Con un discurso, secretario general
Salvadas todas las distancias, ocurri¨® el s¨¢bado en el Palacio de Congresos de Madrid algo similar a lo sucedido el 13 de octubre de 1931 en las Cortes de la Rep¨²blica: "Con un s¨®lo discurso", escribi¨® en su diario Manuel Aza?a, "me hacen presidente del Gobierno". No fue s¨®lo un discurso, desde luego, la clave de aquel encumbramiento que Aza?a juzg¨® prematuro, como tampoco lo es ahora la del fulgurante ascenso de Rodr¨ªguez Zapatero; pero sin aquel discurso, Aza?a tal vez no habr¨ªa sido presidente, como tampoco ser¨ªa hoy Zapatero, sin el suyo, secretario general.Si lo es, lo debe en buena medida a su palabra. Para que algo as¨ª ocurra, para que la palabra tenga tan decisivos efectos pol¨ªticos, se requieren algunas circunstancias excepcionales: que se haya producido un vac¨ªo de poder, por renuncia o ca¨ªda de sus titulares; que los mu?idores de posibles f¨®rmulas para salir de una situaci¨®n complicada carezcan de los recursos necesarios para imponer una salida; que la palabra, en fin, se pronuncie en una asamblea constituyente, formada por delegados capaces de utilizar su voto sin sentirse amordazados por esas fidelidades de grupo que impiden tomar decisiones libres.
Todo esto se dio cita el s¨¢bado por la ma?ana en el congreso socialista: vac¨ªo de poder, viejos l¨ªderes incapaces de imponer una soluci¨®n, varios candidatos dispuestos a llenar lo que sus mayores no pod¨ªan, delegados conscientes de la importancia de su voto, libertad interior para concretar su opci¨®n, indeterminaci¨®n del resultado. Una situaci¨®n democr¨¢tica desde la ra¨ªz; una asamblea que nadie controlaba y que, por lo mismo, tampoco pod¨ªa resultar en la confirmaci¨®n de una propuesta que procediera de alto lugar. Pod¨ªa por eso ocurrir de todo, pues todo iba a depender de lo que cada candidato trajera en su mochila para descargar ante la atenta mirada y los abiertos o¨ªdos de los delegados.
Y entonces, los candidatos comenzaron a hablar. La primera, Rosa D¨ªez, para decir en 45 minutos lo que pudo haber dicho en cinco, y con ventaja: que era la mejor para sacar al PSOE de la tutela de pap¨¢ porque ella era mayor y hab¨ªa crecido en contacto con la base, oyendo las voces de la calle. Se la escuch¨® con respeto y cortes¨ªa, pero con indisimulado y creciente malestar: primero, porque si estaban todos all¨ª en aquellas condiciones era precisamente porque nadie pod¨ªa ya ejercer tutela alguna; hablaba a emancipados de lo bueno que es emanciparse; segundo, porque, aun en el caso de que fuera necesario recuperar la voz, no acababa de concretar para qu¨¦ fines. Cuando parec¨ªa que iba a entrar en materia, retornaba al principio, a que ella era la mejor para sacar al PSOE de la tutela de pap¨¢, etc¨¦tera, etc¨¦tera. Milagro fue que conservara algunos votos.
Vino despu¨¦s un pol¨ªtico experimentado, azote del PP en tierras cat¨®licas y conservadoras. Si D¨ªez se ten¨ªa como mejor baza para la emancipaci¨®n interna, Bono insisti¨® en presentarse como mejor apuesta para ganar elecciones. D¨ªez: quienes quieran librarse de tutelas, que me voten. Bono: quienes quieran ganar al PP, que me sigan. No para ganarle en Castilla-La Mancha, regi¨®n que Bono hab¨ªa proyectado en un santiam¨¦n del siglo XIX al XXI. No, no s¨®lo Castilla, sino Espa?a, Espa?a entera, naci¨®n a la que tanto amor profesa el candidato, votar¨ªa a Bono. Un discurso s¨®lido, propio de alguien que considera casi un tr¨¢mite presentarse a una votaci¨®n interna, porque lo que a ¨¦l le priva, lo que de verdad le pone en situaci¨®n, es plantar, todos juntos, con generosidad, con ambici¨®n, cara al adversario pol¨ªtico. Era el discurso del hombre de Estado, si bien la base sobre la que erig¨ªa su statesmanship no pasara por el momento de Castilla-La Mancha.
