FERNANDO HIRALDO CANO El olfato de una rapaz
Cuando la sociedad espa?ola se hallaba en pleno tr¨¢nsito democr¨¢tico, Fernando Hiraldo, acompa?ado de Miguel Delibes y Juan Calder¨®n, se subi¨® a un land-rover para recorrer Europa con un curioso itinerario: visitar todos los museos. Al principio les acompa?aron novias, pero la dureza de la ruta acabar¨ªa dejando solos a los aprendices de cient¨ªficos. M¨¢s de una noche dormir¨ªan en cunetas. Pero los tres meses de viaje dar¨ªan gran provecho en tesis electorales y estudios. Hiraldo, que se licenci¨® en Biolog¨ªa en la Universidad de Sevilla, es hoy un reconocido ornit¨®logo especializado en rapaces, que ha publicado sus investigaciones en los medios m¨¢s prestigiosos. Su tesis sobre el buitre negro, en la d¨¦cada de los 70, llam¨® la atenci¨®n porque concordaba m¨¢s con la l¨ªnea europea de investigaci¨®n que con la practicada en Espa?a, donde la ciencia no era ajena al ambiente timorato de la sociedad.
Uno de sus compa?eros cree que el gran m¨¦rito de Fernando Hiraldo reside m¨¢s en sentar los cimientos para ensanchar el campo de la investigaci¨®n que en sus trabajos posteriores, donde se aprecia ya un trabajo de equipo. Los primeros estudios sobre especies, que despu¨¦s ser¨ªan emblem¨¢ticas en la investigaci¨®n como el ¨¢guila imperial o el quebrantahuesos, llevan la firma de Hiraldo, un cient¨ªfico con gran olfato para detectar problemas gracias a sus conocimientos de historia natural y a la comodidad con la que se mueve por el campo. Una impronta legada por el profesor Valverde, su mentor y uno de los referentes de la biolog¨ªa espa?ola, que se considera el fundador del Parque Nacional de Do?ana.
Hiraldo naci¨® en Almer¨ªa en el seno de una familia muy vinculada a la ciencia. La estrecha relaci¨®n de su t¨ªo, Antonio Cano, con Valverde, condicion¨® en gran medida su trayectoria. En Almer¨ªa, Valverde puso en marcha un centro de recuperaci¨®n de fauna sahariana, que luego continuar¨ªa su amigo Cano y que en la actualidad pertenece al Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC).
La afici¨®n por el campo, los p¨¢jaros o la pesca comienzan a perfilar a Hiraldo de joven. Parec¨ªa casi inevitable que su elecci¨®n universitaria se dirigiese hacia la Biolog¨ªa, que comenz¨® a estudiar en la Universidad de Granada. Cuando su t¨ªo Antonio Cano le recomienda a Valverde como becario, Hiraldo no duda en trasladar la matr¨ªcula a la Universidad de Sevilla. Comienza entonces su gran aprendizaje, bajo la tutela de Valverde, y en una ¨¦poca en la que todo estaba por crear en la Estaci¨®n Biol¨®gica de Do?ana.
Por entones, el afamado centro consist¨ªa en unas precarias oficinas en un chal¨¦ de Heli¨®polis. Por el jard¨ªn lo mismo pululaba una hiena para espanto de los vecinos que ex¨®ticas especies sudamericanas. Sobre todo hab¨ªa un hedor insoportable, recuerda uno de los becarios de entonces. Un d¨ªa, unos lobos huyeron del jard¨ªn ante el horror del personal, sabedor de la cercan¨ªa de una guarder¨ªa. Todav¨ªa hoy recuerdan muertos de risa a Hiraldo saltando la valla del centro infantil con una escopeta, dispuesto a disparar contra los lobos, aunque no fue necesario. El toque aventurero marc¨® aquella ¨¦poca: Hiraldo y otros j¨®venes hac¨ªan correr¨ªas nocturnas para capturar estorninos o cualquier otra excursi¨®n necesaria para atrapar alguna de las especis que el profesor Valverde consideraba necesarias para la colecci¨®n del centro.
El arranque con los lobos muestra a las claras los prontos del nuevo director de la Estaci¨®n Biol¨®gica de Do?ana, capaz de armar el apocal¨ªpsis, la g¨¦nesis del mundo y un buc¨®lico bel¨¦n sin interrupci¨®n. Vamos, que Hiraldo puede soltar un pu?etazo en la mesa y soltar culebras sin pudor y luego irse a compartir un caf¨¦ sonriente con las v¨ªctimas de su c¨®lera. Dos cualidades que no le ir¨¢n mal en su nueva ocupaci¨®n, a la vista del juego de equilibrios y tensiones que existen entre la EBD, el Ministerio de Medio Ambiente y el Parque Nacional de Do?ana.
Tal vez por ello ha meditado bastante si se presentaba a la direcci¨®n del centro. Lo mismo una ma?ana dec¨ªa que lo ten¨ªa claro, que siete d¨ªas despu¨¦s juraba que no dar¨ªa el paso ni loco. Pero la Estaci¨®n Biol¨®gica es casi la piedra angular de su trayectoria, a pesar de que renunci¨® a disputar por una plaza al finalizar la carrera para no enfrentarse a dos amigos. Fue el ¨²nico par¨¦ntesis en su vinculaci¨®n con la EBD, que llen¨® con el trabajo en el Museo de Ciencias Naturales en Madrid durante ocho a?os.
Hiraldo, integrado en el grupo de biolog¨ªa de la conservaci¨®n de la Estaci¨®n, tendr¨¢ ahora que restar tiempo y energ¨ªas a sus investigaciones -tiene proyectos sobre el milano, buitre negro, cern¨ªcalo primilla o los efectos del vertido t¨®xico sobre los seres vivos de Do?ana- para una labor m¨¢s burocr¨¢tica. Pero, seg¨²n sus amigos, le tienta la dimensi¨®n social de la ciencia. Los malos tragos los digiere en su despacho con m¨²sica cl¨¢sica y, en su tiempo libre, con buenos vinos. Hiraldo disfruta con la cocina y la temporada del Maestranza (es abonado). Ya no sale a pescar, pero cuando lo hace asombra por su dominio.
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