Debemos continuar.
Esta semana ha sido desoladora para todo aquel que esperase que israel¨ªes y palestinos acabaran entendi¨¦ndose, pues hab¨ªa la conciencia de que si no lograban vivir juntos, ninguno de ellos vivir¨ªa. Las muestras de alegr¨ªa de los extremistas de ambos pueblos reflejan mejor que nada esa terrible distorsi¨®n a la que ya nos hemos acostumbrado: tanto en el lado palestino como en el israel¨ª, hay muchos a los que la posibilidad de una guerra alegra m¨¢s que la posibilidad de vivir en paz.Pero hoy, como ocurre cada vez que hay una crisis entre ambos pueblos o despu¨¦s de un atentado terrorista, los que apoyan la paz se reponen del duro golpe, miran a derecha e izquierda, porque saben que deben continuar por este camino, pues no hay alternativa. Hoy, los moderados de ambos lados deben estar atentos precisamente a las se?ales alentadoras que vienen de sus dos l¨ªderes: los dos hablan de su deseo de evitar el enfrentamiento, de su obligaci¨®n de seguir negociando y de su confianza en que el acuerdo de paz est¨¢ m¨¢s cerca que nunca.
Ehud Barak fue a la cumbre armado, como es normal en ¨¦l, de un verdadero coraje y una gran voluntad de resolver el conflicto de una vez para siempre; probablemente, de entrada era dif¨ªcil cumplir un programa tan osado pero, por otro lado, tras cien a?os de conflicto, uno ya sabe cu¨¢les son los problemas y los obst¨¢culos; as¨ª que, ?por qu¨¦ no entusiasmarse por la paz con la misma intensidad y vehemencia con la que se entra en el campo de batalla?
La diferencia esencial que se ha visto en estas conversaciones -y el motivo para ser optimistas- es que por primera vez ambos pueblos han logrado tocar la aut¨¦ntica fibra sensible de este conflicto: la cuesti¨®n de los refugiados, su derecho al retorno, el problema de los asentamientos de colonos y, c¨®mo no, Jerusal¨¦n. La reacci¨®n era predecible: en un abrir y cerrrar de ojos, el cuerpo se retuerce y se tensa, se contraen los m¨²sculos nacionalistas de ambos pueblos y empieza a fluir la adrenalina de los religiosos.
Son muchos los israel¨ªes y palestinos que enseguida se armaron para defenderse de la "amenaza" de la paz. Los l¨ªderes religiosos de ambos lados proclamron que no se deb¨ªa hacer ninguna concesi¨®n territorial, por ser la herencia de los antepasados. Los palestinos fueron m¨¢s all¨¢ al decir que el l¨ªder que cediera territorios - sobre todo si era en Jerusal¨¦n- ser¨ªa considerado un traidor y su condena ser¨ªa una bala en la cabeza. Tanto en la Autoridad Palestina como en Israel el ej¨¦rcito y la polic¨ªa estaban en estado de alerta y sus mandos lanzaban proclamas desafiantes, mientras Barak se quedaba casi sin ministros, sin aquellos que se opon¨ªan a su extra?o entusiasmo por alcanzar la paz, y los ministros de Arafat compet¨ªan por qui¨¦n hac¨ªa m¨¢s advertencias del peligro de hacer concesiones.
?Cu¨¢l ha sido el resultado? Los dos pueblos han demostrado una vez m¨¢s que a¨²n no son capaces de vivir juntos, pero que tampoco pueden separarse. No han tenido la fuerza necesaria para dar el ¨²ltimo y definitivo paso, ese que hubiera producido un verdadero cambio en la regi¨®n. No ha podido ser a pesar del esfuerzo de EE UU por conciliar posturas; al final, unos y otros han ca¨ªdo en la misma trampa, v¨ªctimas de una ideolog¨ªa cobarde y fan¨¢tica fruto de cien a?os de odio. Los mapas que trataban de trazar las nuevas fronteras, tan sinuosas, nos hac¨ªan ver la incre¨ªble complejidad de la situaci¨®n; esos mapas parec¨ªan un acuerdo de divorcio por el que el hombre y la mujer deben vivir en la misma casa toda su vida, y a veces incluso dormir en la misma habitaci¨®n.
A¨²n no sabemos lo que realmente pas¨® en las negociaciones: qui¨¦n cedi¨® y qui¨¦n se neg¨® a ceder. Tenemos el testimonio excepcional de Clinton, seg¨²n el cual Barak fue m¨¢s flexible y osado, pero no hay duda de que los palestinos dir¨¢n lo contrario. A pesar de todas las reservas que en algunos aspectos despierta Barak en la izquierda israel¨ª, hay que decir que no ha habido antes que ¨¦l ning¨²n dirigente israel¨ª tan decidido a llegar a un acuerdo de paz y que se haya planteado hacer las concesiones que ¨¦l estaba dispuesto a hacer en favor de la paz. No obstante, ?anduvo Barak todo el camino? ?Hizo todo lo que estaba en su mano? Y por otro lado, si se hubiese atrevido a llegar hasta el final -por ejemplo, entregar a los palestinos zonas significativas de Jerusal¨¦n este-, ?se hubiera aceptado en Israel ese acuerdo a trav¨¦s de un refer¨¦ndum? ?Es la sociedad israel¨ª lo suficientemente madura para dar ese paso que quiz¨¢, en el fondo de su coraz¨®n, s¨ª hubiera dado su primer ministro? Y una pregunta m¨¢s, que inquieta a todos lo que quer¨ªamos que la cumbre hubiese dado sus frutos: ?contaba Barak en Camp David con un verdadero interlocutor para llegar a dar un paso como ¨¦se? Es evidente que no se puede comparar el grado de concesiones de uno y de otro, ya que Israel jugaba con m¨¢s cartas; pero, sin embargo, uno no puede evitar hoy pensar que, de los dos l¨ªderes, Arafat ha sido el menos osado, el m¨¢s testarudo, y que, como otras veces, se ha equivocado al valorar la situaci¨®n. Si Arafat se hubiese mostrado m¨¢s flexible en la cuesti¨®n de Jerusal¨¦n, tal vez habr¨ªa logrado que Barak fuera a¨²n m¨¢s lejos y, en definitiva, salir de la trampa psicol¨®gica en la que se encuentra actualmente el proceso de paz. Si Arafat no hubiera sufrido tanta presi¨®n por parte de los fundamentalistas y de los l¨ªderes de los pa¨ªses ¨¢rabes, quiz¨¢ habr¨ªa evitado el fortalecimiento de la derecha y de los extremistas israel¨ªes, y con ello la posibilidad de que Netanyahu vuelva a la pol¨ªtica, algo que har¨ªa casi imposible un acuerdo de paz en el futuro.
