Respeto
Un conocido novelista acaba de reclamar respeto por la novela, en clara alusi¨®n al desembarco en el g¨¦nero de gentes del m¨¢s variado pedigr¨ª, menos el literario. Y le asiste la raz¨®n, pues, contra lo que suele pensarse, la novela no atraviesa un periodo floreciente. Est¨¢n cerc¨¢ndola enemigos cada vez m¨¢s numerosos, desde amenos narradores -amenos y nada m¨¢s- hasta los productores en serie de best seller de la m¨¢s diversa laya, pasando por todo un conjunto de obras que participan tanto de la amenidad como del af¨¢n de ventas.Octavio Paz lo advert¨ªa en sus ultimos a?os: aunque la poes¨ªa parec¨ªa la gran agredida por el comercialismo, la novela iba a sufrir cada vez m¨¢s mayores embates. Embates desde dentro. Porque no son los culebrones televisivos los m¨¢s peligrosos enemigos del g¨¦nero: los verdaderos enemigos se hallan dentro del mismo territorio de la novela. Se visten, s¨ª, con diferentes disfraces, pero las sedas, lo sabemos, no cambian a las monas. Y as¨ª se est¨¢ trivializando el g¨¦nero, reduci¨¦ndolo a la mera ilustraci¨®n de vulgaridades fraudulentas. Cultivan la novela -es un decir lo de cultivan- gentes ignorantes de la tradici¨®n novel¨ªstica.
Gentes que no s¨®lo no han le¨ªdo a Dostoievski, sino ni siquiera a Agatha Christie. Gentes que piensan que hilvanar m¨ªnimamente una historia equivale a escribir una novela. Gentes que se sienten -?por qu¨¦ no?- colegas de Marcel Proust o Thomas Mann, pues aqu¨ª todo el mundo sirve para todo. Y ?ay! de quien deplore este estado de cosas, que caer¨¢ sobre ¨¦l el anatema de elitista, que se lleva mucho, o el de imb¨¦cil, que se lleva m¨¢s.
Antes exist¨ªa la novela de quiosco y todo estaba muy claro. Nadie se enga?aba al respecto. Bull¨ªan excelentes novelistas secundarios, que no iban de nada y pose¨ªan un excelente castellano. Pienso en un Jos¨¦ Mallorqu¨ª, por ejemplo. Ahora no hay novelistas secundarios, sino terciarios o cuaternarios, si se me permite el juego de palabras; y editores sin escr¨²pulos que encuadernan doscientas p¨¢ginas y les ponen el r¨®tulo de novelas. Se copian incluso t¨ªtulos de programas del coraz¨®n para designar las encuadernadas p¨¢ginas. Con un poco de marketing y otro poco de televisi¨®n -poco o mucho-, ya est¨¢ cerrado el circuito de la comunicaci¨®n literaria.
Y hemos de ser respetuosos con los irrespetuosos, no lo olvidemos, porque, como se argumenta, cada uno hace lo que puede y no es cuesti¨®n de establecer distingos, que eso es de elitistas, imb¨¦ciles e cos¨¬ via. Va a haber que pensar en una nueva palabra para designar al g¨¦nero, porque al ritmo que llevan los acontecimientos novela ser¨¢ pronto inservible. Unamuno acu?¨® lo de nivola, que es m¨¢s bien cosa de chiste. Aunque quiz¨¢ sobra el acu?ar nada y basta con decir follet¨ªn, melodrama, best seller, novelucha, historieta de espadachines, novelarrosa... y en este plan. El plan del desprecio y la hostilidad abierta. Por muy pol¨ªticamente incorrecto que sea mantener este tipo de actitudes, la urbanidad nada tiene que ver con la defensa de la leg¨ªtima literatura.
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