Un jugador genial; un tipo corriente
Algunos de sus compa?eros se enteraron de la noticia por los periodistas y no se lo pod¨ªan creer. Pero el presidente del Deportivo, Lendoiro, y el entrenador, Javier Irureta, ya sab¨ªan desde hace d¨ªas que algo marchaba mal en la vida de Mauro Silva. El jugador, sin especificar los motivos de su amargura, hab¨ªa roto a llorar varias veces en la concentraci¨®n de pretemporada que el equipo inici¨® el martes en Vilalba (Lugo). Con Irureta tuvo una conversaci¨®n hasta bien entrada la madrugada, y el t¨¦cnico pudo comprobar que alg¨²n asunto ¨ªntimo le estaba carcomiendo el ¨¢nimo.Si se tratase de otro, podr¨ªa quedar la sospecha de que estaba fingiendo para provocar su marcha y buscarse un contrato mejor. Pero se trataba de Mauro, un ejemplo de integridad, sensatez y dedicaci¨®n, un jugador cuya importancia para el equipo "va m¨¢s all¨¢ de los futbol¨ªstico", como apunt¨® el propio Irureta. Sin resolver el enigma sobre sus problemas personales, el pasado mi¨¦rcoles el club le dej¨® marchar a Brasil. Tres d¨ªas despu¨¦s, anunci¨® que le facilitar¨ªa su salida para jugar en otro equipo fuera de Espa?a. Le quedaba un a?o de contrato, pero Lendoiro no ha puesto ning¨²n obst¨¢culo a su marcha. "Con lo que ha dado al Deportivo, es lo menos que pod¨ªamos hacer", explic¨® el presidente.
La excepcionalidad de Mauro Silva (32 a?os) reside precisamente en que, a pesar de los ¨¦xitos (campe¨®n de Liga y Copa con el Depor y un t¨ªtulo mundial con Brasil), de los contratos multimillonarios y de la idolatr¨ªa de la afici¨®n y de la prensa, nunca dej¨® de comportarse como un tipo normal y corriente. Ocho a?os despu¨¦s de su llegada, Mauro Silva segu¨ªa siendo el mismo jugador que, reci¨¦n aterrizado en la ciudad, bajaba al portal de su casa para firmar aut¨®grafos a los ni?os que llamaban a su portero autom¨¢tico. Un hombre que no dud¨® en hablar claro en m¨¢s de una ocasi¨®n para exigir profesionalidad a sus compa?eros, y que no se dej¨® seducir por las tentadoras ofertas que durante mucho tiempo le llegaron de Italia.
Mauro no fue, como muchos otros futbolistas brasile?os, un ni?o de la favela al que trastornaron la celebridad y el dinero. Su familia era de clase media y ¨¦l, mientras jugaba en el modesto Bragantino, estudi¨® en la Universidad y se gradu¨® en Inform¨¢tica. El enga?oso brillo del f¨²tbol no lleg¨® a deslumbrarle tanto como para hacerle olvidar la dram¨¢tica realidad social de su pa¨ªs. De joven, simpatiz¨® con la izquierda, en la que militaban algunos familiares suyos. En 1994, cuando Brasil se extasiaba con el t¨ªtulo mundial alcanzado en EE UU, tuvo el coraje de afirmar: "En mi pa¨ªs el f¨²tbol sirve para tapar los problemas sociales. Ahora la gente festeja el t¨ªtulo y se olvida de todo. Pero el campeonato del mundo no nos va sacar de la pobreza".
Su fichaje por el Deportivo fue una arriesgada apuesta personal. Su formidable mezcla de facultades f¨ªsicas y recursos t¨¦cnicos le convirtieron muy pronto en el eje del centro del campo de la selecci¨®n brasile?a. Y, sin embargo, a finales de la temporada 91-92, acept¨® fichar por un equipo espa?ol que luchaba por no descender a Segunda. A Mauro se le uni¨® luego su compatriota Bebeto y juntos, bajo la protecci¨®n de Arsenio, encabezaron la inolvidable campa?a en la que naci¨® el superdepor y cambi¨® para siempre la historia de un club abocado hasta entonces al sufrimiento perpetuo. En ocho a?os, Mauro vivi¨® muchos ¨¦xitos, pero tambi¨¦n padeci¨® en silencio momentos amargos, sin que nadie le escuchase ni una queja, ni una mala palabra: la p¨¦rdida de una Liga, la marcha de Arsenio, las insolencias de Toshack, un inhumano traj¨ªn entre A Coru?a y Brasil para cumplir los compromisos con la selecci¨®n de su pa¨ªs, dos grav¨ªsimas lesiones que le dejaron muy mermado f¨ªsicamente...
En mayo, se desquit¨® con el t¨ªtulo de Liga y todo parec¨ªa dispuesto para que completase los planes que ven¨ªa anunciando desde hace tiempo: se retirar¨ªa en el Depor, para quedarse a vivir en A Coru?a junto a su esposa Terumi, de origen japon¨¦s, y su ¨²nico hijo, nacido en la ciudad, al que quer¨ªa preservar de la violenta atm¨®sfera social de Brasil. Algo muy grave ha debido de sucederle para cambiar tan bruscamente de opini¨®n. Algo en lo que nadie tiene derecho a hurgar, como muy bien ha expresado Lendoiro: "Lo ¨²nico que podemos hacer es respetar su decisi¨®n".
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