?Hace falta, quiz¨¢, un coraje sobrehumano -del que Barak y Arafat carecen- para atreverse a tocar la piedra sagrada de Jerusal¨¦n? No s¨¦ si todo aqu¨¦l que observa desde fuera este conflicto es capaz de hacerse una idea de los fuertes sentimientos que la ciudad vieja de Jerusal¨¦n despierta en el coraz¨®n de sus habitantes. Estamos hablando de un territorio de menos de un kil¨®metro cuadrado que soporta tanta historia, tantos mitos, recuerdos, guerras, culturas, adem¨¢s del peso de las tres grandes religiones, que se ha convertido en una especie de agujero negro capaz de absorber toda la realidad circundante. Aun as¨ª, Ehud Barak ha sido el primer dirigente israel¨ª que ha estado dispuesto a tratar la espinosa cuesti¨®n de Jerusal¨¦n. Barak dio el paso, y Arafat no quiso -o no pudo- hacer lo mismo. Barak aguant¨® las fuertes presiones que le ven¨ªan de parte de Israel y analiz¨® las posturas ancladas en la historia para buscar una soluci¨®n. Pero Arafat se neg¨® tajantemente a negociar sobre esta cuesti¨®n y, en ese sentido, es m¨¢s responsable del fracaso de la cumbre.
Desde que se puso sobre la mesa de negociaciones el tema de Jerusal¨¦n, muchos israel¨ªes se atrevieron a "salir del armario" y reconocieron que el argumento israel¨ª de la unidad de Jerusal¨¦n no es m¨¢s que un eslogan vac¨ªo de significado. Jerusal¨¦n nunca estuvo unificada, viven en ella dos pueblos distintos enemigos entre s¨ª, con instituciones y sociedades diferentes. De repente, en la ¨²ltima semana, muchos israel¨ªes descubrieron la enorme diferencia entre el verdadero centro hist¨®rico y religioso de Jerusal¨¦n, ese lugar con el que so?aron nuestros antepasados durante dos mil a?os de di¨¢spora, y lo que es propiamente el municipio de Jerusal¨¦n, al que, por motivos pol¨ªticos, se anexionaron veintis¨¦is aldeas palestinas, y empezaron a jurar por su nombre y a darle, a posteriori, una "licencia" de santidad como si fuese la b¨ªblica Si¨®n.
Esta semana he visitado, en compa?¨ªa del ministro de Justicia, Yosi Beilin, algunas de esas aldeas para ver si despertaban en m¨ª alg¨²n tipo de sensaci¨®n religiosa o alg¨²n "estremecimiento" nacionalista o hist¨®rico que confirmase mi v¨ªnculo con esos lugares. ?Acaso mi abuelo en Varsovia, cuando rezaba, cerraba los ojos y se pon¨ªa mirando hacia una aldea palestina llamada Wallaya? ?Alg¨²n poema de Yehud¨¢ ha-Levi habla del campo de refugiados de Kaludia? No sent¨ª nada especial y confirm¨¦ algo que ya sab¨ªa desde hac¨ªa tiempo: las fronteras de la identidad judeo-israel¨ª no se corresponden con las fronteras artificiales del municipio de Jerusal¨¦n. Se trata de saber si, como reclama la derecha, los israel¨ªes han de hacer depender su destino de una lucha sin sentido en favor de esta ciudad artificial de Jerusal¨¦n, o si han de velar primero por sus verdaderos intereses personales y religiosos y por una mayor seguridad.
Esta ma?ana, tras la desesperaci¨®n vivida esta semana, creo m¨¢s que nunca que el proceso de paz debe continuar, pues, si se detiene s¨®lo por un momento, crecer¨¢n la decepci¨®n y el extremismo. Hay que seguir por este camino lleno de adversidades que nos obliga a preguntarnos por nuestra identidad, nuestra fe, nuestra valent¨ªa o nuestra cobard¨ªa. Tambi¨¦n espero que ambos lados sean m¨¢s flexibles a la hora de tratar el tema de Jerusal¨¦n y ojal¨¢ que no haya m¨¢s derramamiento de sangre. Tal vez, tanto palestinos como israel¨ªes entiendan que no s¨®lo Jerusal¨¦n es sagrada, que la vida de los que viven en ella no lo es menos.
David Grossman es escritor israel¨ª.
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