Subi¨® luego al estrado, borrada por completo del rostro la sonrisa que tanto hab¨ªa prodigado en sus visitas a las agrupaciones, Matilde Fern¨¢ndez. No hab¨ªa ya lugar para sonrisas; ella ven¨ªa a decir a los delegados cosas graves y a anunciar inminentes cat¨¢strofes: ni?os hambrientos, tr¨¢fico de esclavos, delincuentes financieros. ?se era nuestro mundo; ¨¦se era el mundo que el PSOE hab¨ªa renunciado a transformar porque unos malandrines lo hab¨ªan despe?ado por las sucias pendientes del pragmatismo. Pragmatismo, ?para qu¨¦?, ven¨ªa a preguntar casi llorando la candidata, ex pragm¨¢tica ministra de un Gobierno de pragm¨¢ticos: ni el mundo ha mejorado ni los socialistas han sido capaces de mantener su unidad, su cohesi¨®n y su identidad. Todo fatal, insist¨ªa, sin abrir ni un rayito a la esperanza, ensombreciendo por minutos su rostro, apagando hasta la extinci¨®n su mirada. Fue despedida a la altura de su pena, con el alma de los delegados rodando por los suelos.
Y luego lleg¨® Rodr¨ªguez Zapatero. Eh, oiga, que las cosas no van tan mal. Un tipo joven, de verbo f¨¢cil, con agradable timbre de voz, mirada clara, encantado de la vida. ?C¨®mo podr¨ªa ir tan mal el PSOE si tipos como ¨¦l compiten por la secretar¨ªa general? En ese supuesto impl¨ªcito bas¨® su llamada a recuperar la autoestima, el orgullo de partido, la reivindicaci¨®n del pasado, de todo el pasado, desde Pablo Iglesias a Felipe Gonz¨¢lez, sin pedir aplausos clamorosos para el l¨ªder hist¨®rico ni para el reciente timonel, all¨ª sentado en primera fila, gesto adusto, intenciones que para ¨¦l se las reserva. ?sa es la historia y ¨¦ste es el presente: ¨¦l mismo, tanta gente como les hab¨ªa votado, tanto maestro y profesor, tanto alcalde y concejal, tanto joven y tantas mujeres que corren como nueva savia por las venas del partido.
?Familias?, ?rencillas? Eso ha sido un accidente en el camino, cosas del pasado. Lo que a este partido importa no es hurgar en el pasado, sino proyectarse en el futuro: donde otros no ve¨ªan m¨¢s que problemas y miseria, Zapatero resalt¨®, del mundo que viene, las posibilidades que abre, y del PSOE que all¨ª delante ten¨ªa representado, los recursos m¨¢s que sobrados para liderar la innovaci¨®n. La revoluci¨®n tecnol¨®gica, la globalizaci¨®n, tan incitante: ¨¦se es el mundo que hay que liderar, y, para eso, gentes que nos hab¨¦is votado, profesores que me escuch¨¢is, alcaldes que sab¨¦is lo que es hacer pol¨ªtica para el ciudadano, para eso aqu¨ª est¨¢ el partido socialista, una corriente que no cesa, que viene de lejos, de los entresijos del recuerdo y la memoria, y que aspira a guiar el futuro. Un mandoble a Aznar, tan aburrido, y otra llamada al orgullo de la identidad colectiva, de saberse parte de un proyecto otra vez en marcha.
