Zanussi gana el Festival de Mosc¨² con un filme sobre la muerte
El jurado del 22? Festival Internacional de Cine de Mosc¨² apost¨® ayer por el valor seguro que supone y otorg¨® el Gran Premio San Jorge (m¨¢ximo galard¨®n del certamen) a La vida como una enfermedad fatal transmitida sexualmente, una amarga reflexi¨®n del veterano realizador polaco sobre la inevitabilidad de la muerte. Los jueces de las 19 pel¨ªculas presentadas a concurso, con el griego Theo Angelopoulos al frente, compensaron esta decisi¨®n otorgando el premio a la mejor direcci¨®n (Steve Suissa) y al mejor actor (Cl¨¦ment Sibony) a L'Envol (El despegue), una descarnada descripci¨®n de la lucha de un joven por abrirse paso en la vida sin dejar de ser fiel a s¨ª mismo.Los dos filmes se exhibieron el ¨²ltimo d¨ªa, ofreciendo un singular contraste entre la lucha por llenar de contenido una vida casi sin estrenar y la lucha sin esperanza por que la enfermedad (y los a?os) no acabe con una vida que, aunque no desprovista de coherencia, tampoco ha sido plena. Hay momentos de gran cine en ambas pel¨ªculas, probablemente m¨¢s en la francesa que en la polaca, aunque el jurado no ha querido complicarse la vida apostando por la novedad.
Curiosamente, Cl¨¦ment Sibony interpreta en L'Envol a un adolescente que lucha contra todo (la intransigencia familiar, su falta de formaci¨®n cultural, su pandilla, sus prisas y su propio car¨¢cter) para convertirse en actor. El filme termina cuando obtiene su primer papel. El premio en Mosc¨² es, por tanto, como la continuaci¨®n de la pel¨ªcula.
El palmar¨¦s se complet¨® con el premio a Maria Simon por su actuaci¨®n en el filme suizo Besos airados, dirigida por Judith Kennel, que recoge el clima obsesivo de un internado de monjas en el que una de ellas emprende el intento de seducir al ¨²nico sacerdote. El premio especial se concedi¨® a los actores de la rusa El jard¨ªn estaba lleno de luna, de Vitali Melnikov.
Borau y Pinz¨¢s
En 1999, con Antonio Gim¨¦nez Rico en el jurado, Antonio Mercero obtuvo el premio especial del jurado por La hora de los valientes. Jos¨¦ Luis Borau y Juan Pinz¨¢s no han tenido tanta fortuna este a?o. El filme de Pinz¨¢s, ?rase otra vez, presentado como el primero del dogma espa?ol (aunque destaca m¨¢s en ¨¦l una procacidad que degenera en rid¨ªculo m¨¢s que en esc¨¢ndalo), no dej¨® indiferente a nadie, aunque, durante la proyecci¨®n para la prensa, hubo un constante goteo de salidas de la sala, especialmente cuando una de las protagonistas explica lo que hac¨ªa con el palito del polo helado cuando ten¨ªa 13 a?os.
Leo, de Borau, no fue entendida por el p¨²blico, ni por la cr¨ªtica, ni por el jurado. El propio realizador reconoc¨ªa que "es una pel¨ªcula antip¨¢tica, seca, dura, sin nada adjetivo, en la que todo es esencial, lejos de lo se podr¨ªa llamar cine po¨¦tico, con la c¨¢mara a la altura del hombro y rodada con s¨®lo dos objetivos". Y adem¨¢s, "de amor violento a tumba abierta", porque, como dijo, parafraseando a Shakespeare, "todo amor que no acaba con la muerte no merece ser llamado amor".
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