Ideas para la imaginaci¨®n impura
IMANOL ZUBEROEs el t¨ªtulo de un libro de Jorge Wagensberg, profesor de f¨ªsica en la Universidad de Barcelona, alma mater del fascinante Museo de la Ciencia de la ciudad condal, director de la colecci¨®n Metatemas de la editorial Tusquets, que ha puesto a nuestro alcance la obra de algunas de las mentes m¨¢s destacadas en diversas disciplinas cient¨ªficas (Schr?dinger, Prigogine, Mandelbrot, Lovelock, Gell-Mann, Dawkins y tantos otros) y colaborador en las p¨¢ginas de ciencia de EL PA?S. En todas estas actividades se ha empe?ado apasionadamente en superar la vieja y nefasta ruptura entre las dos culturas, la humanista y la cient¨ªfica, para convertirla en un fruct¨ªfero di¨¢logo. Tan convencido est¨¢ de las posibilidades y potencialidades de este di¨¢logo que ha llegado a proponer la aplicaci¨®n de los principios b¨¢sicos del m¨¦todo cient¨ªfico a la organizaci¨®n de la convivencia humana. Estos principios son el de objetividad, en virtud del cual el observador se excluye a s¨ª mismo de la realidad que pretende observar ("Estoy diciendo que el ciudadano, como pol¨ªtico, debe excluirse a s¨ª mismo, a sus seres queridos, a su gente, durante el ejercicio de observar la realidad. Ya llegar¨¢ el momento adecuado para reintroducir los intereses propios"); el de inteligibilidad, consistente en buscar lo com¨²n oculto en lo aparentemente diverso ("Si una norma de convivencia vale para trece, mejor que otra que vale para doce"); y el principio dial¨¦ctico, seg¨²n el cual toda verdad cient¨ªfica es provisional, sometida su vigencia en todo momento al juicio de la experiencia ("Un f¨ªsico cambia su sarta de verdades con alegr¨ªa, a un psic¨®logo le cuesta algo m¨¢s, y un pol¨ªtico incluso suele presumir de la antig¨¹edad de sus afirmaciones"). Leyendo su libro yo he extra¨ªdo cuatro ideas para la imaginaci¨®n impura que, tal vez, servir¨ªan para purificar un poco la cada vez m¨¢s irrespirable atm¨®sfera pol¨ªtica vasca.
Primera idea: "La imaginaci¨®n produce objetos mentales. Pero para que ¨¦stos sean comunicables a otras mentes hay que transformarlos en objetos reales. Es la representa-ci¨®n. Y, en algunos casos, a¨²n se recomienda una fase m¨¢s, la interpretaci¨®n, que sirve para insertar el objeto imaginado en la realidad preexistente". Porque una cosa es imaginar un edificio, otra dibujarlo y otra construirlo. No diferenciar entre esas tres dimensiones del conocimiento puede resultar catastr¨®fico ?Por qu¨¦? Aqu¨ª entra en juego la segunda idea: "Ocurren menos cosas de las que pueden ocurrir y pueden ocurrir menos cosas de las que se pueden imaginar". Entre la imaginaci¨®n y la realizaci¨®n existe una importante distancia. As¨ª pues, ?cu¨¢l es la tarea pol¨ªtica que hay que realizar? Nos la indica la tercera idea: "Crear es descubrir, desde el mundo real, algo de m¨¦rito entre la sideral quincalla del mundo de lo solamente realizable". Hay que hacer posible lo que es hist¨®ricamente posible en cada momento; hay que realizar lo in¨¦dito viable. Pero, ?no nos limita todo esto tanto que imposibilita remontarnos por encima de la m¨¢s pedrestre realidad? Cuarta idea: "Un ser vivo es un rinc¨®n del universo empe?ado en distinguirse de sus alrededores. Estar muerto significa seguir mansamente los azares del entorno inmediato: calentarse cuando se calienta, secarse si se seca, agitarse cuando se agita, desgastarse si se desgasta, fluctuar cuando fluct¨²a... Estar vivo es evitar que el resto del mundo devore las diferencias, es eludir el tedioso equilibrio final. Y mantener una ten-si¨®n cr¨ªtica con el entorno significa mantenerse independiente de sus caprichos. Pero ser independiente de algo requiere intercambiar informaci¨®n con ese algo". Esta es la tensi¨®n que genera realidad viva, tambi¨¦n en pol¨ªtica.
He empezado a rumiar estas ideas una tarde de julio, sentado en una lastra caldeada por el sol junto a las rumorosas aguas que corriendo desde las laderas del Ganekogorta acaban por conformar el arroyo Azordoiaga, y he encontrado en ellas m¨¢s contenido pol¨ªtico y m¨¢s criterio ¨¦tico que en todos los discursos que hoy manejan los gladiadores de la arena pol¨ªtica. El problema es que lo del Fil¨®sofo-rey tampoco funciona.
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