Que la m¨²sica no deje de sonar
Los j¨®venes barceloneses aprovechan las que pueden ser las ¨²ltimas noches de la discoteca Zeleste antes de su cierre
Suena la m¨²sica y todo el p¨²blico comienza a saltar a la vez, cabezas que suben y bajan al un¨ªsono, sin parar de saltar. A Saco, una de las discotecas de la Sala Zeleste, est¨¢ llena pero el ambiente no es agobiante gracias a la gran altura de sus techos. El p¨²blico aprovecha la que puede ser una de las ¨²ltimas noches de la discoteca si sigue adelante el embargo que amenaza a Zeleste.Todo es de color negro, paredes, techo, suelo. Luces blancas dan vueltas y vueltas a la sala, parece como si granizara al ritmo de la m¨²sica. Nadie aparenta m¨¢s de 25 a?os. La mayor¨ªa de la gente baila en grupos separados por sexos que, a medida que pasan horas y copas, se van mezclando. Gustavo Ramos tiene 25 a?os y lleva cinco viniendo aqu¨ª cada noche de viernes y s¨¢bado.
"Vengo por la m¨²sica y, sobre todo, por la gente, por el rollo que hay", explica. La mayor¨ªa del p¨²blico de A Saco est¨¢ formado por asiduos que vienen cada semana y se conocen entre s¨ª. "Tambi¨¦n me gusta la m¨²sica. C¨®mo hay tantas salas, puedo variar, de pop-rock a techno o m¨²sica nacional", a?ade Ramos, con pelo albino y camiseta azul el¨¦ctrico, que se pierde entre la gente, antes de irse bailando a reunirse con sus amigos.
La m¨²sica es tambi¨¦n lo que atrae a de A Saco a Marina Ruiz y Mar¨ªa N¨²?ez. "Es el templo del rock de Barcelona", afirma Ruiz. "Casi vamos de luto desde que nos hemos enterado de que puede que cierren", a?ade. "Lo ¨²nico que podemos hacer es preguntar a la gente d¨®nde va a ir si nos quitan este sitio", dice N¨²?ez. Visten tejanos y bambas, tienen 23 y 26 a?os, vinieron por primera vez a la discoteca hace cuatro.
La gente parece m¨¢s interesada en bailar que en beber, las barras est¨¢n casi vac¨ªas, el ambiente parece sano, joven. S¨®lo una pintada en el cuarto de ba?o desmiente esta impresi¨®n. "?Qu¨¦ es mejor que una pirula? Dos pirulas".
A Saco es una de las cinco salas de Zeleste. La m¨²sica es diferente en cada una de ellas. Se accede a cada una por unas escaleras laber¨ªnticas que parecen ir hacia cualquier direcci¨®n, repletas de carteles con flechas para que la gente no se pierda. La sala Dance no est¨¢ tan concurrida. Luces de ne¨®n iluminan el suelo blanco, deslumbrante. En la pared una gran cristalera con fotos antiguas en blanco y negro permite ver la calle de Almog¨¤vers y da un aspecto industrial al lugar. El pinchadiscos, un chico joven de cabeza afeitada, pone m¨²sica en un esquina con cara de malhumor. Al fondo se puede acceder a una terraza alargada con una pared de ladrillo enfrente, vac¨ªa debido al fr¨ªo inusitado de la noche de agosto. No ofrece una vista espectacular pero debe de ser refrescante en noches m¨¢s calurosas que ¨¦sta. Al fondo, un camarero de pelo rojo y anillo en la nariz espera a que la gente se anime a salir a tomar una copa.
"Llevo ocho a?os viniendo aqu¨ª y creo que, como cierre, no hay un sitio alternativo para ir", dice. "Es el centro de Poblenou. Los bares de alrededor tienen gente porque est¨¢ Zeleste", a?ade el camarero, que prefiere no facilitar su nombre. Considera que la sala es perfecta para conciertos por su tama?o, "otras se quedan cortas para determinados grupos. Si se cierra, a buscar otro trabajo", suspira.
Algunos opinan que la direcci¨®n deber¨ªa pedir una subvenci¨®n p¨²blica para poder afrontar sus deudas.
"Si se ayuda al Liceo o al Tibidabo, ?por qu¨¦ no a Zeleste?", pregunta Sergio Tudela, de 24 a?os. De hecho, el cierre de Zeleste no es definitivo. El concejal de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona, Ferran Mascarell, afirm¨® el viernes que el consistorio estudiar¨ªa crear una sociedad nueva que no pierda dinero para "refundar Zeleste". El director de Zeleste, V¨ªctor Jou, afirma que no quiere subvenciones sino un aplazamiento en el pago de la deuda a la Seguridad Social, que asciende a 130 millones de pesetas, y "participar econ¨®micamente en el apartado de las infraestructuras, como se ha hecho con el Liceo y muchos teatros".
Resulta dif¨ªcil de creer que Zeleste pueda cerrar a causa de las deudas viendo la gran afluencia de p¨²blico que hay tambi¨¦n en la sala 2. A esta sala se accede por otras escaleras y tras cruzar una segunda terraza. El techo es m¨¢s bajo que en la primera y el p¨²blico un poco mayor. Al fondo de la sala hay un escenario donde bailan aquellos a los que no les importa ser observados. La m¨²sica parece un poco de verbena de pueblo, tipo pachanga.
"A m¨ª me da igual que cierre, es s¨®lo la segunda vez que vengo", afirma Montse Puig mientras bebe un sorbo de su copa y se aparta un mech¨®n de su pelo largo y rubio de la cara. "Puedo ir a cualquier lado", a?ade. Tiene 20 a?os y ganas de conocer muchas otras discotecas.
A su lado, Mauricio Bernal trata de pedir una copa. "Vamos a cualquier otra sala, aqu¨ª no nos hacen caso", dice a su acompa?ante. "Me gusta m¨¢s la m¨²sica de la sala 1. Lo que es un lujo es tener tantas opciones en la misma discoteca", a?ade este colombiano de 26 a?os. Lleg¨® a Barcelona en octubre y se ha convertido en un asiduo de Zeleste. "De esta sala, lo que m¨¢s me gustan son los conciertos. El ¨²ltimo que vi fue el de Violent Femmes, que me encant¨®", explica Bernal antes de perderse entre la gente tras unos hombros tostados.
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