Una tumba sin nombre
Enterrado en una tumba sin nombre, bajo la nieve, el cuerpo de ?ngel Ganivet, el que hab¨ªa sido amigo ¨ªntimo de Miguel de Unamuno y de todos los integrantes de la Generaci¨®n del 98, permaneci¨® ignorado durante 27 a?os, hasta que el periodista granadino Enrique Dom¨ªnguez lo localiz¨® y gestion¨® su repatriaci¨®n. Ocho a?os antes, gracias a la intervenci¨®n de Natalio Rivas, se levant¨® una escultura conmemorativa en la Alhambra en la que se ve a un hombre luchando contra un carnero. Fue una obra pol¨¦mica.El regreso de los restos de Ganivet, en 1925, fue uno de los grandes fastos que Granada celebr¨® en este siglo. Miles de personas, entre las que se encontraban unos j¨®venes Federico Garc¨ªa Lorca, Hermenegildo Lanz, ?ngel Barrios o Manuel ?ngeles Ortiz, se agolpaban al paso del f¨¦retro. Fueron esos j¨®venes los que asumieron las premisas ideol¨®gicas de Ganivet, la idea de que era necesaria una regeneraci¨®n nacional, una modernizaci¨®n que sacara al pa¨ªs de la enorme depresi¨®n que hab¨ªan supuesto todos los desastres que culminaron en 1898.
Sin embargo, durante mucho tiempo, Ganivet ha sido m¨¢s mitificado que le¨ªdo, m¨¢s mencionado que estudiado. Ha servido como baluarte para defender tanto las ideas m¨¢s ultraconservadoras de Granada como las m¨¢s progresistas. La lectura de sus obras completas dar¨¢ la visi¨®n real, desde la perspectiva de su tiempo y sus circunstancias, de un ensayista, novelista, fil¨®sofo y mujeriego que, en el fondo, era tan s¨®lo un personaje contradictorio.
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