Contra el KGB viv¨ªamos mejor
Entre la nostalg¨ªa y la iron¨ªa, el alem¨¢n Wolfgang Hetzer, jefe de an¨¢lisis de la Canciller¨ªa alemana, aludi¨® a la guerra fr¨ªa como "los buenos viejos tiempos". Para los esp¨ªas, ten¨ªa sus ventajas: el enemigo estaba claro, los Gobiernos no escatimaban medios y las opiniones p¨²blicas no se cuestionaban por qu¨¦ deb¨ªan aceptar limitaciones en sus derechos fundamentales. En la guerra, como en la guerra. Pero la paz es m¨¢s complicada.Antes de la ca¨ªda del Muro, nadie hubiera imaginado que responsables y ex responsables de los servicios de espionaje de nueve pa¨ªses -Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia, Alemania, Canad¨¢, Holanda, Jordania y Espa?a- se reunir¨ªan para debatir en p¨²blico su papel en el siglo XXI, como han hecho esta semana en San Lorenzo de El Escorial (Madrid) en los cursos de verano de la Universidad Complutense.
La invitaci¨®n del servicio secreto espa?ol Cesid fue aceptada con entusiasmo por los participantes, deseosos de abandonar la penumbra en que trabajan y dar la cara. Quiz¨¢, porque como dijo su director, Javier Calder¨®n, "se nos juzga por nuestros fracasos, que salen a la luz p¨²blica, pero no por nuestros ¨¦xitos, que s¨®lo conocen nuestros Gobiernos".
La pregunta crucial la formul¨® el almirante Gianfranco Batelli, director del servicio militar italiano, Sismi. "La aut¨¦ntica decisi¨®n", afirm¨®, "es si los servicios de espionaje deben existir o no". Dijo algo m¨¢s, pues a?adi¨®, aunque luego adujera que se trataba de una provocaci¨®n: "Si deben existir, debemos aceptar cierto nivel de ilegalidad, pues la actividad de espionaje es b¨¢sicamente una actividad ilegal".
Muchos de sus colegas, incluido el propio Calder¨®n, discreparon de que el espionaje tenga que estar re?ido con el Estado de derecho, pero todos estuvieron de acuerdo en la necesidad de los servicios de espionaje. El peligro de los tanques del Pacto de Varsovia ya no existe, adujeron, pero en su lugar hay una multiplicidad de riesgos, m¨¢s difusos aunque no menos reales: el crimen organizado, el narcotr¨¢fico, el blanqueo de dinero, la inmigraci¨®n ilegal, el terrorismo, la ciberguerra o la proliferaci¨®n de armas de destrucci¨®n masiva.
El vicepresidente del servicio exterior alem¨¢n, BND, Siegfried Barth, sostuvo, por ejemplo, que el boicoteo europeo a los diamantes de Sierra Leona s¨®lo podr¨¢ instrumentarse con el apoyo de los servicios de espionaje. No ser¨¢n los fabricantes de joyas, aleg¨®, quienes revelen su origen.
El problema radica en que muchos de los nuevos objetivos que permiten a los servicios secretos asegurarse un hueco bajo el sol son competencia de la polic¨ªa. Su enfoque, explicaron, es distinto. A los centros de espionaje s¨®lo les interesan en la medida en que constituyan una amenaza para la seguridad. Pero no pueden ignorar a los delincuentes si se dan de bruces con ellos, lo que les obliga a colaborar con las fuerzas de seguridad. Algo tan f¨¢cil de decir como dif¨ªcil de hacer.
Elizabeth Rinsdkopf, ex consejera principal de la CIA, explic¨® que en 1994 se le encarg¨® que estudiara este problema. El estudio todav¨ªa no se ha concluido.
De nuevo, el almirante Battelli puso el dedo en la llaga: la labor de la polic¨ªa consiste en aportar pruebas al juez, pero los servicios secretos no pueden hacerlo sin revelar sus fuentes.
La delicada relaci¨®n entre servicios secretos y Justicia se resuelve en EE UU con el estilo caracter¨ªstico de la ¨²nica superpotencia realmente existente. "Dentro del pa¨ªs", dijo Rindskopf parafraseando a un ex director de la CIA, "se cumple la ley. En el extranjero, se defiende la Constituci¨®n". La de Estados Unidos.
Cada pa¨ªs europeo tiene su propio sistema, pero en todos hay un mecanismo que permite a los servicios secretos realizar pinchazos telef¨®nicos bajo control del Gobierno, la magistratura o el Parlamento. Salvo en Espa?a.
La disparidad de las leyes, y el celo en preservar uno de los ¨²ltimos reductos de la soberan¨ªa nacional, es uno de los obst¨¢culos con que tropieza el proyecto de crear una comunidad europea de espionaje, como defendi¨® el ex representante de la UE en Bosnia Carlos Westendorp.
El otro obst¨¢culo es la desconfianza. Los pa¨ªses anglosajones han sido acusados de utilizar la red Echelon, que les permite la interceptaci¨®n masiva de las comunicaciones telef¨®nicas y electr¨®nicas por v¨ªa de sat¨¦lite o cable, para obtener informaci¨®n confidencial de empresas europeas y emplearla en concursos internacionales. "El ¨²nico problema", aleg¨® Gerald Warner, ex coordinador de los servicios secretos brit¨¢nicos, "es que los dem¨¢s pa¨ªses no tienen un sistema tan eficaz como el nuestro. Si lo tuvieran, har¨ªan lo mismo".
En todo caso, matiz¨®, ni Echelon se aprovecha para la competencia desleal ni tiene las capacidades que se le atribuyen, pues no puede "descifrar los mensajes en tiempo real". No todav¨ªa.
Para la organizaci¨®n, el curso fue un ¨¦xito, tanto por el nivel de los debates como por el p¨²blico. M¨¢s de 100 matriculados y casi el doble de asistentes en alguna conferencia. Entre los m¨¢s atentos, agentes rusos, h¨²ngaros, mexicanos, saharauis o iraqu¨ªes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.