"El futuro est¨¢ en las mujeres despose¨ªdas"
Para ser el libro que Germaine Greer prometi¨® no escribir nunca, La mujer completa tiene un t¨ªtulo de lo m¨¢s llamativo. Brillante, controvertida y terca hasta la imprudencia, la escritora, catedr¨¢tica de Ingl¨¦s y Estudios Literarios Comparativos en la universidad brit¨¢nica de Warwick, admite sin reparos que hace tres d¨¦cadas no conoc¨ªa a suficientes mujeres pobres como para hablar de ellas con la agudeza dedicada en La mujer eunuco a sus compa?eras del mundo rico. Los innumerables viajes efectuados desde 1969 han abierto sus ojos a una segunda ola feminista en formaci¨®n al margen de intelectuales como ella misma. La revoluci¨®n que anuncia, y de la que surgir¨¢ la aut¨¦ntica mujer completa, se fragua hoy entre las mujeres despose¨ªdas de China, Tailandia o el mundo isl¨¢mico. Solas pero amenazadas ya por el feroz consumismo occidental, el futuro est¨¢ para Greer en manos de las mujeres que se han hecho fuertes en las circunstancias m¨¢s precarias.Educada en el convento australiano Estrella del Mar de Gardenvale (Victoria), adem¨¢s de las universidades de Melburne, Sidney y la brit¨¢nica de Cambridge, la autora asegura con cierta sorna que las monjas le mostraron la primera ruta del feminismo. Castigada en el colegio por polemizar, la madre superiora le abri¨® inopinadamente los ojos d¨¢ndole una singular opci¨®n. "Podr¨¢s ser una santa o una pecadora, depende de ti", le dijo. La ni?a Germaine, que conserv¨® un buen recuerdo de las religiosas, decidi¨® explorar la "segunda y m¨¢s excitante opci¨®n". Criticada y admirada a partes iguales por sus colegas, venerada por sus alumnos y arropada por sus amigos, ha decidido fustigar a las feministas de sal¨®n por ignorar que "tenerlo todo" es una forma de opresi¨®n de las hermanas m¨¢s necesitadas.
Pregunta. ?Por qu¨¦ no puede el feminismo occidental hacer nada por las mujeres oprimidas de sociedades que las anulan por motivos sociales, culturales o religiosos?
Respuesta. Las mujeres de pa¨ªses desarrollados forman parte del proceso de dominaci¨®n del resto del mundo. Tanto, que encarnan al enemigo para mujeres como las iran¨ªes, que rechazaron las organizaciones femeninas patrocinadas por el fallecido sha porque intentaban imponer una cultura americanizada a costa de la propia. Para mi sorpresa, en las universidades de Ir¨¢n no hab¨ªa entonces reformistas marxistas ni feministas al uso occidental. Estaban llenas de mujeres que llevaban el chador como un signo de rebeli¨®n. Lo malo es que llegaron los mul¨¢s y restablecieron la sociedad patriarcal que las arroj¨® a las tinieblas. Cuando las mujeres sufren as¨ª y la exclusi¨®n apenas les deja sobrevivir, la ¨²nica soluci¨®n es rebelarse. Yo creo que lo har¨¢n, porque no tienen m¨¢s remedio que repudiar su realidad. Las feministas occidentales, por el contrario, han llegado a no rechazar siquiera el yugo de un mercado enriquecido a costa de hacerles creer que deben estar bellas y deseables en todo momento.
P. ?No corre el peligro de idealizar as¨ª otras culturas hasta el extremo de condonar o ignorar actos como la mutilaci¨®n genital femenina s¨®lo porque son presentados como tradiciones mantenidas por mujeres?
