Guerras y religi¨®n.
Paul Collier, director del Grupo de Investigaci¨®n del Banco Mundial, y Anke Hoeffler han realizado un estudio (Greed and grievance in civil war, World Bank, Policy Research Working Paper, 2.355) sobre las causas de las guerras civiles durante el periodo 1965-1999. Bas¨¢ndose en una muestra de 47 conflictos armados internos, entre los 73 que existieron en esos 35 a?os, y con la ingenua seguridad de tantos economistas, concluyen que las variables desencadenantes de las guerras civiles son siempre de condici¨®n material y sobre todo de naturaleza econ¨®mica y demogr¨¢fica. M¨¢s concretamente, para los pa¨ªses que son grandes exportadores de materias primas, con fuertes di¨¢sporas exteriores o cuya poblaci¨®n est¨¢ muy dispersa, el riesgo de guerra civil es muy elevado. Por el contrario, seg¨²n ellos, la desigualdad social o geogr¨¢fica es una variable irrelevante en relaci¨®n con la mayor o menor probabilidad de enfrentamientos b¨¦licos, y la existencia de una fuerte diversidad ¨¦tnica y religiosa, lejos de empujar a la guerra, es un factor de paz.Estas sorprendentes constataciones / predicciones de los expertos del Banco Mundial, aparte de estar apoyadas en una evidencia emp¨ªrica muy limitada -diamantes en Sierra Leona, yacimientos mineros en Katanga, petr¨®leo en Nigeria, etc¨¦tera-, que adem¨¢s es susceptible de otras interpretaciones, se empe?an en negar la extraordinaria importancia de la radicalizaci¨®n de las identidades colectivas y de los integrismos nacionalistas en el origen de todos los conflictos comunitarios actuales. Y del decisivo papel que desempe?a la religi¨®n en esos procesos. Pero, dejando de lado los estudios y an¨¢lisis, ah¨ª est¨¢n las horribles matanzas cotidianas que nos deparan los integrismos en nombre de Dios, como ah¨ª est¨¢ el inacabable enfrentamiento, tan de otros tiempos, entre el islam y el cristianismo, enfrentamiento en el que todo se mezcla: la irredenta herencia de la historia, las rivalidades ¨¦tnicas, las penurias econ¨®micas, las ambiciones pol¨ªticas, pero cuya principal argamasa es el sectarismo de las creencias.
El L¨ªbano, el C¨¢ucaso, los Balcanes, espacios de un insoportable d¨ªa a d¨ªa de cr¨ªmenes y muertes, de una lucha sin cuartel, de grupos y comunidades que los medios de comunicaci¨®n nos han hecho familiares. Menos conocidos, pero no menos tr¨¢gicos, son los sangrientos conflictos de Indonesia, donde s¨®lo en las Molucas han superado los 3.000 muertos y donde el grupo armado Laskar Jihad ha impuesto el terror indiscriminado en las ciudades y aldeas de poblaci¨®n cristiana, al igual que en Mindanao el grupo musulm¨¢n Abu Sayyal, escisi¨®n del Frente Moro de Liberaci¨®n Nacional (FMLN), ha declarado la guerra santa intensificando las hostilidades contra la comunidad cristiana y sus milicias. En el Pakist¨¢n y en Sud¨¢n, la violencia se promueve desde las altas instancias del Estado. En el primero, el general Pervez Musharraf ha mantenido la ley sobre la blasfemia que permite a cualquier musulm¨¢n acusar de blasfemia contra Mahoma a un cristiano y hacerlo encarcelar o incluso condenarlo a muerte. En Sud¨¢n, en los 10 a?os de guerra civil entre el Frente Nacional Isl¨¢mico y las minor¨ªas cristianas del norte, se ha consumado la absoluta islamizaci¨®n del pa¨ªs, consagrada por la shar¨ªa que inspira y domina toda la Administraci¨®n del Estado. En Nigeria, la opresi¨®n y matanzas de los cristianos en el norte y de los musulmanes en el sur es expresi¨®n de un antagonismo que contradice la condici¨®n laica del Estado nigeriano, pero que la reciente introducci¨®n de la shar¨ªa en los Estados de Zamfara, Kaduna y Kebbei no puede m¨¢s que agravar. Poner fin a las guerras civiles de inspiraci¨®n / cobertura religiosa es tarea muy ardua. El ¨²nico tratamiento que cabe es cultural. De una cultura de paz. La apelaci¨®n al di¨¢logo de las religiones y la intervenci¨®n, a dicho fin, de las grandes organizaciones religiosas internacionales (Liga Isl¨¢mica, Vaticano, Organizaci¨®n de la Conferencia Isl¨¢mica, iglesias protestantes y evang¨¦licas, etc¨¦tera) es una v¨ªa que ha comenzado ya a utilizarse con ciertos frutos. Hay que insistir con mayor determinaci¨®n y eficacia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.