Un merecid¨ªsimo aplauso
Shakespeare es siempre un placer. Aunque no estar¨ªa de m¨¢s que, de vez en cuando, acudi¨¦ramos, para variar, a alg¨²n otro cl¨¢sico, para no quedarnos encerrados en el c¨ªrculo vicioso de una magia teatral profund¨ªsima con la idea de que s¨®lo existe el ¨²nico, el inefable. Medida por medida no es, adem¨¢s, una obra que no se haya visto en Barcelona (Cheek by jowl, primero; Calixto Bieito, despu¨¦s). Con todo, es cierto que la versi¨®n italiana del Teatro Garibaldi di Palermo - Teatro de Europa es un gozo, que la versi¨®n fluye por sus vericuetos tragic¨®micos con la claridad de un riachuelo y que el p¨²blico se lo pas¨® (riendo algunas morcillas oportunas del veterano actor y director Carlo Cecchi) tan ricamente. Buen teatro, sin apenas escenograf¨ªa. Actores y palabras para sondear el universo sin fondo de Shakespeare.Medida por medida es una reflexi¨®n sobre el hombre y las leyes humanas que lo gobiernan. El Duque de Viene se ausenta de la ciudad y deja en manos de Angelo, hombre de aparente gran rectitud moral, el gobierno de la ciudad. Las primeras disposiciones de ¨¦ste, en aplicaci¨®n de leyes que han quedado como papel mojado desde tiempos inmemoriales, mandan a un joven al pat¨ªbulo por haber gozado y dejado pre?ada a su amada. El condenado acudir¨¢ a su hermana, joven novicia, para que interceda por ¨¦l ante Angelo, quien, cuando con las s¨²plicas de la joven siente que la tiene en sus manos, se desata en ¨¦l una pasi¨®n carnal incontenible. Tragicomedia, Medida por medida acaba bien por un pelo, gracias a las intrigas, casi tejemanejes, del duque disfrazado de monje quien ve c¨®mo se desata la perversi¨®n de su pupilo. Entre risas y sobresaltos se llega a un final con boda m¨²ltiple, que ¨¦sa es la felicidad de la comedia barroca.
Misura per misura
De Shakespeare. Direcci¨®n: Carlo Cecchi. Int¨¦rpretes: Carlo Cecchi, Elia Shilton, Sante Maurizi, Vito di Bella, Arturo Cirillo, Antonio Alveario, Vincenzo Ferrera, Alessandro Baldinotti. Teatre Lliure, 17 de julio.
Lo mejor de la versi¨®n de Carlo Cecchi es que acent¨²a el tono de comedia. Interpreta, ¨¦l mismo, a un duque improvisador y marrulero, divertido, que parece salido de una pieza de De Filippo antes que de un severo tratado moral, y maneja a los personajes con alma de titiritero. El resto de los personajes hace un trabajo sobrio, inteligente, y los rufianes, con el aire inconfundible del rufi¨¢n italiano (I soliti ignoti), son una diversi¨®n a?adida.
Montaje dign¨ªsimo, perfectamente adecuado, por estilo y nivel, para estar en el Lliure. Con el italiano existe la ventaja de que la barrera del idioma se diluye y de que el p¨²blico sigue sin problemas el discurso al pie de la letra. Tal vez sea lo mejor de esta presencia masiva del teatro italiano en el Grec, darnos cuenta de que Italia tambi¨¦n existe y que no se reduce a los grandes nombres de siempre. Un lazo que valdr¨ªa la pena cultivar en el futuro. Pero, a ser posible, sin Shakespeare como Celestina. A los actores, el d¨ªa del estreno, se los ve¨ªa felices con los aplausos del p¨²blico. No las ten¨ªan todas consigo, pero Palermo en Barcelona se llev¨® un merecid¨ªsimo aplauso.
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