R. En absoluto. El problema es otro. Estamos tan seguros de nuestras supuestas verdades que hasta hemos definido los derechos humanos para el resto del mundo. Yo no he visto a todas las mujeres, claro, pero en ?frica me han pedido que dejemos de hablar de ellas desde el punto de vista de sus genitales. A ninguna africana se le ocurrir¨ªa acudir al foro de las Naciones Unidas para discutir las ces¨¢reas o histerectom¨ªas, otra forma de mutilaci¨®n muchas veces gratuita, sufridas por las brit¨¢nicas. S¨®lo abogo por abandonar la falsa postura feminista que pretende convencer a mujeres con culturas sexuales muy complejas de que les est¨¢n robando la capacidad de sentir placer. Tambi¨¦n nosotros rajamos a las parturientas con un supuesto acto m¨¦dico innecesario llamado episiotom¨ªa. Tambi¨¦n las adolescentes de nuestras ciudades se atraviesan los genitales con anillas o piden implantes de mama. Lo ¨²nico que digo es que una cosa es apoyar a las mujeres de Egipto o Somalia que quieren desterrar la ablaci¨®n femenina y otra bien distinta convertirla en un delito. Si un extranjero les dice que abandonen una tradici¨®n, ¨¦sta adquiere de inmediato un valor integrador a?adido.
P. Pero es que las protagonistas de esas mutilaciones son ni?as de ocho o nueve a?os que no saben lo que ocurre y son forzadas a ello por sus propias madres para no ser diferentes y, a la postre, encontrar marido.
R. La mayor¨ªa de los hombres africanos con los que he hablado ni siquiera sab¨ªan si sus esposas estaban circuncidadas. En serio. A ellos no les interesaba nada. Es una pr¨¢ctica compleja que var¨ªa en cada pa¨ªs y es realizada por las mujeres para reforzar el sentido de pertenencia a la comunidad. No es la operaci¨®n monstruosa que creemos. Hasta la ONU sabe que la salud sexual que patrocina en ?frica es demasiado occidental.
P. De todos modos, parece algo arriesgado comparar un aumento artificial de mama o la cirug¨ªa est¨¦tica misma con algo as¨ª.
R. Lo que a m¨ª me interesa es la percepci¨®n de la mujer de lo que ella cree que busca el hombre y la lleva a cambiar su cuerpo sin necesidad. Me intriga averiguar por qu¨¦ las mujeres cortan o aumentan las partes de su cuerpo que les parecen poco atractivas, mientras los varones ni sue?an en pasar por el quir¨®fano. Es un problema de inseguridad. Se supone que la mujer tiene que estar joven, pero no as¨ª su compa?ero. Es desesperante. Con esa teor¨ªa, las que tenemos 61 a?os estamos acabadas. Es una forma de pornograf¨ªa social que invade incluso las revistas del coraz¨®n. No hace falta que muestren modelos desnudas. Basta con presentar a la famosa que acaba de ser madre y ha recuperado su figura en un tiempo r¨¦cord. Las ¨²nicas que parecen salvarse de momento son las sociedades latinas.
P. ?De veras lo cree as¨ª?
R. La madre latina le ense?a a su hijo var¨®n a cortejar a la mujer. Cuando viv¨ªa en Italia, me sorprendi¨® la tranquilidad con que la mamma le dec¨ªa a su hijo que fuera amable con la chica de la que dec¨ªa estar enamorado. En el norte de Europa, por el contrario, la mujer se cree poco deseable, porque no es amada con propiedad. La mujer completa tal vez resulte un libro demasiado anglosaj¨®n para las espa?olas, pero deben darse cuenta de que dicha cultura es cada vez m¨¢s uniforme y condiciona incluso los usos sexuales. Mis estudiantes, por ejemplo, se quejan de que sus novios no pierden el tiempo en seducirlas. El sexo est¨¢ tan a mano desde la primera adolescencia que hay que estar siempre dispuestos. Incluso a costa de los embarazos precoces y no deseados. El latino, en cambio, todav¨ªa te sigue con la mirada para encender el deseo.
P. Parece usted tener fe en el cambio de todo y todos, excepto de los varones, a los que sigue llamando idiotas, fantasiosos e injustos.
R. Es que los hombres son unos in¨²tiles. Yo misma he vivido siempre con varones que pod¨ªan haber sacado mucho m¨¢s partido de sus cualidades y no lo han hecho. De haber aplicado el mismo esfuerzo que dedican al f¨²tbol a su intelecto, habr¨ªan redactado una nueva Constituci¨®n. No ten¨ªan nada de tontos, y no es que no les quisiera. El problema son sus peque?as obsesiones, que les sumergen en su mundo, ya sean los ordenadores o el deporte. Por eso sigo pensando que el ¨²nico futuro est¨¢ en el feminismo.
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