Ese discurso cay¨® como agua de mayo sobre aquella asamblea harta de o¨ªr penalidades e insegura del triunfo que con tanto ah¨ªnco Bono promet¨ªa. Su efecto fue fulminante y espont¨¢neo porque logr¨® trasladar a los delegados la impresi¨®n de que algo nuevo estaba en trance de nacer, algo quiz¨¢ todav¨ªa balbuciente, pero valioso, prometedor, y la convicci¨®n de que su voto, libre, secreto, pod¨ªa actuar como comadrona de la historia. D¨ªez, con su solipsismo; Bono, con su experiencia; Fern¨¢ndez, con sus lamentos, quedaron bajo el com¨²n rasero de lo ya visto, lo conocido, lo que no anuncia ning¨²n camino nuevo. Rodr¨ªguez Zapatero, con su discurso, logr¨® crear la emoci¨®n de lo que est¨¢ por llegar y merece la pena. Aqu¨ª hay algo, se habr¨¢n dicho muchos delegados; esto suena de otra forma, anuncia otras realidades. Y lo hace como manifestaci¨®n de lo que este partido, el suyo, el de todos ellos, tan vilipendiado, lleva dentro. Veis qu¨¦ f¨¢cil, el cambio ya est¨¢ aqu¨ª, puede hacerse, ?y con tranquilidad!
Si los delegados hubieran dispuesto de un largo receso para trasegar y mercadear con sus votos, quiz¨¢ el efecto de la palabra se hubiera difuminado en el aire enrarecido de los cuartos cerrados, si los cabezas de grupos y facciones hubieran sido capaces de decir: ahora nos toca a nosotros, quiz¨¢ las cosas hubieran transcurrido al final de otra manera. Pero no hubo ocasi¨®n. Los discursos terminados, la votaci¨®n en marcha, los delegados que ven¨ªan sueltos votaron a quien con su palabra les hab¨ªa devuelto la autoestima, al que hab¨ªa anunciado un cambio sin tirar piedras sobre los tejados de la historia. Sin duda, algo habr¨¢n valido los votos de tal o cual grupo o facci¨®n. Pero el candidato elegido, que tuvo la inteligencia pol¨ªtica de no pactar nada ni siquiera para imponer una segunda vuelta de la que pod¨ªa salir beneficiado, lo ha sido gracias a su trabajo previo condensado en un discurso perfecto para una excepcional ocasi¨®n, una de esas en las que la democracia no es rutina de voto, sino decisi¨®n colectiva que funda una nueva realidad.
Inteligencia pol¨ªtica capaz de suscitar emoci¨®n pol¨ªtica: ¨¦ste es el resumen de la ma?ana del s¨¢bado en el 35? Congreso del PSOE y ¨¦sta es la clave del triunfo de Rodr¨ªguez Zapatero. A partir de hoy, no bastar¨¢ la inteligencia, ni se podr¨¢ construir nada s¨®lido sobre la emoci¨®n. Desde hoy tienen que hacer pol¨ªtica, hacia dentro, liquidando de una buena vez las bases sobre las que se han sostenido ensimismados en su mutuo destrozo las facciones mayoritaria y minoritaria de su partido, jubilando con todos los miramientos a una generaci¨®n que ha disfrutado y usado de un poder sin cortapisas durante un largo periodo de tiempo; hacia fuera, recomponiendo una oferta de pol¨ªticas clara, sobre las cuatro o cinco cuestiones fundamentales que constituyen hoy la tarea de los Gobiernos. De aqu¨ª a que pasen tres a?os habr¨¢ tiempo para comprobar si lo que emergi¨® como una inteligente y emotiva promesa de futuro de las entra?as del PSOE una calurosa ma?ana de julio es capaz de renovar el atractivo de unas viejas siglas sobre los sectores m¨¢s activos, m¨¢s abiertos al futuro, de la sociedad espa?ola.
Santos Juli¨¢ es catedr¨¢tico de Historia del Pensamiento Pol¨ªtico de la UNED y autor de Los socialistas en la pol¨ªtica espa?ola.
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