Sanl¨²car es obligado, sobre todo una incursi¨®n por sus calles antiguas y por sus hist¨®ricas bodegas.
- Y qu¨¦ m¨¢s. La documentaci¨®n sobre Do?ana es extensa. En el centro de visitantes ofrecen algunos folletos.
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